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23. Naturaleza y hechos de Hefesto

a. Hefesto, el dios herrero, era tan débil al nacer que disgustó a su madre, Hera, la cual le arrojó desde lo alto del Olimpo para desembarazarse de la vergüenza que le producía el lastimoso aspecto de su hijo. Sin embargo, sobrevivió a esa desventura sin sufrir daño físico alguno porque cayó al mar, donde Tetis y Eurínome estaban cerca para rescatarlo. Estas amables diosas le cobijaron en su gruta submarina, donde instaló su primera fragua y agradeció su amabilidad haciéndoles todo tipo de adornos y objetos útiles.1

Un día, cuando ya habían pasado nueve años, Hera se encontró con Tetis, que casualmente llevaba un broche hecho por él, y preguntó: «Querida, ¿en qué lugar del mundo has encontrado esa joya tan hermosa?».

Tetis dudó antes de contestar, pero Hera insistió y le sonsacó la verdad. Enseguida se llevó a Hefesto al Olimpo, donde le instaló en una fragua mucho más sofisticada, con veinte fuelles que funcionaban día y noche, le trató con gran deferencia y decidió que debía casarse con Afrodita.

b. Hefesto se reconcilió de tal manera con Hera que se atrevió a reprochar a Zeus que la colgara del cielo por las muñecas por haberse rebelado contra él. Pero hubiera sido más sabio callarse, porque Zeus, enfurecido, volvió a arrojarlo desde el Olimpo por segunda vez y estuvo un día entero cayendo. Cuando por fin tocó tierra en la isla de Lemnos se rompió las dos piernas y, aunque era inmortal, le quedaba poca vida cuando fue hallado por los habitantes de la isla. Después fue perdonado por Zeus y volvió a ocupar su sitio en el Olimpo, pero sólo podía andar con muletas de oro.2

c. Hefesto era feo y tenía mal carácter, pero estaba dotado de gran fuerza en los brazos y los hombros, y todas sus obras estaban hechas con una habilidad sin par. Una vez construyó un juego de mujeres mecánicas de oro para que le ayudaran en su fragua; incluso podían hablar y realizar las tareas más difíciles que les encomendaba. Poseía también una serie de trípodes con ruedas de oro dispuestos alrededor de su taller que podían desplazarse solos a las reuniones de los dioses y regresar de nuevo a su sitio.3

1. Hefesto y Atenea compartían templos en Atenas, y es posible que su nombre fuera una forma ya trillada de hemerophaistos, «el que brilla de día» (es decir, el sol), en tanto que Atenea era la diosa-luna, «la que brilla de noche», patrona de los herreros y de todas las artes mecánicas. Por lo general no está aceptado que cada herramienta, arma o utensilio de la Edad del Bronce tuviera propiedades mágicas, y que el herrero fuera una especie de hechicero. Así pues, de las tres personas de la tríada lunar Brigit (véase 21.4), una regía sobre los poetas, otra sobre los herreros y la tercera sobre los médicos. Cuando la diosa es destronada, el herrero es elevado a la dignidad de deidad. La cojera del dios herrero es una tradición que se encuentra en regiones tan distantes como África Occidental y Escandinavia. En tiempos primitivos es posible que a los herreros les dejaran cojos a propósito para evitar que huyeran y se aliaran con las tribus enemigas. Pero también existió una danza de la perdiz renqueante que se ejecutaba en las orgías eróticas relacionadas con los misterios del arte de la herrería (véase 92.2), y, al haberse casado Hefesto con Afrodita, es posible que cojeara sólo una vez al año: en el Festival de la Primavera.

La metalurgia llegó a Grecia desde las islas del Egeo. La importación de bronce y oro de la Hélade finamente forjado y tallado explica quizás el mito de que Hefesto fue cobijado en una gruta de Lemnos por Tetis y Eurínome, títulos de la diosa del Mar que creó el universo. Los nueve años que pasó en la cueva demuestran su subordinación a la luna. Su caída, como la caída de Céfalo (véase 89./), Talos (véase 92.£>), Escirón (véase 96.1), Ífito (véase 135.¿>) y otros, era el destino común del rey sagrado en muchas partes de Grecia cuando acababan sus reinados. Las muletas de oro estaban diseñadas probablemente para elevar del suelo su talón sagrado.

2. Parece que los veinte trípodes de Hefesto tienen el mismo origen que los Gasteroquiros que construyeron Tirinto (véase 73.3): discos solares dorados con tres patas, como el emblema heráldico de la isla de Man, que sin duda rodeaban algún primitivo icono que mostraba a Hefesto casándose con Afrodita. Representan los años de tres estaciones e indican la duración de su reinado. El rey muere al comienzo del vigésimo año, cuando se produce una gran aproximación entre el tiempo solar y el lunar. Este ciclo fue reconocido oficialmente en Atenas sólo a finales del siglo V a.C., pero se había descubierto cientos de años antes (La diosa blanca, pp. 284 y 291). Hefesto estaba relacionado con las fraguas de Vulcano en las volcánicas islas de Lípari porque Lemnos, sede de su culto, es volcánica y porque un chorro de gas natural asfáltico procedente de la cumbre del monte Mosquilo llevaba años ardiendo sin cesar (Tzetzes: Sobre Licofrón 227; Hesiquio sub Mosquilo). Un chorro similar, descrito por el obispo Metodio en el siglo IV de nuestra era, ardía en el monte Lemnos, en Licia, y seguía en activo en 1801. Hefesto tenía un santuario en ambos montes. Lemnos (probablemente del término leibein, «la que derrama») era el nombre de la Gran Diosa de esta isla matriarcal (Hecateo, citado por Estéfano de Bizancio sub Lemnos; véase 149.7).

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