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29. Ganimedes

a. Ganimedes, hijo del rey Tros que dio su nombre a Troya, era el joven vivo más hermoso y por tanto fue elegido por los dioses para ser copera de Zeus. Se dice que Zeus, deseando a Ganimedes también como compañero de lecho, se disfrazó con plumas de águila y lo raptó en la llanura troyana.1

b. Después, a petición de Zeus, Hermes regaló a Tros una vid de oro, obra de Hefesto, y dos caballos de raza, en compensación por su pérdida, asegurándole al mismo tiempo que Ganimedes se había convertido en inmortal, que estaba exento de las miserias de la vejez y que ahora sonreía, con una jarra de oro en la mano, mientras servía brillante néctar al Padre del Cielo.2

c. Hay quien dice que fue Eos la primera que raptó a Ganimedes para que fuera su amante, y que Zeus se lo robó. Pero, sea como fuere, lo cierto es que Hera se quejó del insulto que habían sufrido ella y su hija Hebe, que hasta entonces había ejercido como copera de los dioses. Sin embargo, lo único que consiguió fue enojar a Zeus, quien puso la imagen de Ganimedes entre las estrellas como Acuario, el aguador.3

1. La tarea de Ganimedes como escanciador de vino de todos los dioses —y no sólo de Zeus, como cuentan los primeros relatos— y los dos caballos regalados al rey Tros como compensación por su muerte sugieren que se malinterpretó un icono en el que aparecía el nuevo rey preparándose para su matrimonio sagrado. La copa de Ganimedes contenía seguramente una libación que hacía para honrar el ánima de su regio predecesor, y el sacerdote oficiante que aparece en la pintura, al que presenta una resistencia simbólica, ha sido interpretado erróneamente como el Zeus enamorado. Igualmente, la novia que espera ha sido confundida con Eos por un mitógrafo que recordaba el rapto de Titono, hijo de Laomedonte, por Eos, porque, según Eurípides (Mujeres troyanas 822), Laomedonte también era padre de Ganimedes. Este icono ilustraría asimismo el matrimonio de Peleo con Tetis, que los dioses contempiaron desde sus doce tronos; los dos caballos eran instrumentos rituales de su renacimiento como rey tras su muerte fingida (véase 81.4). El supuesto rapto de Ganimedes por el águila queda explicado por un ánfora ceretana de figuras negras: un águila que se lanza hacia los muslos de un rey recién entronizado llamado Zeus representa el poder divino que se le confiere —su ka, u otro yo—, tal como el halcón solar descendía sobre los faraones en su coronación. Pero la tradición de la juventud de Ganimedes sugiere que el rey mostrado en el icono era el sustituto real, o inter-rex, que reinaba durante un solo día, como Faetonte (véase 42.2), Zagreo (véase 30.7), Crisipo (véase 105.2) y los demás. Se puede decir por tanto que el águila de Zeus no solamente le otorgó la dignidad real, sino que también lo transportó al Olimpo.

2. La ascensión al cielo montado en un águila o en forma de águila es una extendida fantasía religiosa. Aristófanes la caricaturiza en La paz (I y ss.), donde el protagonista monta en un escarabajo. El alma del héroe celta Lugh —Llew Llaw en el Mabinogion— ascendió al cielo como águila cuando su sucesor lo mató a mediados del verano. Después de su matrimonio sagrado en Kish, el héroe babilonio Etana montó en un águila para llegar a los jardines celestiales de Ishtar, pero cayó al mar y se ahogó. La muerte de Etana, por cierto, no fue el típico sacrificio de finales de año, como en el caso de Icaro (véase 92.3), sino un castigo por las malas cosechas que habían caracterizado su reinado: volaba para descubrir una hierba mágica que trajera la fertilidad. Su historia está entremezclada con un relato de la lucha constante entre el Águila y la Serpiente —el año creciente y el menguante, el rey y su sucesor—, y, como en el mito de Llew Llaw, el águila, que lanza su último aliento en el solsticio de invierno, recupera mágicamente toda su fuerza y renace. Esto mismo se cuenta en Salmos ciii.5: «Tu juventud se renueva, como la del águila».

3. El mito de Zeus-Ganimedes ganó inmensa popularidad en Grecia y Roma porque justificaba desde el punto de vista religioso el amor apasionado de un hombre maduro por un chiquillo. Hasta ese momento sólo se había tolerado la sodomía como una forma extrema del culto de las diosas. Los devotos varones de Cibeles trataban de conseguir la unión mística con ella castrándose y vistiéndose como mujeres. El sacerdocio sodomítico era una institución reconocida en los templos de la Gran Diosa de Tiro, Joppa, Hierápolis y Jerusalén (Reyes I xv.12 y II xxiii.7) hasta poco antes del exilio. Pero esta nueva pasión, cuya introducción Apolodoro ha atribuido a Tamiris (véase 21.m), vino a destacar la victoria del patriarcado sobre el matriarcado. Convirtió la filosofía griega en un juego intelectual que podían jugar los hombres sin ayuda de las mujeres, ahora que habían encontrado un nuevo campo de romance homosexual. Platón explotó esto al máximo y utilizó el mito de Ganimedes para justificar sus propios sentimientos hacia sus discípulos (Fedro 79), aunque en otras partes (Leyes i.8) denunció la sodomía por ir contra natura y condenó el mito de Zeus en el que cedió a esta pasión llamándolo «una malvada invención cretense». (Aquí le apoyó Estéfano de Bizancio [sub Harpagia], quien dice que el rey Minos de Creta raptó a Ganimedes para que fuera su compañero de lecho «habiendo recibido instrucciones de Zeus».) Con la difusión de la filosofía platónica, la mujer griega, que hasta entonces había dominado en el campo intelectual, degeneró hasta convertirse en una trabajadora sin sueldo y criadora de hijos allá donde Apolo y Zeus fueran los dioses regentes.

4. El nombre de Ganimedes se refiere realmente a la gozosa excitación de su propio deseo ante la perspectiva del matrimonio, y no a la de Zeus cuando se refrescaba con el néctar que le servía su compañero de lecho, pero luego pasó en latín a catamitus, que dio la palabra inglesa catamite, la cual significa el objeto pasivo de la lujuria homosexual masculina.

5. La constelación de Acuario, identificada con Ganimedes, fue originalmente el dios egipcio que presidía el nacimiento del Nilo, y que servía agua de un jarro, no vino (Píndaro: Fragmento 110). Pero los griegos prestaron poca atención al Nilo.

6. El néctar de Zeus, que los últimos mitógrafos describieron como un vino tinto sobrenatural, era en realidad una primitiva aguamiel tostada (véase 27.2), y la ambrosía, el exquisito manjar de los dioses, aparentemente no era más que unas gachas preparadas con cebada, aceite y frutas troceadas (véase 98.7) con que se regalaban los dioses cuando sus pobres súbditos todavía subsistían a base de asfódelos (véase 31.2), malva y bellotas.

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