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25. Naturaleza y hechos de Atenea

a. Atenea inventó la flauta, la trompeta, objetos de alfarería, el arado, el rastrillo, la yunta de los bueyes, la silla de montar, el carro y el barco. Fue la primera en enseñar la ciencia de los números y todas las artes femeninas, tales como cocinar, tejer e hilar. Aunque era una diosa de la guerra, no obtiene placer de la batalla, como lo hacen Ares y Eris, sino que prefiere zanjar las disputas y hacer valer la ley por medios pacíficos. No lleva armas en tiempos de paz y, si alguna vez las necesita, suele tomarlas de Zeus. Su misericordia es grande: cuando los votos de los jueces quedan igualados en un juicio en el Areópago, siempre da un voto decisivo para dejar en libertad al acusado. Pero, una vez que entra en batalla, nunca pierde, incluso contra el mismísimo Ares, pues domina la estrategia y la táctica mejor que él, y los mejores estrategas acuden a ella en busca de asesoramiento.1

b. Muchos dioses, titanes y gigantes se habrían casado de buena gana con Atenea, pero ella rechazó siempre todas las insinuaciones. En una ocasión, durante la guerra de Troya, no quiso pedir armas prestadas a Zeus, que se había declarado neutral, y solicitó a Hefesto que le hiciera un juego de armas propio. Hefesto rechazó el pago y dijo tímidamente que aceptaría el encargo por amor, sin que ella se diera cuenta de lo que implicaban sus palabras, y cuando entró en su fragua para ver cómo martilleaba el metal al rojo vivo, él se giró de repente e intentó violarla. Hefesto, que no solía comportarse de modo tan grosero, fue víctima de una maliciosa broma: Posidón acababa de informarle de que Atenea iba de camino a su fragua, con el consentimiento de Zeus, esperando que el herrero le hiciera el amor violentamente. Cuando se apartó con brusquedad de él, Hefesto eyaculó en su muslo, por encima de la rodilla. Ella se secó con un puñado de lana que arrojó con asco, y esta lana fue a caer en tierra cerca de Atenas, fertilizando casualmente a la Madre Tierra que estaba de paso por allí. Repugnada por la idea de dar a luz un hijo que Hefesto había intentado dar a Atenea, la Madre Tierra declaró que no aceptaría ninguna responsabilidad de su crianza.

c. «Muy bien —contestó Atenea—, yo misma me ocuparé de él.» Así que se hizo cargo del niño en cuanto nació, dándole el nombre de Erictonio, y para impedir que Posidón se burlara del éxito de su broma, lo escondió en una cesta sagrada que entregó a Aglauro, la hija mayor del rey ateniense Cécrope, con la orden de que lo ocultara cuidadosamente.2

d. Cécrope, hijo de la Madre Tierra, quien como Erictinio —su padre, a decir de algunos— era en parte hombre y en parte serpiente, fue el primer rey en reconocer la paternidad. Se casó con una hija de Acteo, el primer rey del Atica. También instituyó la monogamia, dividió el Ática en doce comunidades, construyó templos a Atenea y abolió ciertos sacrificios sangrientos en favor de las sobrias ofrendas de tortas de cebada.3 Su esposa se llamaba Agraulo, y sus tres hijas, Aglauro, Elerse y Pándroso, vivían en una casa de tres habitaciones en la Acrópolis. Una noche, cuando las chicas habían vuelto de un festival llevando sobre sus cabezas los cestos sagrados de Atenea, Hermes sobornó a Aglauro para que le diera acceso a Herse, la más joven de las tres, de la que se había enamorado apasionadamente. Aglauro aceptó el oro de Hermes, pero no hizo nada para ganárselo, porque Atenea había hecho que se sintiera celosa de la buena suerte de Herse. Así que Hermes entró precipitadamente en la casa, transformó a Aglauro en piedra y satisfizo su deseo con Herse. Después que ésta le hubo dado dos hijos, Céfalo, el amado de Eos, y Cérice, el primer heraldo de los Misterios Eleusinos, ella, Pándroso y su madre Agraulo no pudieron resistir la curiosidad de echar un vistazo al cesto que había llevado Agraulo. Al ver un infante con cola de serpiente en vez de piernas, gritaron de horror y saltaron desde lo alto de la Acrópolis encabezadas por Agraulo.4

e. Al enterarse de esta desgracia, Atenea se sintió tan apenada que dejó caer la enorme roca que estaba llevando a la Acrópolis como fortificación adicional, la cual se convirtió en el monte Licabeto. En cuanto al cuervo que le llevó la mala noticia, le cambió su color de blanco a negro y prohibió que los cuervos volvieran a visitar la Acrópolis. Entonces Erictonio se refugió en la égida de Atenea, donde ella le crió con tanto cariño que muchos llegaron a creer equivocadamente que era su madre. Después llegó a ser rey de Atenas, donde instituyó el culto de Atenea, y enseñó a sus conciudadanos el uso de la plata. Su imagen fue puesta entre las estrellas como la constelación del Auriga por haber introducido el carro tirado por cuatro caballos.5

f. También es conocido otro relato muy distinto de la muerte de Aglauro, a saber: una vez, cuando se estaba lanzando un asalto contra Atenas, ella se tiró desde lo alto de la Acrópolis obedeciendo a un oráculo, y obtuvo así la victoria. Esta versión intenta explicar por qué todos los jóvenes atenienses, cuando tomaban las armas, visitaban el templo de Agraulo y allí ofrecían sus vidas a la defensa de la ciudad.6

g. Atenea, a pesar de ser tan modesta como Ártemis, es mucho más generosa. Cuando Tiresias la sorprendió un día por accidente tomando un baño, ella le puso sus manos sobre los ojos y le dejó ciego, pero como compensación le dio el don de la visión interior.7

h. No existen datos de que se mostrara realmente celosa más que en una ocasión. Así fue la historia: Aracne, una princesa de Colofón, en Lidia, famosa por sus tintes púrpura, era tan experta en el arte del tejido que la misma Atenea no podía competir con ella. Cuando se le mostró un lienzo en el que Aracne había tejido ilustraciones de romances olímpicos, la diosa trató de buscar minuciosamente un solo fallo, y, al no encontrarlo, destrozó el paño en una explosión de ira vengativa. Cuando la asustada Aracne se colgó de una viga, Atenea la convirtió en araña —el insecto que más odiaba— y transformó la cuerda en una telaraña, por la cual trepó Aracne para salvarse.8

1. Los atenienses hicieron de la virginidad de su diosa el símbolo de invencibilidad de la ciudad. Por este motivo disfrazaron los primitivos mitos en que ella había sido ultrajada por Posidón (véase 19.2) y Bóreas (véase 48.7), y negaron que Erictonio, Apolo y Licno («lámpara») fueran hijos suyos habidos con Hefesto. El nombre de «Erictonio» lo hicieron derivar de erion, «lana», o eris, «lucha», y chthonos, «tierra», e inventaron el mito de su nacimiento para explicar la aparición en pinturas arcaicas de un bebé-serpiente asomándose desde la égida de la diosa. La participación de Posidón en el nacimiento de Erictonio puede que fuera originalmente más simple y directa. ¿Por qué si no iba a introducir Erictonio en Atenas el carro de cuatro caballos de Posidón?

2. Atenea había sido la triple diosa, y cuando el personaje central, la diosa como Ninfa, fue suprimido, y los mitos relativos a ella transferidos a Afrodita, Oritía (véase 48.b) o Alcipe (véase 19.¿>), permanecieron la Doncella vestida con pieles de cabra especializada en el arte de la guerra (véase 8./) y la Vieja, que inspiraba a los oráculos y presidía todas las artes. Erictonio es tal vez una forma extendida de Erechtheus (véase 47.7), que significa «de la tierra del brezo» (véase 18.7) más que «mucha tierra», como se ha dicho normalmente. Los atenienses le representaban como una serpiente con cabeza humana porque era el héroe, o espíritu, del rey sacrificado que daba a conocer los deseos de la Vieja. En este aspecto de Vieja, Atenea era asistida por un cuervo y un búho. La antigua familia real de Atenas aseguraba ser descendiente de Erictonio y Erecteo, y sus miembros se hacían llamar erectidas; solían llevar serpientes de oro como amuletos y guardaban una serpiente sagrada en el Erecteón. Pero Erictonio era también un viento procreador que venía de las montañas cubiertas de brezos y la égida de Atenea (o una réplica de ella) se pasaba a todas las parejas de recién casados en Atenas para asegurar su fertilidad (Suidas sub Égida).

3. Se sabe que algunas de las más finas ollas de cerámica cretense fueron hechas por mujeres, y sin duda lo mismo puede decirse de todos los instrumentos útiles inventados por Atenea. Pero en la Grecia clásica el artesano tenía que ser hombre. Al principio la plata fue un metal más valioso que el oro, pues era más difícil refinarla y estaba consagrada a la luna. La Atenas de Pericles debió en gran parte su preeminencia a las ricas minas de plata del Laurio, explotadas primeramente por los cretenses, lo que permitió importar productos alimenticios y comprar aliados.

4. El suceso en que las hijas de Cécrope se arrojaron desde la Acrópolis puede haber sido la toma de Atenas por los helenos, tras lo cual se intentó obligar a practicar la monogamia a las sacerdotisas de Atenea, como en el mito de Halirrotio (véase 19.b). Preferían la muerte al deshonor; de ahí el juramento tomado por las jóvenes atenienses en el santuario de Agraulo. La otra versión de la historia de Agraulo es una simple anécdota moral: una advertencia contra la violación de los Misterios de Atenea. «Agraulo» era un título más de la diosa Luna. Agraulos y su transliteración aglauros significan casi lo mismo, siendo agraulos un epíteto homérico para los pastores y aglauros (al igual que herse y pandrosos) una referencia a la luna como supuesta fuente del rocío que refresca los pastos. En Atenas, las chicas salían de noche en luna llena durante el verano para recoger rocío con fines sagrados. La misma costumbre sobrevivió en Inglaterra hasta el siglo XIX. Era un festival llamado las Herseforias, o «recolección de rocío». De hecho, Agraulo o Agraule era un título de la misma Atenea, y se dice que Agraule fue adorada en Chipre hasta una época bastante tardía (Porfirio: Sobre vegetarianismo 30), incluso con sacrificios humanos. Un anillo de oro de Micenas muestra a tres sacerdotisas avanzando hacia un templo: las dos primeras van salpicando rocío, la tercera (supuestamente Agraulo) lleva una rama atada al codo. Esta ceremonia quizás fuese originaria de Creta. La seducción de Herse por Hermes, por la cual pagó oro a Agraulo, debe de referirse a la prostitución ritual de las sacerdotisas ante una imagen de la diosa: Aglauro convertida en piedra. Los cestos sagrados llevados en tales ocasiones debían de contener serpientes fálicas y objetos orgiásticos parecidos. La prostitución ritual por los adoradores de la diosa Luna era practicada en Creta, Chipre, Siria, Asia Menor y Palestina.

5. La expulsión del cuervo por Atenea es una variante mítica del destierro de Crono —Cronus significa «cuervo» (véase 6.2)—, el triunfo en realidad del olimpismo, cuya introducción se ha atribuido erróneamente a Cécrope, que verdaderamente es Ofión-Bóreas, el demiurgo pelasgo (véase 1.7). El cambio de color del cuervo recuerda el nombre de la equivalente galesa de Atenea: Branwen, «cuervo blanco», hermana de Bran (véase 57.7). Al parecer, Atenea tenía el título de «Coronis».

6. Su venganza contra Aracne puede ser algo más que una simple fábula agradable si se tiene en cuenta que recoge una antigua rivalidad comercial entre los atenienses y los talasócratas, o gobernantes del mar, que eran de origen cretense. Numerosos sellos con el emblema de una araña que se han encontrado en la cretense Mileto —ciudad materna de la Mileto caria y la mayor exportadora de prendas de lana teñidas del mundo antiguo— indican la existencia de una industria textil pública que funcionaba allí a comienzos del segundo milenio a.C. Durante un tiempo los milesios controlaron el suculento comercio del mar Negro y tuvieron un entrepót en Naucratis, Egipto. Atenea tenía buenas razones para estar celosa de la araña.

7. En Homero se aprecia una aparente contradicción. Según el Catálogo de los barcos (Ilíada ii.547 y ss.), Atenea instaló a Erecteo en su rico templo de Atenas. Pero, según la Odisea (vii.80), ella va a Atenas y entra en la fortaleza de él. Lo cierto es que el rey sagrado tenía sus propias dependencias en el palacio de la reina donde se guardaba la imagen de la diosa. No había templos en la Grecia micénica ni en Creta, sólo santuarios domésticos o cuevas oraculares.

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