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1.4. La biografìa

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Avito, aclamado emperador, como hemos visto, en Galia, entra en Roma antes de acabar el año 455, acompañado de su yerno Sidonio, nuestro poeta. La hija del nuevo emperador, Papianila, estaba casada con él, posiblemente desde 451/52.

Sidonio había nacido el 5 de noviembre 16 de 430/3 d. C. en Lyon, en el seno de una familia de la aristocracia galo-romana con rango senatorial. Su padre y su abuelo, que fue quien se convirtió al cristianismo, habían desempeñado el cargo de prefecto del pretorio de las Galias. Por parte de su madre estaba emparentado con la casa arvernesa de los Avitos, relación que fue reforzada por su matrimonio, del que nacerían con el transcurso de los años un hijo y dos o tres hijas 17 .

Había recibido una educación modélica para aquellos tiempos 18 . Asistió a las clases del gramático en Lyon, a las de retórica en Arles y, en el seno de su familia, había aprendido las verdades de la fe cristiana 19 . De esos años o de estudios posteriores procede su formación en las distintas ramas de la filosofía: aritmética, geometría, astronomía y música, de la que él mismo da testimonio 20 . Desde joven había tenido facilidad para improvisar y componer versos, como lo demuestra el hecho de que ya en 456 pronunciara el primero de los panegíricos.

Al casarse, Sidonio recibió como dote la finca rural de Avitacum, situada probablemente a orillas del lago de Aydat, cerca del actual Clermont-Ferrand. Esta finca, donde pasó largas temporadas de su vida, le convirtió en un amante de Arvernia, por cuya independencia frente a los bárbaros empeñaría todas sus fuerzas en los últimos años.

Tras el nombramiento de su suegro como emperador se le abrieron grandes posibilidades de hacer una brillante carrera política. Por de pronto se le encargó que pronunciara el panegírico en Roma con ocasión de la toma de posesión del consulado del nuevo emperador el 1 de enero del 456. De resultas de esta actuación pública, con sólo veinticinco años, fue honrado con una estatua de bronce en el foro de Trajano, por decisión senatorial.

Pero Avito, que no contaba ni con el reconocimiento del Imperio de Oriente ni con el apoyo de la aristocracia italiana, tuvo que huir ya en el verano de ese mismo año de Roma y de su rival Ricimer, a la sazón maestre de ambos ejércitos, y que desempeñaba una función de poder para hacer y deshacer emperadores análoga a la que había tenido Aecio en la primera mitad del s. v. Las tropas que se mantuvieron fieles a Avito fueron derrotadas, primero junto a Rávena y luego definitivamente en Piacenza. Él mismo, en un último intento de salvar su vida, se hizo ordenar allí obispo, pero cayó en el camino de huida hacia su patria.

En la Galia se formó a raiz de estos sucesos una oposición que se negó a reconocer a Mayoriano 21 , el nuevo emperador instituido por Ricimer en 457, y favoreció la candidatura de Marcelino (coniuratio Marcelliniana ), quien igual que Mayoriano había combatido bajo Aecio y, desde la muerte de éste, reinaba con independencia sobre Dalmacia. Los cabecillas de este grupo eran algunos nobles, que, para ganarse el apoyo de los burgundios, permitieron que éstos establecieran una guarnición en Lyon y les entregaron una buena parte del territorio circundante, para que se asentaran en él.

No se sabe exactamente en qué medida Sidonio participó en esta sedición 22 . En cualquier caso, tras la caída de Lyon en manos de Mayoriano, encontró pronto el favor de éste —que se mostró prudente para reducir a burgundios y visigodos a su estado anterior de federados y moderado con los galos—, probablemente gracias a la mediación de Pedro 23 , el secretario del nuevo emperador. Lo cierto es que se le encargó la composición del Panegírico en su honor, que Sidonio pronunció en Lyon mismo el 1 de enero del año siguiente. En reconocimiento, recibió el título honorífico de conde (comes ). No se puede determinar con exactitud qué consecuencias tuvo ese título para la vida del poeta en los tres años siguientes 24 .

Poco después de estos sucesos, el poeta dirigió al emperador una petición —el Poema 13— para que Lyon fuera liberada de un impuesto que había recibido como castigo a su resistencia y parece que éste accedió a levantarlo.

La buena estrella de Mayoriano no fue de larga duración. Fracasos en la lucha contra Genserico y su caída en desgracia ante Ricimer llevaron a éste a conspirar contra él y asesinarle en 461, sustituyéndolo por Libio Severo. Muerto este último en 465 y tras un período de diecisiete meses sin colega en Occidente, el emperador de Oriente León I, ante la petición insistente de toda Italia, nombra emperador a Antemio en 467.

Sidonio Apolinar, quien desde la desaparición del emperador Mayoriano en el 461 se había retirado a su finca de Avitacum, dedicando la mayoría del tiempo a visitar a sus amigos y escribir en prosa y en verso 25 , viaja de nuevo a Roma como embajador de la Arvernia para exponer ante el nuevo emperador la situación de su patria, acosada por los visigodos.

Una vez allí y por mediación del influyente senador Basilio, Sidonio tuvo por tercera vez en su vida la oportunidad de pronunciar, de nuevo en Roma, el panegírico con ocasión de la toma de posesión de la dignidad consular por parte de Antemio (1 enero 468). En reconocimiento, fue prefecto de la urbe para ese año 26 .

Es precisamente en este poema donde no puede silenciar a Ricimer 27 y le reconoce algunos éxitos en la defensa de Italia contra los piratas vándalos. Ante él, que había eliminado a su suegro, Sidonio debió adoptar una posición delicada y difícil de mantener.

A lo largo de 469, Sidonio, convertido en patricio, el mayor título honorífico que se podía obtener, volvió a Arvernia y fue nombrado obispo del lugar. No es seguro si antes desempeñó algún oficio clerical inferior. Se ha dado por supuesto que los motivos que le llevaron a dar ese paso fueron de carácter político: a la vista de la caída del aparato estatal, la Iglesia se presentaba como el único poder estable y muchos nobles pensaban que sólo como detentadores de un cargo eclesiástico mantenían la posibilidad de intervenir de modo decisivo en la vida pública.

Lo cierto es que este cambio de misión tiene repercusiones profundas en su vida. Por de pronto renuncia a seguir cultivando la literatura profana y decide no volver a componer poesía, salvo de contenido religioso 28 . Pero más allá de esta declaración de principios, hay que reconocer en su obra literaria, concretamente en el epistolario, rasgos de una profunda fe y un tenor de vida en consonancia con el alto cargo que pasa a desempeñar.

Es verdad que no ha tratado de modo sistemático ningún tema teológico 29 ni ha investigado a fondo problemas de la doctrina de la Iglesia que entonces eran objeto de duros debates 30 , pero a través de sus escritos se puede apreciar su fe firme, su vida de piedad, su preocupación por las almas que le han sido confiadas 31 . Su actitud es tal que no sólo está permitida sino que se impone pensar en la posibilidad de que la razón de su futura oposición a los godos haya sido tanto su condición de bárbaros, que amenazaban con la ruina de la civilización romana, como la de herejes, que, con su arrianismo, ponían en peligro la unidad de la Iglesia y la salud de las almas.

Mientras tanto la situación de Arvernia empeoraba porque, en ese mismo año (469/70) el rey visigodo Eurico (466-484), en conspiración con el prefecto del pretorio para las Galias, Arvando, rompió el tratado que había sido renovado en 459 y ocupó Aquitania, que unos meses más tarde, en 471, había caído ya completamente en su poder. También los burgundios, que habían ocupado de nuevo Lyon tras la muerte de Mayoriano, y a partir de 463 se habían extendido por todo el valle del Ródano, mostraron deseos de expansión.

El emperador Antemio no tuvo ninguna fortuna con sus empresas militares. En primer lugar fracasaron sus generales en la expedición conjunta de los dos imperios contra Genserico, quien una vez más dio pruebas de su astucia, destruyendo la escuadra imperial; y cuando dirigió sus esfuerzos a defender la Galia contra los godos de Eurico, su ejército, después de haber atravesado los Alpes desde Italia en 471, fue también derrotado.

Así que Ricimer, a quien no satisfacía plenamente ninguno de los emperadores que él mismo entronizaba, después de asesinar a Antemio en 472, colocó a Olibrio en el poder supremo. Pocas semanas después moría él mismo y, en marzo del año siguiente, su sucesor como patricio, el burgundio Gundobado, logró que las tropas de Rávena proclamaran como nuevo emperador a Glicerio. León I, que continuaba en Oriente, no aceptó este nombramiento y a su vez nombró a Nepote.

Este último quiso emprender cuanto antes negociaciones de paz con Eurico, quien, ocupado en consolidar sus conquistas en Hispania, se había mantenido alejado de Arvernia durante casi cuatro años.

Ahora, en 475, se firman pactos por los que esta región viene a ser entregada a los godos, entre la gran decepción de quienes la habían defendido como territorio romano. Así, tras una dura defensa, en la que contaron con el apoyo de los burgundios, que tampoco querían caer en poder de los godos, tuvo que capitular y se entregó en 475. Sidonio, quien, junto con su cuñado Ecdicio, había participado decisivamente en la organización de la resistencia, fue desterrado a la fortaleza Livia, cerca de Carcasona. Sin embargo, poco después, en 477 o incluso en 476, gracias a la intervención de León —uno de sus colegas obispos— ante la corte visigótica de Tolosa, vuelve a Clermont.

A estas alturas se había consumado la definitiva desaparición del imperio: Odoacro había sido nombrado rey de Italia, después de haber derrocado al último emperador de Occidente, Rómulo Augústulo. En la obra literaria de Sidonio no aparece ningún rastro de este acontecimiento, al que quizá no se le dio entonces el valor, más bien simbólico, que se le atribuye ahora.

A partir de su vuelta del destierro encontramos a Sidonio de nuevo al frente de su diócesis, donde permaneció hasta su muerte, datada entre el 482 y el 487. En 490 murió su sucesor Aprúnculo, pero consta que en 480 Sidonio estaba aún en funciones.

Poco después de su muerte fue proclamado santo y se le sigue venerando en la actual diócesis de Clermot-Ferrand, donde se celebra su fiesta el 21 de agosto.

Esta biografía, pasando por encima algunas lagunas de cronología de poca entidad, presenta a los ojos de un observador actual un claro interrogante: ¿cómo es posible que un personaje que ha desempeñado a lo largo de su vida tantas tareas civiles se convierta de un día para otro en obispo de la Iglesia Católica? ¿Dónde está la clave de un cambio tan espectacular en sus ocupaciones? ¿A qué obedece este viraje radical que trasforma, como de la noche a la mañana, a un hombre tal en el pastor de una diócesis? Quizá se entiende mejor este cambio si se tiene en cuenta de una parte su extracción social —el patriciado galo-romano—, junto con la raigambre de su fe y sus extraordinarias dotes personales.

De otra parte, el suyo no es un caso aislado, más bien puede decirse que se trata de un fenómeno de carácter general. Entre sus contemporáneos son numerosas las trayectorias análogas 32 . Y debe decirse que los resultados de ese comportamiento fueron muy positivos. Esa generación de prelados católicos, preclaros exponentes de la aristocracia gala, fue capaz, no sólo de salvar para las generaciones futuras la cultura clásica sino de rescatar del arrianismo a los pueblos godos, restableciendo así la unidad de la fe.

La conversión del rey franco Clodoveo, en la Navidad de 496, haría de la Galia —ya rebautizada en Francia— la fille aînée de la Iglesia católica.

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