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1.1. El imperio romano de Occidente desde 406 hasta su caída en 476

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El largo reinado de Honorio (393-423) fue perturbado una y otra vez por diferentes usurpadores —Constantino III (407-411); Prisco Átalo (409-410 y 414-415); Máximo (409-411 y 418-421); Jovino (411-413)—, que contribuyeron de un modo decisivo a que la administración central, única garante de la cohesión entre territorios muy diversos, se diluyera hasta la ineficacia. Por lo que respecta a la Galia, esa larga sucesión de emperadores hizo que se despertara un fuerte sentido nacional, que se acentuó en los períodos en que Constantino III y Jovino se mantuvieron en el poder y sobre todo como reacción a las medidas represivas que tomó Constancio III, asociado al trono de Honorio en 421, contra los que habían apoyado a los insurrectos.

Para asegurar la lealtad de los galo-romanos se consideró necesario integrar a los nativos en algunos cargos administrativos, sobre todo en la prefectura de la Galia. De este tiempo procede también la institución del consejo de las siete provincias en el que algunos prohombres de las regiones del sur del país discutían asuntos de interés general y hacían recomendaciones a las autoridades. En esos gremios los consejeros recibían el estímulo necesario para mantener, a pesar de encontrarse en tierras ya ocupadas por los bárbaros, su mentalidad romana. El foco de esa influencia residía en Arles, una especie de capital de la Galia romana en esta época.

El 2 de julio de 419 nació el futuro emperador Flavio Plácido Valentiniano. Su padre, Constancio III, había hecho todo lo posible por mantener la unidad, pero murió en 421. Dos años más tarde, el 15 de agosto de 423, desapareció también Honorio. En 425, tras dos años de interregno de otro usurpador, Juan, subió al trono Valentiniano III, quien a la sazón tenía 6 años.

Durante los doce siguientes, su madre Placidia actuó como regente y pudo apoyarse, para las campañas militares en defensa de la unidad del imperio, en Aecio, quien tuvo el acierto de no entrar en intrigas políticas y mantenerse como garante de la paz con los pueblos bárbaros, acudiendo solamente a aquellos frentes en que se solicitaba su ayuda. Tuvo que sofocar sucesivamente una revuelta de los armóricos; en 428 3 , rechazar a los francos al otro lado del Rin y repetir la misma operación tres años después. En el corto espacio de tiempo entre las dos campañas peleó contra los jutungos (430) y otros pueblos en el Nórico y en la Recia y fue nombrado general en jefe de las fuerzas armadas del Imperio de Occidente. Para todas esas operaciones y para imponerse sobre Bonifacio y su hijo político Sebastián, a quienes Placidia había querido situar en el puesto de Aecio, éste cuenta con la alianza de los hunos 4 . Él mismo o su lugarteniente Litorio tienen que sofocar repetidas revueltas de burgundios, francos y sobre todo los intentos de expansión de los godos, para lo cual cuenta con la colaboración diplomática de Avito, el futuro emperador 5 .

Los años siguientes están marcados igualmente por campañas de Aecio, esta vez de común acuerdo con los visigodos, contra Atila, el caudillo huno. Pero todo ese esfuerzo, que mantiene en equilibrio inestable el imperio y el gobierno central (situado en Rávena desde el 400 y debilitado por las intrigas y las luchas de poder entre jefes militares y pretendientes al trono que rivalizaban entre sí) era insostenible y se viene abajo cuando en 454 el emperador Valentiniano elimina a Aecio.

En efecto, Valentiniano III y el eunuco Heraclio perpetran ese crimen el 21 de septiembre del 454. Petronio Máximo, un ambicioso personaje, cabecilla de la aristocracia senatorial italiana, instiga ese asesinato con la esperanza de suceder a Aecio como patricio y jefe de los ejércitos imperiales. Al no lograrlo elimina a Valentiniano III apenas unos meses más tarde, el 16 de marzo del 455. Al día siguiente es proclamado emperador, pero dos meses y medio más tarde cae él mismo a manos del populacho cuando intenta huir en secreto ante la entrada de los vándalos en Roma 6 .

En ese momento, y de acuerdo con el rey visigodo Teodorico II, fue nombrado emperador en Arles el aristócrata galo Flavio Eparquio Avito, que había sido maestre de la milicia y tenía tras de sí una brillante carrera militar y política.

Con él se abre un período de reinos cortos, que desembocará en la desaparición del Imperio bajo Rómulo Augústulo en 476. Estos últimos años podremos seguirlos de cerca a través de los poemas sidonianos.

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