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2.2.4. La correspondencia de Sidonio

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Es sintomático que este último pasaje surge a raiz de una invitación del obispo Eufronio a que Sidonio escriba un comentario a la Sagrada Escritura. Éste se niega porque está convencido de que, en contraste con padres de la Iglesia como Jerónimo y Agustín (también habla de Orígenes), le falta talento para acometer semejante empresa.

Considera sin embargo que está en condiciones de componer epístolas y es aquí donde no se contenta con continuar esta doble tradición —pagana y cristiana— sino que pretende aunarla y repetidas veces manifiesta su propósito de armonizar e incluso fundir la primera cultura (griega y latina) con la segunda 63 .

La correspondencia de Sidonio consta de ciento cuarenta y siete piezas, distribuidas en nueve libros. Todas son suyas, con una excepción, la dirigida (IV 2) a nuestro autor por Claudiano Mamerto, el autor del tratado De statu animae. Una de ellas (V 16) está dirigida a su mujer, el resto a amigos; de ellas, tres a dos personas a la vez 64 .

Tanto en las fórmulas del encabezamiento como en la despedida final presentan rasgos de la doble tradición de la que hemos hablado. El comienzo es siempre el mismo: primero el nombre del remitente; a continuación, en dativo, el del destinatario con un suo antepuesto. Pero cuando los destinatarios son obispos, el saludo es diferente: domino papae. Algo análogo ocurre con el final. De ordinario, basta con el normal vale, pero cuando el corresponsal es un obispo, esas mismas misivas acaban con una fórmula especial: «dígnate acordarte de mí, señor obispo» 65 .

Estos escritos fueron compuestos en la madurez de nuestro autor, entre 470 y 480. No fueron publicados todos a la vez, sino por grupos. Los siete primeros libros constituyen un corpus, iniciado y acabado por sendas misivas al mismo destinatario, Constancio, que había pedido al autor editara sus epístolas. En la última se dice expresamente que a él le pertenece tanto el final como el principio de la colección. A esta edición de siete libros siguió una de ocho, porque Petronio, otro de sus amigos, deseaba una nueva publicación de la correspondencia. Tampoco entonces se concluyó definitivamente el proceso. Firmino le llamó la atención sobre el hecho de que Plinio, el modelo declarado de Sidonio, había publicado su correspondencia en nueve libros. Por ello era aconsejable que también la de Sidonio constara del mismo número. Como respuesta a esta sugerencia se llegó a la colección completa en nueve libros.

Pero ya en la primera edición de siete se pueden constatar algunos cortes. En efecto, en el cuarto cuenta nuestro autor que León le ha aconsejado que, puesto que ya ha dado por concluido el trabajo epistolar, se dedique a escribir historia. No hay que excluir por tanto que una colección de tres libros hubiera visto ya la luz pública. Incluso cabe pensar que ya antes hubiera tenido lugar la publicación de libros por separado. En una carta del tercero se cuenta que Plácido de Grenoble se entrega a la lectura afanosa de las epístolas de Sidonio. Por tanto parece que ya para entonces estaban en circulación o uno de los dos primeros libros o ambos a la vez.

Esta noticia muestra que estas composiciones, que ya de entrada estaban destinadas a ser publicadas, se habían difundido mucho. Recibir una misiva de Sidonio era apreciado como una distinción. Una enviada a Fortunal comienza con las palabras: «Tú también vas a entrar en mi obra escrita» (VIII 5, 1). Mamerto Claudiano se extraña de no haber sido aún citado en la correspondencia de Sidonio (IV 2, 2). Éste se excusa ante Gelasio por no haberle incluido aún en ella (IX 15, 1).

Dado que estas misivas se dirigen al público, sólo pueden ser tenidas en cuenta aquellas que presentan un cierto interés general, no tienen carácter confidencial y no dan motivo a una enemistad personal.

Además, teniendo en cuenta que deben proporcionar un placer estético al lector y que una exigencia fundamental del género es el cuidado estilístico, las auténticas cartas, antes de ser dadas al público, necesitan una adaptación. Finalmente, como la mayor parte han sido compuestas ya para su publicación, Sidonio sigue la regla de Plinio 66 de que cada una se ocupe solamente de un tema. Por supuesto, la relación de éste con el destinatario es de ordinario débil.

Para comprender el orden de cada uno de los escritos en la colección son importantes algunos criterios: si uno se refiere a otro anterior, éste último se pone por delante; destinatarios a quienes se quiere honrar especialmente ocupan un primer puesto en cada libro.

En cuanto a los temas, tocan los sucesos más variados, tanto de la vida diaria, como de la social, política, literaria, artística y religiosa. Por ello el epistolario de Sidonio está muy por encima del de Símaco. Por ejemplo, se encuentra, como ya se ha dicho, un retrato del rey Teodorico (I 2), la descripción de un viaje a Roma (I 5), la narración del proceso de Arvando (I 7), la historia de la sátira falsamente atribuída a Sidonio (I 11), la descripción de su villa (II 2), su crítica del escritor Claudiano Mamerto (IV 11; V 2), el juicio de Lampridio (VIII 11), la comparación entre Avieno y Basilio (I 9).

El mismo Sidonio ha calificado su correspondencia como un espejo de su vida interior (VII 18, 2) y no sin razon porque su biografia, como hemos visto, está marcada por el dramatismo de los acontecimientos que se suceden a su alrededor (inestabilidad del poder central del imperio, guerras con los pueblos bárbaros sin excluir el reino visigodo con capital en la cercana Tolosa, invasión de los hunos de Atila) y que repercuten directamente en su azarosa vida. Pero al mismo tiempo no se puede olvidar que su epistolario no se entronca en la correspondencia de Cicerón con su amigo Ático, sino que se inscribe en una tradición de siglos que había convertido la carta en una pieza literaria, compuesta según las rígidas prescripciones de la escuela de retórica y vivificada solamente por los contenidos específicamente cristianos que describimos más adelante 67 .

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