Читать книгу E-Pack Jazmin Especial Bodas 2 octubre 2020 - Varias Autoras - Страница 8
Capítulo 2
ОглавлениеAxel ahogó un juramento mientras la veía alejarse en el coche. Alzó la mirada hacia el cielo invernal y soltó una exhalación. A pesar de lo que Tara le había dicho, dudaba de que fuera al baile aquella noche. Pero, ¿qué esperaba? ¿Que le diera la bienvenida con los brazos abiertos?
Había tenido muchas aventuras a lo largo de su vida; siempre con mujeres que jugaban con las mismas reglas que las suyas. Pero el fin de semana con Tara había sido algo diferente. Ella era diferente. Siempre lo había sido. Lo había sabido desde el día que la había conocido, cinco años atrás.
Comenzó a vibrar el móvil que llevaba en el bolsillo y lo sacó rápidamente.
—¿Has hablado con ella? —le preguntó su tío.
—No exactamente.
—Pues la situación no está para ese tipo de respuestas. Sloan es un hombre muy valioso para nosotros y le di mi palabra de que continuaría ocupándome de su hermana. Quiero informes a diario.
Tristan Clay no era sólo el tío de Axel. Era también su jefe y lo había dejado bien claro después del desastroso final de su última misión para Hollins-Winword.
La principal preocupación de aquella agencia de agentes secretos era la seguridad, ya fuera a escala nacional o internacional. En algunas ocasiones, manejaban incluso asuntos que las agencias del gobierno no podían asumir por los canales normales. Aquél había sido el caso de la última misión de Axel, que había sido un auténtico fracaso.
No había conseguido garantizar la seguridad de nadie, y menos la de la amante de Sloan McCray.
Como resultado, Tristan había hecho exactamente lo que debía: le había expulsado temporalmente de la agencia. Y así había estado hasta ese mismo día. Aquella mañana había ido a ver a su tío. Tristan pretendía que renunciara a su trabajo, que era, lo que en realidad, el propio Axel había estado pensando desde que había sido expulsado. Pero, curiosamente, no había querido renunciar.
Al contrario, se había descubierto suplicándole a su tío que le asignara una última misión. No sólo por lo que había pasado con Sloan McCray, sino por la propia misión: Tara Browning.
El hecho de que fuera la hermana de McCray sólo complicaba la situación para él y era extraño que Tristan se hubiera mostrado de acuerdo. Aun así, había aceptado su propuesta y aunque McCray pusiera el grito en el cielo cuando se enterara, no estaba en situación de negarse.
—Tendrás informes diariamente —le aseguró Axel.
Colgó el teléfono antes de que Tristan pudiera arrepentirse y recorrió el aparcamiento a grandes zancadas para llegar a su camioneta. Apenas acababa de meter la llave en el encendido cuando volvió a sonar el teléfono.
—¿Sí?
—¿Así es como contestas normalmente el teléfono?
Axel esbozó una mueca al oír la voz de su madre y puso la camioneta en marcha.
—Supongo que ya te has enterado —en Weaver las noticias corrían como la pólvora.
—¿Estás en el pueblo? Supongo que podrás imaginarte lo contenta que estoy de haberme enterado de que estás aquí por boca de otros. He recibido tres llamadas de personas diferentes diciéndome que habían visto tu camioneta por la calle principal.
—Lo siento, tenía un asunto del que ocuparme.
—Con Evan, supongo —concluyó Emily, haciendo que Axel se sintiera mucho más culpable.
—Todavía no he hablado con Evan —admitió.
Sabía perfectamente que Emily ya estaba enterada. Evan Taggart era el veterinario del pueblo, además de su cuñado, pero habían decidido dedicarse juntos a la cría de caballos incluso antes de que Evan se hubiera casado con Leandra, la hermana de Axel.
El negocio iba cada vez mejor y además era una tapadera perfecta para las otras actividades de Axel, de las que, por cierto, Evan siempre había estado enterado.
—¿Y cuándo piensas pasarte por la granja?
La granja era la Granja Clay, un importante criadero de caballos que sus padres tenían a las afueras del pueblo. Era allí donde él había crecido y el lugar al que siempre regresaba, pero nunca hasta entonces había regresado al pueblo con un cargo de conciencia como aquél y no podía negar que se sentía sin fuerzas para volver a la casa familiar.
—Pronto, todavía tengo que ocuparme de algunos asuntos en Weaver.
—Esta noche hay un baile en el instituto por el día de San Valentín. Tu padre y yo estaremos por allí.
—Sí, ya lo sé, he pasado por el gimnasio.
—Entonces habrás visto a Courtney. Es increíble, pero ha sido la encargada del puesto de besos de este año.
La última vez que Axel había visto a su prima, ésta estaba llorando desconsoladamente en el funeral que sus padres habían organizado en recuerdo de su hermano Ryan, que había desaparecido en una misión.
—Tenía una cola que daba la vuelta al gimnasio —dijo Axel.
—Me encanta verla de nuevo feliz. Ha pasado un año muy duro.
Axel no fue capaz de decirle nada a su madre. No podía explicarle en aquel momento la verdadera razón por la que había evitado a la hermana pequeña de Ryan. Ryan le había obligado a prometer que no diría nada.
—¿Has visto a Hope o a Tristan? —continuó su madre.
—En el gimnasio no —por lo menos eso era cierto. Se había encontrado con Tristan en su despacho de CeeVid.
—Entonces, si estás todavía en el pueblo, pásate por el baile.
Si creyera que Tara tenía intención de ir al baile se pasaría por allí, pero lo dudaba muy seriamente.
—Ya veré.
—Supongo que eres consciente de que mañana es domingo —continuó Emily—. Si no te vemos esta noche en el baile, espero verte mañana a la hora de comer.
—¿Quién se encarga de la comida este domingo? —su madre y sus tías se turnaban cada domingo para organizar una comida familiar.
—Mañana cocina Jaimie —contestó su madre—. Iremos todos a su casa.
Su casa era el rancho Double-C, en el que se habían criado sus padres y sus tíos y en el que todavía vivían Squire, su abuelo y su esposa, Gloria, junto con los tíos de Axel, Matthew y Jaimie. Aquel lugar iba a recordarle el peso de la traición tanto como su propia casa.
—¿Y piensa ir todo el mundo?
—Ha pasado casi un año desde la última vez que estuviste por aquí, cariño, ¿a ti qué te parece?
—Si no me ves hasta mañana a la hora de la comida, no te preocupes.
—Yo siempre me preocupo por ti. No se le puede pedir otra cosa a una madre.
Axel se despidió de ella y colgó el teléfono. No quería pensar en madres e hijos en aquel momento. Y eso tenía mucho que ver con la razón por la que no tenía ninguna gana de regresar a Weaver. Tenía una buena familia. Ninguno de sus miembros se merecía el secreto que guardaba sobre Ryan. Pero si no mantenía aquel secreto, Axel temía que ocultara con más celo su paradero y ya le había costado demasiado tiempo encontrarlo.
Quizá no pudiera hacer nada respecto a su propia familia, pero, definitivamente, sí podía hacer algo por la familia McCray.
Salió del aparcamiento y se dirigió por la calle principal hasta Classic Charms. Cuando llegó allí, estuvo considerando si debería continuar sentado tras el volante observando la tienda desde allí o debería hablar con Tara para hacerle comprender la gravedad de la situación.
Algo que le habría resultado infinitamente más fácil si no hubiera cometido el error imperdonable de haber pasado con ella todo un fin de semana en Braden.
Tristan le había ordenado que fuera a aquel bar para mantener un encuentro rápido con McCray. La última persona que esperaba encontrarse allí era su hermana. Pero allí estaba.
Había estado observándola desde una esquina de la barra durante más de una hora y había podido ver cómo iba desapareciendo la luz de la ilusión de aquel precioso rostro de enormes ojos castaños.
Sabía que no debería haberse interpuesto en su camino cuando había decidido abandonar el bar. Pero lo había hecho. Y no era capaz de arrepentirse de lo ocurrido.
Estaba loco por Tara desde la primera vez que la había visto, desde que, cinco años atrás, Tara había ido a vivir a Weaver. La única razón por la que no había dado rienda suelta a aquellos sentimientos era el hecho de que Tara viviera en Weaver por razones de seguridad.
Sin embargo, aquella noche en Braden, la atracción había resurgido con más fuerza que nunca y además, en aquel entonces, él estaba a punto de presentar a Tristan su renuncia.
Pero era consciente de que en realidad no tenía excusa. No debería haberla tocado y lo sabía.
Tomó un cambio de sentido y aparcó delante de la tienda. Estaba cerrada, por supuesto. Bajó de la camioneta y llamó a la puerta mientras miraba a través de la ventana.
No podía ver a Tara en su interior, pero no le sorprendió. La tienda estaba abarrotada de muebles, ropa y toda clase de adornos.
Volvió a llamar, con más fuerza. Y Tara terminó apareciendo.
Se había remangado la sudadera por encima de los codos y llevaba el pelo recogido en una especie de moño no particularmente efectivo a juzgar por los mechones de pelo que escapaban para enmarcar su rostro de duende.
Cuando llegó a la puerta, hizo una mueca y señaló el cartel que había puesto en la ventana para indicarle que la tienda estaba cerrada.
—No pienso marcharme, Tara —replicó Axel.
—Déjame en paz, ¿o tengo que llamar al sheriff?
—Llámale si quieres. Hace un año que no veo a Max. Es una oportunidad tan buena como cualquier otra para que nos pongamos al día.
—Supongo que debe de ser una sensación agradable estar emparentado con la mitad del pueblo.
En realidad, a veces era casi una maldición.
—¡Abre!
—¿No eres capaz de aceptar un no como respuesta?
—No —un golpe de viento arrastró hasta él una ráfaga de nieve—. Así que podrías dejarme pasar.
Tara miró por encima de Axel hacia la calle. Éste no habría podido decir si fue la visión de su camioneta o la del turismo que pasaba en aquel momento por allí la que le hizo esbozar una mueca. Pero tampoco le importó, teniendo en cuenta que al final le abrió.
—Podrías haber aparcado en el callejón que hay detrás del edificio —le reprochó mientras cerraba la puerta tras él—. Todo el mundo en el pueblo reconoce tu camioneta.
—¿Y?
—Y no quiero que la gente se pregunte qué estabas haciendo aquí —Axel comenzó a bajarse la cremallera de la cazadora—. No te molestes en quitártela —le advirtió Tara—, no vas a quedarte mucho tiempo.
Axel se quitó de todas formas la cazadora y la dejó sobre una barra de madera de caoba en forma de u que hacía las veces de mostrador en el centro de la tienda.
—Hay alguien que quiere acabar con tu hermano —dijo bruscamente.
Por un instante, Tara se limitó a mirarle con los ojos abiertos como platos. Después parpadeó lentamente.
—¿Perdón?
—Ya me has oído. Le han puesto precio a la cabeza de tu hermano.
Tara se sentó bruscamente en un sofá de cuero; un sofá tan grande que le hacía parecer incluso más indefensa.
—¿Cómo… cómo lo sabes?
—Porque trabajo para la misma agencia que te hizo instalarte en Weaver cuando tu hermano tuvo que pasar a la clandestinidad en la Brigada de Estupefacientes.
Tara palideció de tal manera que Axel corrió hacia ella y posó la mano en su espalda.
—¿Sabes dónde está Sloan? —tragó saliva—. ¿Está bien? Se supone que está en Chicago bajo protección, ¿no es cierto?
La verdad era que Axel no estaba del todo seguro del paradero de Sloan.
—Nos mantenemos en contacto —respondió, aunque Tristan era el único con el que McCray mantenía algún tipo de comunicación.
Vio la expresión asustada de Tara y se obligó a meter las manos en los bolsillos para evitar tocarla otra vez. Ya había habido demasiado contacto entre ellos. El recuerdo de las horas que habían compartido todavía le quitaba el sueño.
—¿Qué sabías tú del caso en el que estaba trabajando?
Tara se apartó un mechón de pelo de la cara.
—Lo único que sé es que cuando se infiltró en la banda de Deuce quería que me alejara de Chicago por si alguien sospechaba que no era el ex confidente que fingía ser —dejó caer las manos en el regazo—. Pero era una exageración. En realidad, nunca me pasó nada, ni mientras estuvo infiltrado en la banda ni cuando consiguió que les detuvieran —miró alrededor de la tienda—. Tuve que renunciar a mi casa para venir aquí. Pero esto es algo temporal. Sólo continuaré aquí hasta que todo esto termine.
Una decisión que había durado ya cinco años no parecía tan temporal como Tara pretendía, pero Axel prefirió no decirlo.
—Unos años antes de que Sloan se infiltrara en la banda, lo había hecho otro agente federal, pero le descubrieron y mataron a su familia antes de acabar con él.
No había manera de suavizar lo ocurrido, pero aun así, Axel se sintió como un auténtico canalla al verla palidecer todavía más.
—Los federales no pudieron acusar a nadie en ese momento —continuó con voz queda—. Ha sido tu hermano el que ha conseguido cerrar el caso y ahora que por fin va a salir el juicio adelante, es muy probable que quieran vengarse.
—Pero se supone que Sloan está protegido por una identidad falsa.
—Eso puede no ser suficiente y tu hermano no quiere que corras ningún riesgo.
—Pero si ni siquiera estoy utilizando mi nombre de soltera. ¡Y hace más de cinco años que no hablo con Sloan! No tengo ni su número de teléfono ni su dirección. ¿Cómo van a poder dar conmigo?
—Porque tienes una relación muy directa con él. Eres su hermana melliza —además de su único pariente.
—¿Y qué se supone que debo hacer? ¿Renunciar a todo lo que tengo y empezar otra vez desde cero?
—Ahora mismo, Weaver sigue siendo el lugar más seguro para ti.
—¿Y desde cuándo sabes todo esto?
—¿Te refieres al peligro que corre Sloan o a la razón por la que viniste a Weaver?
—A las dos cosas.
—Lo primero, desde esta mañana, y lo segundo, desde hace cinco años.
—Genial. Entonces, todo ese asunto del criadero de caballos es un invento. Tú también eres un agente.
Durante el fin de semana que habían pasado juntos no habían hablado de su trabajo. Habían hablado de la tienda de Tara, de libros, de películas y de religión. Y habían hecho el amor una y otra vez.
—Jamás te he mentido. Me dedico a la cría de caballos.
—Pero no sólo a eso, ¿verdad?
—No —admitió—, pero no soy agente de la Brigada de Estupefacientes…
—Pero tú has dicho que fue la agencia…
—No fue la Brigada la que te hizo venir aquí, sino una agencia llamada Hollins-Winword.
—Pero Sloan me dijo…
—Eso no importa.
En un mundo perfecto, cualquier cuerpo policial sería capaz de proporcionar plena protección a sus agentes. Pero Axel había aprendido mucho tiempo atrás que el mundo no era perfecto. McCray había hecho lo mismo que habría hecho él si se hubiera encontrado en su situación.
—Sloan confió en Hollins-Winword para mantenerte a salvo, y es esa agencia la que te está protegiendo ahora.
Tara cerró los ojos un instante, como si estuviera intentando reunir fuerzas. Axel alargó la mano hacia ella, sin importarle arriesgarse a su rechazo, pero Tara abrió los ojos, posó las manos en las rodillas y se levantó bruscamente.
—Muy bien. Ahora que ya lo sé, ¿puedes marcharte? —comenzó a caminar hacia la puerta—. Tus cinco minutos han terminado.
Axel la agarró del brazo y disimuló el estremecimiento que le produjo aquel contacto.
—No he venido solamente para ponerte al tanto de la situación. A partir de ahora soy tu guardaespaldas.