Читать книгу Solo se lo diría a un extraño - Varios autores, Carlos Beristain - Страница 23

Dieciocho

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Confieso tener una relación adictiva con el hentai, una debilidad ante ese milenario género erótico. Me matan esas hermosas japonesas sublimadas de brillosa mirada, ojos amplios y redondos, tetas inflamadas, gelatinosas, que se alzan juguetonas sobre unos virginales vientres planos.

Admito tener un fetiche con esas fabulosas criaturas asiáticas de pelos multicolores y cinturas contraídas, de amplias y arqueadas caderas bajo las cuales reposan unos culos esféricos de tamaño perfecto. Me son afrodisiacas sus faldas distraídas, sus medias altas, las telas traslúcidas que parecen una segunda piel. Encuentro irresistibles aquellos pezones sediciosos, las hendiduras ninfomaníacas, sus lenguas voraces.

Reconozco que me perturban sus miradas cándidas y a la vez incitantes, su conducta torpe, inexperta, como si estuviesen confundidas, para de pronto transformarse en insaciables máquinas de producir orgasmos explosivos y extrahumectados, siempre de derecha a izquierda, de abajo hacia arriba, de atrás hacia adelante, salpicando en su camino páginas y empuñaduras.

Me tortura su dislexia sexual, me consumen con sus gemidos acentuados, con sus gritos silenciosos “irete hoshii”, “gaman dekinai!”, me pervierten, me envician. Si fuesen fértiles, ya sería padre de medio Yokohama.

Hace unos años, una diosa oriental de carne y hueso apareció en mi vida. Poseía una gracia singular, tenía la piel afelpada, pelvis compacta, una cintura extraflexible, un cuello estilizado precioso, una sexualidad magnética. Tomaba clases de danza y era estudiante de intercambio en la facultad de Psicología. Swan era un precioso cisne nipón, y yo andaba absolutamente intoxicado con ella. Nuestras aventuras sexuales merecen ser inmortalizadas por el propio Osamu Tezuka en un manga hentai – edición especial. Terminando el ciclo, tuvo que regresar a Japón, y así terminó aquella mágica historia.

Es a ella a quien busco dentro de los animes, es su cuerpo el que pretendo rearmar entre esas ilustraciones, dedicándole mil puñetas y fantasías, reviviendo una fábula tan real como esta confesión.

Solo se lo diría a un extraño

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