Читать книгу Solo se lo diría a un extraño - Varios autores, Carlos Beristain - Страница 38

Agradécele a Donald Trump

Оглавление

A mis 29 años, yo ya era un monstruo: había sido un exitoso gestor de fondos en Banesto Madrid, había terminado mi MBA en el Instituto de Empresa, me acababan de contratar para el grupo de Corporate Finance de Bear Stearns en Nueva York y me jugaba ocho sets de squash al hilo y como si nada.

Pero durante mi ascenso al Olimpo, Zeus envió algunas plagas: Papapa perdió sus millones; tu padrino, su banco; tu tío, su empresa; y yo, mi buen juicio. Nuestro imperio había colapsado y yo debía reconstruirlo. Fue este torcido delirio el que parió al vil Oscar Trump.

A lo largo de mi secuestro, llegué a razonar, comportarme y hasta peinarme diferente (los gemelos Paul Smith le iban re-cool al traje de cojudo). Mi esencia fue a parar a un baúl, mientras en mí habitaba un ser vehemente y plástico. Para tu fortuna, esa actitud filtró algunas conquistas inmerecidas, entre ellas, tu madre, quien cayó engatusada con mis trumposos encantos.

Oscar Trump me mantuvo sometido hasta años después de haber regresado a Lima, cuando, junto con varios amigos bien capitos, aposté las pocas balas que tenía a un negocio superinteresante. El problema fue que el negocio nunca despegó. Y lo interesante es que fue súper, sí, pero ¡catastrófico!

Recuerdo una cháchara por ahí, ya en plena revolcada, con uno de esos superamigos:

—¿Sabes que cuando arrancamos el proyecto nos decían el Dream Team?

—¡Anda! ¿Sí? ¿Y ahora? —pregunté, todo estúpido.

—Ahora nos dicen el Dreaming Team.

Pocos meses después, y sin un centavo en el banco, yo andaba amargado, loser y gordo como morsa de acuario. Tu madre, muy lista y rauda, pensó: “Este no era el deal, compadre”. Me dejó como quien se deshace de su jean favorito (manchado con sillao) y rehízo su vida al lado de un exitoso abogado con cara de culebra, pero muy buen tío. El fracaso se apoderó de mi locura con la misma violencia con la que el demonio que me poseía fugó de mi alma.

Y en pleno exorcismo, en lo más doloroso de mi introspección, comprendí que la única fuerza capaz de triturar mi temple era tu ausencia en mi vida, hijo. Liberado, y con el corazón en la boca, me volqué indestructible hacia ti, con tus dos añitos, y te reencontré en mi centro. Le eché un buen vistazo a la cuesta y reemprendí el ascenso (esta vez, sin el trumposo atuendo).

¿Sabes? Eso de “Ten cuidado con lo que deseas, porque puede que lo consigas” te advierte no de lo que consigues sino de la persona en la que irreflexivamente te conviertes para hacerlo.

Así que ya sabes, flaco, ¡agradécele a Donald Trump! Si no fuese por él, no estarías en Madrid leyendo esta carta y borrando las huellas torpes de tu progenitor con tu sutil y narizona ironía.

Solo se lo diría a un extraño

Подняться наверх