Читать книгу Solo se lo diría a un extraño - Varios autores, Carlos Beristain - Страница 24

Diecinueve

Оглавление

Soñaba con pintar con spray las paredes de mi colegio-burbuja. Romper, al menos, una regla. Pero yo siempre fui un chiquillo respetuoso. Y aunque nunca dejó de revolotearme la tentación de la transgresión, el autoritarismo de mi madre y el “qué dirán” se encargaron de mantenerme siempre en el camino del bien.

Un diagnóstico de fiebre reumática tardío me dejó postrado seis meses en cama. Sumado a eso, las intempestivas muertes de seres queridos impregnaron en mí, desde los trece años, el temor a quedarme solo.

En mis veintes fui dichoso (o, al menos, eso creía). Festejé como un niño en cumpleaños, disfruté cada día como si fuera nuevo en eso de vivir, acumulé trabajos y experiencias. La verdad es que me escondía. Huía de esa desabrida felicidad que te hace pensar que tener privilegios lo es todo. Disfrutaba sin cuestionarme, saciándome de apariencias. Elegí un camino sin salida, sin encanto.

Hasta que, un día, esa abundancia de apariencias estalló como un huevo al tirarlo contra un muro. Me fui a ser uno más. Uno que no pudiera llegar a ser Presidente con tres llamadas telefónicas. Me fui a buscar ser yo mismo. Fue entonces que comencé a cuestionarme. Me tracé objetivos y enfrenté la soledad en muchedumbre. Me perdí conociéndome, queriéndome y sintiéndome querido en aquella soledad.

El sufrimiento se mantiene y la ansiedad decae, pero, igual, de vez en cuando me visita por las noches. Descubrirme amado solo por el hecho de estar aquí me ha dado paz y seguridad. Hoy, bordeo los cincuenta y siento que alcanzaré nuevos objetivos, abrazo nuevos amores y amistades sinceras, y quiero desafiar mi equilibrio actual, porque si algo aprendí en la soledad es que no nací para quedarme quieto.

Solo se lo diría a un extraño

Подняться наверх