Читать книгу Solo se lo diría a un extraño - Varios autores, Carlos Beristain - Страница 29

Veinticuatro

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El día que me botaron de mi casa, me hicieron el favor más grande de mi vida. Empecé a disfrutarla sin explicaciones, con ansias de experiencias nuevas y desesperado por recuperar el tiempo perdido.

Había nacido en una casa de padres estrictos, sobreprotectores y violentos, donde su palabra era ley; mi voz, muda; y una inseguridad sigilosa se había ido instalando dentro de mí.

Yo hubiera querido estudiar música, pero me gradué de administrador de empresas y, apenas recibí el cartón que jamás usé, me prometí nunca más hacer lo que esperaban de mí. Quería enfocarme en hacer lo que sentía.

Durante un tiempo, recorrí diferentes oficios, trabajé en bancos y hasta bares. Conocí gente interesante, pero quizás lo más interesante fue conocerme a mí.

Un día, unos amigos me invitaron a conocer el Salto Ángel, la catarata más alta del mundo, ubicada en la sabana de Venezuela. Yo no tenía ni un mango.

—Te invitamos, pero tú filmas —fue su propuesta.

Nunca en mi vida había agarrado una cámara, pero igual me lancé.

La primera vez que miré a través del lente fue como entrar por una puerta secreta a un lugar donde terapéuticamente se disolvía la inseguridad al ir descubriendo mi forma de ver las cosas. Lo mejor de todo era que podría volver a esas imágenes, una y otra vez, en la sala de edición.

Regresé fascinado con mi nuevo hallazgo, que, hasta ahora, sigo explorando. Para mi suerte, el mundo se volvió cada vez más visual, y yo logré hacer una carrera a partir de escuchar a mis instintos. Nunca más solté una cámara.

Me casé a los cincuenta años y tuve una hija preciosa, que es la experiencia humana más extraordinaria que he tenido. A ella, le deseo que siga sus instintos y busque lo que la haga feliz.

Solo se lo diría a un extraño

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