Читать книгу Almendra - Won-pyung Sohn - Страница 15
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Debido a su mala escritura a mano, mamá descargó de internet los hanja* correspondientes a felicidad, ira, tristeza, alegría, amor, odio y deseo, y los imprimió en papel tamaño carta, cada ideograma por separado, mientras la abuela chasqueaba la lengua. Ella reprendió a mamá, diciendo que todo debía hacerse con esfuerzo y cuidado; entonces, trazó los caracteres en grande como si estuviera dibujando, a pesar de que era completamente incapaz de leerlos. Mamá tomó los dibujos de la abuela y los pegó por toda la casa, como si fueran dogmas familiares o talismanes.
Cada vez que me calzaba los zapatos, el ideograma de felicidad me sonreía desde la parte superior del zapatero, y cada vez que abría el refrigerador, tenía que mirar el carácter de “amor”. A la hora de dormir, la “alegría” me contemplaba desde la cabecera de la cama. Colocó las palabras aleatoriamente alrededor de la casa, pero, supersticiosamente, mamá se aseguró de que los caracteres negativos, como los de ira, tristeza y odio, estuvieran todos pegados en los muros de los baños. A medida que el tiempo pasaba y, a causa de la humedad del baño, el papel se arrugaba y los caracteres negativos se desvanecían, por lo que la abuela los reescribía cada cierto tiempo. Al final, ella los memorizó y fue capaz de trazarlos con una caligrafía elegante.
Mamá ideó también un juego de emociones humanas donde sugería una situación y yo tenía que adivinar la emoción relacionada con ella. Funcionaba más o menos así: ¿Cuáles son las emociones correctas cuando alguien te sirve comida deliciosa? Las respuestas eran “felicidad” y “gratitud”. ¿Qué se supone que debes sentir cuando alguien te lastima? La respuesta era “ira”.
Una vez le pregunté a mamá qué debía sentir cuando alguien me sirviera una comida desagradable, pues podía recordar una ocasión en que mamá criticó un restaurante por su horrible comida. La pregunta la tomó por sorpresa. Se quedó desconcertada durante un buen rato y respondió que, al inicio, podría sentirme “enojado”. Pero después, dependiendo de quién fuera la persona que me servía la comida, podría sentirme también “feliz” y “agradecido” —recordé entonces que a veces la abuela reprendía a mamá y la hacía valorar el mero hecho de tener alimentos en el plato.
Para cuando mi edad alcanzó los dos dígitos, las ocasiones en las que mamá necesitaba más tiempo para explicarme cómo debía reaccionar o en las que sus respuestas eran vagas se hicieron más frecuentes. Quizá para excluir todas las preguntas adicionales que yo hiciera, ella me decía que simplemente memorizara los conceptos básicos de las emociones principales.
—No necesitas profundizar en los detalles, céntrate en los conceptos básicos. Por lo menos, eso te ayudará a parecer una “persona normal”, aunque des la impresión de ser frío.
A decir verdad, no podría haberme importado menos. Ni siquiera era capaz de captar las diferencias sutiles en los matices de las palabras. Tanto si yo era normal como si no, me daba igual.
* Los hanja son los caracteres o ideogramas de inspiración china que los coreanos incorporaron a su idioma, adaptando su pronunciación. Casi todos los hanja son idénticos a los hanzi del chino tradicional, aunque algunos difieren de la forma típica en el orden de los trazos.