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Después de que nos mudamos con la abuela, mamá abrió una librería de segunda mano, con la ayuda de la abuela, por supuesto. Pero ella, de quien mamá siempre dijo que le encantaba guardar rencor, se quejaba cada vez que tenía oportunidad.

—Yo vendí tteokbokki* picantes toda la vida para pagar la educación de mi única hija, y ahora mírate, vendiendo libros viejos en lugar de leerlos. ¡Bien hecho!, podrida mujerzuela.

Tomado literalmente, podrida mujerzuela tenía un significado atroz; aun así, la abuela se lo decía a mamá día y noche.

—Qué clase de madre llama a su hija una podrida mujerzuela, ¿eh?

—¿Estoy equivocada? Todo el mundo acabará pudriéndose hasta morir. No estoy insultando a nadie, sólo digo la verdad.

Cuando nos fuimos a vivir con la abuela, fuimos capaces de poner fin al interminable ciclo de mudanzas, y nos establecimos definitivamente en un lugar. Al menos, la abuela no molestaba a mamá para que consiguiera otro trabajo con el que ganara más. La abuela tenía admiración por las letras. Es por eso que solía comprarle muchos libros a mamá a pesar de tener la presión de disponer de poco efectivo, y esperaba que su hija se convirtiera en una mujer culta y educada. De hecho, la abuela quería que mamá se desempeñara como escritora. En concreto, ella había querido que fuera una “mujer de letras soltera” que pasara su vida entera en soledad y envejeciera con elegancia. Era el tipo de vida que la abuela habría querido para sí, si hubiera podido retroceder el reloj. Era parte de la razón por la cual le puso de nombre a mamá Jieun, que significa “escritora”.

—Cada vez que la llamaba Jieun, Jieun, imaginaba que fluirían desde la punta de su pluma palabras sofisticadas. La había hecho leer tantos libros como le fue posible, con la esperanza de que se hubiera convertido en una intelectual. ¿Quién iba a imaginar que la única cosa que aprendería de los libros sería enamorarse perdidamente de un ignorante punk? Eigoo… —se quejaba la abuela a menudo.

Debido a que ya existía un gran mercado en línea de bienes usados, nadie pensaba que regentar una librería de libros viejos pudiera generar dinero alguno. Pero mamá estaba decidida. Una librería de segunda mano fue la decisión menos práctica que mi práctica madre había tomado. Pero había sido un sueño preciado para ella desde hacía muchos años. Hubo incluso un tiempo en su vida en el que ella también había soñado en convertirse en escritora como la abuela deseaba. Pero mamá decía que era sencillamente incapaz de soportar escribir sobre todas las cicatrices que la vida le había dejado con el paso de los años. Escribir significaría que ella habría de vender su propia vida, y no tenía la confianza para hacer eso. Básicamente, no tenía lo necesario para convertirse en escritora. En cambio, decidió vender libros de otros escritores. Libros que ya estaban impregnados por el aroma del tiempo. No obras nuevas que irían y volverían regularmente a las librerías, sino aquellas que mamá pudiera elegir personalmente, volumen a volumen. En suma, libros usados.

La librería estaba en un callejón de una zona residencial en Suyu-dong, un barrio humilde al que muchas personas todavía llamaban por su antiguo nombre, Suyu-ri. Dudaba que alguien viniera hasta aquí para comprar libros usados, pero mamá estaba convencida. Tenía una habilidad especial para elegir viejos libros de temática especializada que los lectores adoraban; además, ella los compraba a precios muy económicos. Nuestra casa estaba conectada a la parte trasera de la librería: dos dormitorios, una sala de estar y un cuarto de baño sin bañera. Lo justo para nosotros tres. Bajábamos de nuestros dormitorios para saludar a la clientela. A veces, si no estábamos de humor, nos quedábamos en silencio en nuestras habitaciones hasta que se marchaban. Las palabras “Librería de segunda mano” se erigían en el brillante escaparate, así como el letrero que rezaba “Librería Jieun”. La noche anterior a la apertura, mamá desempolvó sus manos y sonrió.

—Se acabaron las mudanzas. Ésta es nuestra casa.

Eso se hizo realidad. Para sorpresa de la abuela, logramos vender libros suficientes para cubrir nuestros gastos. A menudo, ella murmuraba entre dientes para sí, incrédula por cómo las cosas se habían resuelto.

* Popular comida callejera coreana hecha con pasta de arroz (garaettok).

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