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3. ¿ES POSIBLE VENCER LA OBSOLESCENCIA?: AUMENTAR EL BIENESTAR PROLONGANDO Y MAXIMIZANDO EL USO DE LOS BIENES

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Como decimos, la idea realmente esencial para la circularidad es maximizar el uso de los bienes, mediante la prolongación indefinida de la vida útil de los productos y, secundariamente, de los materiales. En ese mismo sentido, el impulso a la reutilización y reparación de bienes – prolongando lo más posible su vida útil– son estrategias de enorme importancia, que no involucran sólo al consumidor en el final de la cadena, sino que deben arrancar con un nuevo diseño ecológico, concebido para durar (frente a la obsolescencia programada o inducida) y para facilitar la reparabilidad.

Claro está que todo esto no es una cuestión meramente técnica, sino que requiere invertir completamente la lógica dominante de la industria lineal, centrada en vender el mayor volumen posible de bienes y que estos se sustituyan cuanto antes. El papel de la obsolescencia y las campañas de ventas para promover un consumo voraz de nuevos bienes no es algo anecdótico o una aberración más del sistema, por el contrario, es una pieza clave del moderno capitalismo que necesita mercados en constante expansión, como ya analizaron en su momento VANCE PACKARD (1960), JOHN K. GALBRAITH (1958) o PAUL BARAN y PAUL M. SWEEZY (1966). Esto es algo que con el paso del tiempo no solo no se moderó, sino que se exacerbó, convirtiendo el marketing en una herramienta cada vez más sofisticada, basada en los más variados avances de la psicología y los estudios del comportamiento, a la que se destinan cuantiosos recursos económicos y creatividad, hasta el punto de que ha ido conformando un tipo de consumidor, de ciudadano y de sociedad (LIPOVETSKY, 2006). Las estimaciones existentes apuntan a que las grandes empresas destinan a publicidad y marketing un porcentaje que se acerca, como media, al 10% de la facturación, pero alcanza el 20% en cosmética, perfumería, vestido, medicamentos o publicaciones impresas y llegan al 30% en sectores transporte y viajes o crédito a corto plazo... (SCHONFELD y ASSOCIATES, 2017). De hecho, a pesar del mayor énfasis en la gestión sostenible de los recursos que viene teniendo lugar en las últimas décadas, la realidad que muestran los estudios recientes es que la vida de los productos se está acortando progresivamente en muchos sectores (PRAKASH et al., 2020).

El patrón de la moda rápida (fast-fashion), que en la confección se impuso en los años 1990, se ha ido extendiendo a cada vez más sectores, afectando también a productos técnicos y más voluminosos. Por supuesto, el caso más extremo es el amplio segmento de productos de un único uso, concebidos explícitamente para “usar-y-tirar”, como ocurre con muchos productos plásticos, envases, papeles, etc. Todas las estrategias destinadas a acelerar el consumo y la rotación de los productos son formas de obsolescencia, la cual se ha convertido en un rasgo esencial del capitalismo contemporáneo (MALINAUSKAITE and ERDEM, 2021). Esas estrategias del lado de la oferta tienen su correlato en la demanda y los patrones de consumo ya que van modificando el significado real del concepto de suficiencia, presentando como “natural” una expansión indefinida de la voracidad consumidora, que parece insaciable... y se procura que sea insaciable (al menos para una parte de la población).

En ese sentido, es necesario recordar que la obsolescencia planificada no se limita a aquella que se deriva de la manipulación deliberada de los algoritmos con la finalidad de provocar en un momento predefinido el colapso o las averías de ciertos aparatos, en particular los electrónicos. Por el contrario, la obsolescencia planificada, que busca que los productos queden obsoletos más rápido, y la obsolescencia social, inducida por las agresivas estrategias de marketing, son herramientas clave en la estrategia ordinaria de negocios de las empresas y un factor explicativo del crecimiento del PIB.

Redondear la Economía Circular. Del discurso oficial a las políticas necesarias

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