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II. ... A LA DISPARIDAD DE ENFOQUES Y VOCACIÓN TRANSFORMADORA…

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Lo que marca la diferencia entre los diversos enfoques de la EC es la ambición de los objetivos de transformación y ruptura con respecto al modelo lineal, el alcance de las dimensiones consideradas y la amplitud de sectores económicos a los que extender la aplicación de los principios de la EC. Algunos enfoques plantean un tipo de cambios que tratan de preservar el statu quo del modelo económico actual en tanto que otros plantean un sistema de EC que conlleva una transformación profunda del mismo. Un primer enfoque pone el acento en las soluciones “end-of-pipe”, reduciendo residuos y convirtiéndolos en nuevos recursos mediante el reciclaje de los materiales; en este caso, se trata de una visión muy corta de la economía circular que la convierte apenas en un nuevo rótulo para la vieja economía del reciclaje. Otros enfoques van un poco más allá e inciden sobre el conjunto de la cadena productiva, empezando por la innovación en el diseño de productos y procesos para aumentar la eficiencia en el uso de los materiales y su reciclabilidad. De hecho, algunos gobiernos combinan esos dos elementos y ven la EC como una estrategia para garantizar el abastecimiento futuro de ciertas materias primas que escasean y experimentan una creciente competencia global para acceder a ellas, con el consiguiente encarecimiento y riesgo de desabastecimiento. En cambio, existe otro tipo de enfoques que van más allá, añadiendo a todo lo anterior la necesidad de una transformación sistémica que implique cambios en el patrón de producción – eliminando, p.e., la obsolescencia planificada– y en los patrones de consumo – para reducir el consumo de bienes materiales y prolongar su vida útil y así reducir las necesidades de materiales y energía.

En el fondo, las diferencias más profundas son las se establecen entre aquellos que ven la EC como una oportunidad para corregir diferentes tipos de ineficiencias y cuellos de botella en el uso productivo de los recursos pero preservando el modelo económico actual y la apuesta por el crecimiento económico (eventualmente más verde) y, de otro lado, los que ven en la EC una oportunidad para transformar el modelo económico y social, incluyendo la producción y el consumo, en una dirección que respete los límites ecológicos del planeta. En este caso, se considera que la lógica del crecimiento económico extractivista y consumista ha llevado a una expansión tan importante del consumo de recursos y de generación de residuos y contaminación en el último siglo que, finalmente, se ha demostrado insostenible e insoportable para la biosfera y, por lo tanto, para el futuro de la humanidad. Por consiguiente, la EC debería representar un vasto proceso de “destrucción creativa” que se traduciría en un cambio de la estructura económica, una modificación profunda de las cadenas globales de valor y de los grandes grupos económicos que dominan la economía lineal global y una re-territorialización de una parte significativa de los flujos económicos para aprovechar las ventajas ambientales y sociales de la proximidad en los ciclos cortos de economía circular.

En cualquier caso, un aspecto a destacar es que la entrada de la EC en la agenda económica y ambiental viene a enriquecer y ampliar el foco de la agenda medioambiental global, que se ha venido centrando de forma casi exclusiva en el grave problema de las emisiones de CO2 del sector energético y el cambio climático. En ese sentido, la EC asume que el problema no deriva sólo de las emisiones de CO2 de las energías fósiles y el cambio climático sino también todo lo relacionado con el voraz consumo de recursos materiales y energéticos no-renovables y la devastadora generación de residuos de todo tipo (ROCKSTRÖM et al, 2009; IPCC, 2018). Esto lleva a que, por una parte, la EC coloque el problema de los recursos y los residuos en el centro de atención, pero, en contra de algunas lecturas muy parciales centradas en los materiales, debe vincularse directamente con la sostenibilidad energética y el cambio climático. Como afirma un informe de la COMISIÓN EUROPEA (2018):

La economía circular presenta un gran potencial de reducción de emisiones y muchas otras oportunidades para la industria. Unas ambiciosas medidas del lado de la demanda en forma de recirculación de materiales, mayor eficiencia de los productos y modelos empresariales circulares pueden reducir significativamente las emisiones en la industria pesada hasta un 60% en 2050 en comparación con 1990. Ofrece oportunidades para un uso más eficiente de los materiales, complementando los esfuerzos en el aumento de la eficiencia energética y la reducción de costes (p. 376).

También en la introducción del II Plan de Acción de EC que desarrolla el Pacto Verde Europeo se reconoce que “la mitad de las emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI) y más del 90% de la pérdida de biodiversidad y del estrés hídrico se deben a la extracción y la transformación de los recursos” (CE, 2020, 2). Sin embargo, a pesar de esa afirmación, la verdad es que la Comisión Europea –y por imitación muchos gobiernos– mantiene separadas la agenda energética y climática, la de la bioeconomía y la de la EC.

Colocar el foco en el consumo de recursos en el mundo es una necesidad perentoria ya que su volumen sigue mostrando una senda de continuo crecimiento (ver figura 2) y solo una ínfima parte (8.6%) de esos inputs materiales son reciclados a escala global. Por ejemplo, la ratio de reciclado en la UE apenas alcanza el 11.8% de los inputs que entran en la UE en 2019 según EUROSTAT (2020); con todo, esa cifra sobrevalora la situación real ya que se calcula teniendo en cuenta los inputs y productos que entraron en la UE pero no tiene en cuenta los inputs movilizados en los países de origen para producir esos bienes importados, en cuyo caso esa ratio desciende aproximadamente al 5%. Son justamente estos grandes retos los que colocan a la EC en el eje de la búsqueda de nuevos paradigmas de producción y consumo, revalorizando la frugalidad en el consumo y el papel de actividades como la reparación, la reutilización o la re-manufactura como medios para prolongar la vida útil de los bienes, reducir la presión sobre los recursos y los residuos y mejorar el bienestar.

Dicho lo anterior, no deberíamos ignorar que el repentino éxito del término EC tiene sus riesgos. Uno es el riesgo de fagocitación o recorte de su potencial transformador como consecuencia, en especial, de su apropiación institucional y política para circunscribirla de forma limitada a la economía del reciclaje, prolongando con nuevos ropajes las estrategias de gestión de residuos y reciclaje propias de una economía lineal. En otros casos, se acota como una nueva oportunidad para impulsar el crecimiento mediante la diversificación de los campos de negocio y valorización del capital hacia nuevas actividades cualificadas como circulares o verdes; análogo riesgo puede derivarse de la incorporación del término a la estrategia comercial de las grandes corporaciones globales como forma de “pintar de verde” sus modelos de negocio, incluso en los casos en que estos son por esencia abiertamente insostenibles (e.g., fast-fashion, turismo aéreo masivo, consumo “verde” de “plástico reciclado” en envases, envoltorios, calzado, ropa...). La presencia del sintagma “economía circular” en la publicidad de las más variadas ofertas comerciales banaliza su significado y desactiva su potencialidad. En definitiva, se corre el riesgo de que un uso abusivo y demasiado laxo del término EC para renombrar viejas estrategias con escasa trascendencia real en la sostenibilidad pudiera abocar al concepto de EC a morir de éxito.

Como ocurre con todos los conceptos relativos a modelos sociales y estrategias políticas o con los eternos debates alrededor del desarrollo sostenible y la sostenibilidad, la EC se convierte en un nuevo campo de batalla, en el cual se confrontan análisis, propuestas y alternativas (ver, p.ej., CALISTO et al., 2020). Precisamente por ello resulta necesaria una discusión y clarificación del concepto de economía circular para delimitar su alcance y potencialidad para contribuir a la definición de un nuevo paradigma económico alternativo y a la articulación de estrategias viables para esa transformación.

Redondear la Economía Circular. Del discurso oficial a las políticas necesarias

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