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I. DE LA DIVERSIDAD DE PROBLEMAS Y DE IDEAS QUE ALIMENTAN LA EC…

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La economía circular es un marco conceptual en proceso de maduración que pretende servir para formular estrategias y políticas que permitan transformar la economía lineal en dirección a un nuevo paradigma de producción y consumo compatible con los límites ecológicos del planeta, reduciendo las necesidades de extracción de nuevos recursos minerales y energéticos, prolongando la vida útil de los bienes y convirtiendo los residuos en nuevos recursos.

El sintagma economía circular es la enésima formulación para dar una forma concreta y operativa al gran concepto o reto multidimensional del desarrollo sostenible o sostenibilidad, que lleva más de tres décadas dando tumbos. La conciencia ambiental es algo que ha ido emergiendo poco a poco como crítica a la polución característica del modelo industrial, pero hay un punto de inflexión que se produce a principios de los años setenta del siglo pasado con la crisis del desarrollismo de la posguerra. La publicación del informe Los límites del crecimiento elaborado por MEADOWS et al. (1972) para el Club de Roma en 1972 o la Conferencia de Estocolmo de la ONU sobre Medioambiente, que se celebra el mismo año, podrían considerarse como el aldabonazo que transforma los múltiples problemas ambientales locales en un problema planetario que pone en cuestión el sistema económico y su patrón de crecimiento industrial intensivo en materiales y energía. La llamada “crisis del petróleo” de 1973 hizo el resto, mostrando que el principal recurso energético fósil que llevaba décadas moviendo la economía no sólo era muy contaminante, sino que era finito y se encarecería. A partir de ahí, las sucesivas respuestas que se han venido dando a lo largo del último medio siglo han ido generando un vocabulario ambicioso y cargado de buenas intenciones (desarrollo sostenible, crecimiento verde, economía verde...) pero que tiende a derrapar cuando se trata de concretar y traducirlo en decisiones y acciones. Por su parte, los conceptos propuestos desde enfoques críticos y alternativos (ecodesarrollo, ecosocialismo, alter-desarrollo, decrecimiento, estadio estacionario, suficiencia, etc.) han tenido escasas ocasiones de traducirse en decisiones políticas o acuerdos internacionales.

Los estudios científicos sobre los diferentes aspectos medioambientales evidencian que es más fácil refinar los conceptos y los discursos que conseguir cambios en las políticas y en la realidad para revertir la situación o al menos mitigarla. Los sucesivos informes sobre las emisiones de CO2, cambio climático, contaminación atmosférica, ríos, mares, residuos, biodiversidad, salud, etc. ponen de manifiesto que la degradación de la biosfera no se ha detenido y, conforme avanza el tiempo, se presentan más evidencias de las graves amenazas que ello representa para mantener los niveles de temperatura media del planeta dentro de límites tolerables, para preservar la biodiversidad y las funciones cruciales del ecosistema para el futuro de las sociedades humanas (ROCKSTRÖM et al, 2009; IPCC, 2018; O’NEILL et al, 2018; PNUMA, 2020). El balance de todo este periodo muestra que las tímidas medidas correctoras adoptadas no han sido suficientes para frenar las potentes fuerzas que impulsan el deterioro de las condiciones medioambientales globales (WIEDMANN et al, 2020; BRADSHAW et al, 2021). El fracaso de las medidas se ha traducido en un continuo desgaste de los conceptos y discursos elaborados para acompañarlas y alienta una cierta presión por la innovación terminológica y, en algunos casos, un cierto desplazamiento del foco en cuanto a la centralidad de los problemas.

A la vista de esa realidad, la formulación y difusión del concepto de Economía Circular (EC) nace de la necesidad de avanzar alternativas concretas y operativas para afrontar los graves retos ecológicos que enfrenta el crecimiento continuo de la producción y consumo de bienes y servicios en un Planeta finito y con limitada capacidad de carga. El enfoque de la EC pone el acento en la base material del modelo económico, en el agotamiento de recursos críticos, la contaminación, el cambio climático y la cada vez más difícil y costosa gestión de los residuos.

La idea inspiradora arranca de la visión crítica de la economía lineal que extrae recursos y tira desechos y que debería ser reemplazada por una economía circular que prolongue la vida de los bienes y reutilice todos los desechos para cubrir las necesidades de nuevos recursos. Es decir, parte de una caracterización de la economía actual como un flujo lineal entre la economía y el medioambiente –que se traduce en una secuencia acumulativa de impactos desde la extracción de recursos hasta la expulsión de los residuos– y la visión de un marco alternativo donde la economía fluya, idealmente, en ciclos de reutilización perpetua, relativamente autosostenidos y reduciendo a la mínima expresión los impactos sobre el medioambiente.

La idea guía es construir una alternativa a la economía lineal que está caracterizada por una secuencia de flujos consistente en “extraer-producir-usar-tirar”. Ese modelo lineal es el que convierte la economía actual en una bomba para el ecosistema y la biosfera de la que formamos parte. La consciencia de que esos momentos de “extraer”, “producir” y “tirar” tienen consecuencias que van alterando de forma grave el medioambiente invita a pensar un tipo de ciclos de carácter autosostenido y cerrado que funcione con los mismos principios que los ciclos naturales. La metáfora inspiradora es, por lo tanto, el ciclo continuo de los procesos naturales, donde nada se desaprovecha y todo se reutiliza para restaurar las condiciones que mantienen en estado de equilibrio el ecosistema. La referencia ideal es, entonces, una economía que no altere o, al menos, no lo haga de forma significativa, los equilibrios básicos del ecosistema planetario. Esa motivación general va atrayendo diferentes tradiciones teóricas y enfoques que convergen en la idea de la economía circular.

El término ha tenido especial difusión en los ámbitos de la política, la consultoría y la gestión en la última década. Sin embargo, tiene unos antecedentes relativamente remotos en la literatura de la economía ecológica, que postula una visión de lo económico integrado dentro del sistema de la biosfera, o en los aportes de economistas de sistemas y evolucionistas (BOULDING, 1966) y en algunos autores de la economía ambiental, que van más allá del análisis de los impactos ambientales y los fallos de mercado (PEARCE Y TURNER, 1995[1989]). Efectivamente, aun sin utilizar ese término, la formulación que más claramente apunta la idea de EC es la BOULDING (1966) cuando establece la contraposición entre la economía depredadora del “cowboy”, que utiliza y tira materia de todo tipo a una Tierra abierta como si fuese algo externo, frente a la economía cerrada del “astronauta”, que tiene lugar dentro una única Tierra como si fuese una “nave cerrada”, “en la que, por lo tanto, el hombre debe encontrar su lugar en un sistema ecológico cíclico que es capaz de reproducirse continuamente de forma material aunque no pueda dejar de tener aportes de energía”. Más allá de esos antecedentes remotos, su difusión empieza a coger altura en la primera década de este siglo gracias a una confluencia de hechos destacables. Por un lado, la publicación de una serie de obras que apuntan en esa dirección: DALY et al (1993) sobre Capital natural y la “steady state economy” que muestran la necesidad de preservar la dotación de capital natural teniendo en cuenta que el crecimiento indefinido es insostenible dentro de un planeta finito; HAWKEN et al (1999) sobre Natural Capitalism que propone asignar un valor al capital natural para garantizar su uso eficiente y garantizar sus servicios de cara al futuro; MCDONOUGH y BRAUNGART (2002) cuyo libro constituye el manifiesto “cradle to cradle” –propugnando el rediseño de los productos a fin de garantizar su durabilidad y el pleno aprovechamiento de los componentes y materiales que lo integran como materia prima de otros nuevos; o la publicación de The Performance Economy por WALTER STAHEL (2006) donde sistematiza los diferentes ciclos y modelos de negocio centrados en la prolongación de la vida útil de los bienes y, en particular, la sustitución de la venta de los bienes por la venta de su funcionalidad o servicio. Ese movimiento intelectual orientado al mundo de los negocios se une a determinadas fracciones pragmáticas del movimiento ecologista, en particular en países como Alemania o Países Bajos. Por otro lado, un hito político clave se produce con la incorporación pionera de ese principio de “economía circular” a la visión de la “civilización ecológica” del 11.º Plan Quinquenal Chino aprobado en 2004 y que luego se desarrolló en la proposición de Ley de Economía Circular china de 2005, que acabaría aprobándose en 2008 como Ley de Promoción de la Economía Circular.

Ahí están los cimientos, pero es, sin duda, en la última década cuando la EC se convierte en centro de atención en el ámbito de la consultoría y de la política, en el contexto de las respuestas a la gran crisis financiera de 2008 y la gran recesión que la siguió. Si hubiera que identificar un punto de inflexión este sería, sin duda, en torno a 2011-2012 con la elaboración del primer informe “Hacia una Economía Circular” de la Fundación Ellen MacArthur elaborado en colaboración con la consultora McKinsey (EMF, 2012) y su salto al estrellato con su presentación en el Foro de Davos; en diciembre de ese mismo año se incorpora al manifiesto de la Plataforma Europea para la Eficiencias de los Recursos de la mano del Comisario Europeo de Medioambiente Janez Potočnik. Desde ese momento la idea de la economía circular se coló rápidamente en los despachos oficiales de la Comisión Europea, las grandes consultoras, las grandes empresas y las universidades (la literatura experimenta un aumento exponencial a partir de 2015). De hecho, en 2014 la Comisión Europea (CE, 2014) lanza el programa Hacia una economía circular: un programa de cero residuos para Europa, que sienta las bases conceptuales y los objetivos de un marco facilitador para la EC; lo cierto es que, antes de ser desarrollado, sería sustituido al año siguiente por el plan Cerrar el Círculo-Un Plan de Acción para la Economía Circular (CE, 2015), concretado en 54 Acciones a desarrollar en el periodo 2015-2020. Al mismo tiempo, la Economía Circular se incorpora explícitamente a la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible-ODS aprobada por las Naciones Unidas en 2015. Hoy forma parte central del Pacto Verde Europeo (CE, 2020). Todo ello sumado dio carta de naturaleza oficial a la EC y alentó una ola de estudios y estrategias de EC a todos los niveles (estados, regiones, ciudades, empresas, etc.).

La elaboración y maduración de la economía circular en el ámbito académico se produce, sobre todo, en un espacio mixto, teórico y aplicado, que está a medio camino entre una economía ambiental convencional muy centrada en el análisis económico de los recursos y de los impactos sobre un medioambiente visto como algo exterior a la economía y una economía ecológica crítica con el vigente paradigma económico y escéptica con las posibilidades de una plena circularidad, como consecuencia, sobre todo, de la inexcusable ley de entropía que, como sabemos, hace irreversibles ciertos procesos de degradación de la materia. Las aportaciones realizadas desde la ecología industrial (en particular, la simbiosis industrial), la ingeniería industrial, la bioeconomía, la economía azul,la biomímesis o la agricultura ecológica (en particular, la permacultura) constituyen vectores importantes en el avance de formulaciones concretas de la EC.

Fruto de esa diversidad de fuentes y de objetivos, la EC es aún hoy un concepto en construcción y heterogéneo, con ambiciones trasformadoras muy dispares, como luego veremos. La idea común es la contraposición al modelo de economía lineal, característica de un modelo industrial muy intensivo en recursos materiales y energéticos y muy contaminante, que funciona en una secuencia del tipo “extraer-producir-usar-tirar”. Se considera insostenible, o incluso inviable, una economía lineal cuya lógica parece responder a la creencia de que el planeta es una reserva ilimitada de recursos y que soporta cualquier magnitud de impactos derivados de la producción y el consumo.

Redondear la Economía Circular. Del discurso oficial a las políticas necesarias

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