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Marción y el rechazo del Antiguo Testamento
ОглавлениеMarción no es propiamente un gnóstico. No hay en él nada de la especulación de Valentín, Basílides u otros. Según los marcionitas la salvación se obtiene por la fe, no por la gnosis. Marción es cristiano, no un pagano con ideas cristianas. Quiere ser un seguidor del Evangelio de Jesucristo y tan radical que al encontrar discrepancias entre la ética del Antiguo y del Nuevo Testamento cree su obligación romper con el judaísmo, porque en su manera de ver el Dios hebreo es un Dios malo, crea al hombre débil y deja que el diablo le tiente y esclavice, para entregarle al pecado y a la muerte. Este Dios envía a los hombres toda clase de desgracias; es celoso, justiciero, vengativo, cruel e injusto, que castiga las faltas de los padres en sus hijos; permite a los judíos saquear, robar y asesinar a sus enemigos. Es un Dios sanguinario y el cristiano hará bien en romper con él.
Pero Marción no se detiene ahí y también se cree obligado a romper con parte del Nuevo Testamento para quedarse solo con el Evangelio de Lucas y diez cartas de Pablo. Marción escribió un complicado tratado titulado Antitheses, en el cual presentaba las discrepancias entre las palabras de Jesús y las de los profetas. Las Antitheses empezaban con una proclamación de carácter absolutamente único del Evangelio: “Oh milagro tras milagro, éxtaxis, poder, y maravilla tal, que uno nada puede decir acerca de ello, ni pensar en ello, ni compararlo con nada”. No cabía compararlo con el Antiguo Testamento. Jesús no era hijo de José ni de María; hablaba de su “madre” para referirse a los que “oyen la palabara de Dios y la siguen” (Lc. 8:21). Jesús enseñó contra la ley y los profetas (Lc. 4:22) y al tocar a un leproso quebrantó la ley (Lc. 4:40).
Según Hipólito, mientras Marción se hallaba en Roma recibió la influencia de un maestro gnóstico llamado Cerdón –de aquí su clasificación entre los gnósticos–, que enseñaba que el dios justo proclamado por la ley y los profetas no era el buen Padre de Jesús, aunque es probable que Marción ya sostuviera estas ideas por sí mismo.
Su mensaje tuvo un éxito increíble, llegó a formar una verdadera iglesia paralela con sus obispos y mártires. También tuvo sus herejías y sectas, aunque con el paso del tiempo terminó por extinguirse. La refutación más contundente y significativa por parte ortodoxa fue la de Tertuliano, Adversus Marcionem. También Ireneo, Orígenes y el resto de los autores contemporáneos.
La afirmación de dos dioses no podía conjugarse con el monoteísmo cristiano, la contraposición del Dios del Antiguo con el Nuevo Testamento no resistía la exégesis de los mismos textos aceptados por Marción ni la lógica de la historia de la salvación presente en ambos testamentos. Ireneo demuestra hasta la saciedad la unidad de Dios en todas las economías o dispensaciones que van de la creación a la consumación o recapitulación del mundo gracias a la obra redentora de Cristo. “Todas las Escrituras, tanto proféticas como evangélicas –que pueden escucharlas todos igualmente, aunque no las crean todos de la misma manera– proclaman claramente y sin ambigüedad que un solo y único Dios, con exclusión de cualquier otro, ha hecho todas las cosas por medio de su Verbo, las visibles e invisibles, las celestes y las terrestres, las que viven en las aguas y las que se arrastran bajo tierra. Como hemos demostrado por las palabras mismas de las Escrituras; por su parte el mundo mismo donde estamos, por lo que nos ofrece a nuestras miradas, atestigua también que es uno solo Aquel que lo ha hecho y lo gobierna. Cuán estúpidas aparecerán las gentes que, en presencia de una manifestación tan clara, se ciegan y no quieren ver la luz de la predicación (II, 27,2).
El gran error de Marción fue no querer hacer justicia a la unidad de Dios en ambos Testamentos, haciéndose fuerte en textos ciertamente llamativos y escandalosos desde el punto de vista ético, cerrando los ojos a la visión de conjunto del plan salvífico de Dios que recorre todos los tiempos o economías como hará Ireneo. Resulta difícil de comprender que Marción cayera en un error tan elemental para la fe cristiana como es la unidad de Dios. “Los discípulos de Marción blasfeman ya de entrada contra su Creador, diciendo que es el autor del mal; su tesis básica es tanto más intolerable cuanto que afirman que existen dos dioses separados entre sí por naturaleza, del tal manera que el uno es bueno, y el otro es malo) (III, 12,12). En este sentido, Marción es plenamente gnóstico, y su solución a la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento; el Dios de los judíos y el Padre de Cristo, es absurda. Porque, como hace notar Ireneo, si “el progreso consiste en imaginar falsamente a otro Padre diferente del que fue anunciado desde el principio, este progreso será lo mismo que imaginar un tercer Padre, después del que uno cree haber hallado en segundo lugar, luego un cuarto, después del tercero, y luego otro y otro” (IV, 9,3).
Por su parte, los escritores ortodoxos apenas si tocaron los temas concretos de la polémica suscitada por Marción. Y cuando lo hicieron fue para negar su problematicidad recurriendo al método de interpretación alegórica, que pasaba por alto la historicidad de lo narrado en los textos. Es una cuestión, ciertamente, que sigue en pie, y que nosotros no podemos dilucidar en esta breve introducción general a Ireneo, y que hemos tratado en otro lugar (cf. Alfonso Ropero, “Naturaleza fenomenológica de la Biblia”. Alétheia, nº 22. Barcelona, 2002). De todos modos, en un pasaje memorable, muy lejos del recurso a los “textos prueba” que se normalizará después, Ireneo responde a los marcionitas: “Contra los que se les parecen y dicen que los profetas proceden de otro Dios, diremos: Leed con mayor atención el Evangelio que nos ha sido entregado por los apóstoles y leed también con mayor atención las profecías y constataréis que toda la obra, toda la enseñanza y toda la pasión de nuestro Señor están predichas en ellas. Si os atormenta el deseo de saber qué novedad trajo nuestro Señor con su venida, sabed que toda la novedad que trajo consiste en traerse a sí mismo, tal como había sido anunciado. Porque esto era lo que se anunciaba previamente, que vendría a innovar y vivificar al hombre” (Adv. haer. IV, 34,1).
En quellos puntos problemáticos del Antiguo Testamento, Ireneo está dispuesto a reconocer la falta de respuesta adecuada, pero eso en ningún modo lleva a justificar la increíble postulación de dos dioses. “Aunque no encontremos la explicación de todas las cosas de la Escritura que debieran ser explicadas, no por ello hemos de recurrir a otro Dios distinto del que hay en realidad. Esto sería la máxima impiedad. Aquellas cosas las hemos de dejar a Dios, que es quien nos hizo, y hemos de estar convencidos de que las Escrituras son perfectas, puesto que son palabra del Verbo de Dios y de su Espíritu; somos nosotros los que nos encontramos muy inferiores y muy alejados del Verbo de Dios y de su Espíritu, y por esto no alcanzamos a tener conocimiento de sus misterios (II, 28,2).