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3 Argumentos bíblicos de los gnósticos

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1. Son los siguientes: la producción que dicen haber sido efectuada en el interior del Pleroma; el contratiempo de ese Eón que cayó en la pasión y estuvo a punto de perecer, como en una vasta materia, a causa de su búsqueda del Padre; la reunión séxtuple de lo que es a la vez el Límite, la Cruz, el Redentor, el Emancipador, el Delimitador y Guía; la última generación de eones: del primer Cristo y del Espíritu Santo emitidos por el Padre después de su arrepentimiento; en fin la realización hecha en común del segundo Cristo, a quien llaman también el Salvador.

Todo ello sin duda no ha sido dicho claramente en las Escrituras, porque “no todos comprenden” (Mt. 19:11) su significado, sino que ha sido indicado misteriosamente por el Salvador, por medio de parábolas, a los que son capaces de comprenderlas: así los treinta eones han sido indicados, como lo hemos dicho ya, por los treinta años durante los cuales el Salvador no hizo nada públicamente (Lc. 3:23), así como por la parábola de los obreros de la viña (Mt. 20:1-7). Dicen que Pablo nombra también con mucha frecuencia y muy claramente a los eones, y guarda incluso su orden, cuando dice: “Durante todas las generaciones por los siglos de los siglos” (Ef. 3:21).

Nosotros mismos, en fin, cuando decimos durante la acción de gracias (Eucaristía): “en los siglos de los siglos”, hacemos alusión a esos eones. Y dondequiera que se encuentran las palabras “siglo” o “siglos”, creen ellos que se trata de eones.

2. La emisión de la Dodécada de eones está indicada: por el hecho de que el Señor a los doce años estuvo discutiendo con los doctores de la Ley (Lc. 2:42-46), como también por la elección de los Apóstoles, que fueron doce (Mt. 10:2; Lc. 6:13).

En cuanto a los dieciocho eones restantes, hay que decir que se manifiestan por el hecho de que el Señor, después de su resurrección de entre los muertos, estuvo conviviendo, según ellos, durante dieciocho meses con sus discípulos. Las dos primeras letras del nombre de Jesús (Iesous) a saber, la iota tiene el valor numérico de 10) y eta, de 8, indicando claramente los dieciocho eones. De la misma manera los diez eones, según ellos, están designados por la letra iota (= 10), que es la primera de su nombre. Y por eso ha dicho el Salvador: “Ni una iota, ni una tilde (de la ley) pasará hasta que todo se cumpla” (Mt. 5:18).

3. La pasión que sobrevino al duodécimo Eón está indicada, según ellos, en la apostasía de Judas, que fue el duodécimo apóstol, y también por el hecho de que el Señor sufrió su Pasión el duodécimo mes, porque ellos creen que el Señor estuvo predicando solamente durante un año después de su bautismo (Lc. 4:19; Is. 61:2). Este misterio se manifiesta también ostensiblemente en el episodio de la mujer que sufría hemorragias, fue curada después de doce años de sufrimientos, con la venida del Salvador, después de haber tocado la orla de su vestido (Mt. 9:20; Mr. 5:25; Lc. 8:44), y por eso dijo el Salvador: “¿Quién me ha tocado?” (Lc. 8:45), enseñando con ello a sus discípulos el misterio realizado entre los eones y la curación del Eón caído en la pasión; porque por medio de la mujer que estuvo sufriendo durante doce años se indicaba aquella Virtud, porque su sustancia se extendía y se derramaba en el infinito como ellos dicen; y si ella no hubiera tocado el vestido del Hijo, es decir, de la Verdad perteneciente a la primera Tétrada y simbolizada por la orla del vestido, se hubiera disuelto en la sustancia universal; pero ella se detuvo (Lc. 8:44), y se libró de su pasión por medio de la virtud salida del Hijo, la cual pretenden que sea el Límite, que curó a la Sabiduría y separó de ella a la pasión.

4. Que el Salvador, que ha salido de todos los eones, sea el “Todo” es lo que indica, según ellos, la respuesta: “Todo varón que abriere la matriz” (Lc. 2:23). Siendo el Todo, el Salvador deja al descubierto la matriz de la Enthimesis, del Eón caído en la pasión, al ser desterrada del Pleroma. A esta Enthimesis llaman también ellos la Segunda Ogdóada, y nosotros hablaremos de ella un poco más adelante. También Pablo, según ellos, tiene manifiestamente a la vista este misterio, cuando dice: “Él es todas las cosas” (Col. 3:11); y también: “Todas las cosas son para Él, y de Él vienen todas las cosas” (Ro. 11:36). Y también: “En Él habita toda la plenitud de la divinidad” (Col. 2:9). Y aquello de: “Han sido recapituladas todas las cosas en Cristo por Dios” (Ef. 1:10). Todo esto ha sido interpretado por ellos así, como las demás palabras semejantes.

5. De la misma manera también, a propósito de su Límite, que ellos llaman con muchísimos otros nombres, manifiestan que ese Límite realiza dos actividades: una que consolida y otra que separa. En cuanto consolida y fortalece es la Cruz, en cuanto separa y delimita es el Límite.

El Salvador, según ellos, ha indicado estas actividades de la manera siguiente: primeramente la que consolida, cuando dice: “Él que no toma su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo” (Lc. 14:27; Mt. 10:38), y también: “Toma tu cruz y sígueme” (Mr. 10:21); después la que separa cuando dice: “Yo no he venido a traer la paz, sino la espada” (Mt. 10:34). Dicen ellos que Juan ha indicado esto mismo al decir: “El aventador está en su mano para purificar su era, y recogerá el trigo en su granero, pero quemará la paja con fuego inextinguible” (Mt. 3:12). Este texto indica la operación del Límite, porque, según su interpretación, el aventador no es otra cosa que la Cruz, que consume todos los elementos hylicos (materiales), de la misma manera que el fuego consume la paja, y purifica en cambio a los que se salvan, tal como el aventador purifica el trigo.

El apóstol Pablo, según ellos, hace también mención de esta Cruz en los siguientes términos: “La palabra de la Cruz es locura para los que perecen, mas para los que se salvan es la virtud de Dios” (1ª Co. 1:18). Y también: “Pero a mí nunca me acontezca gloriarme sino en la Cruz de Cristo, por la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo” (Gá. 6:14).

6. Tales son las cosas que ellos dicen de su Pleroma y de la formación de los eones, haciendo violencia a las bellas palabras de las Escrituras, para adaptarlas a sus invenciones criminales. Y no es sólo de los Evangelios y de los escritos del apóstol de donde se esfuerzan por sacar sus pruebas, desnaturalizando las interpretaciones y falseando la exégesis, sino que recurren también a la Ley y a los Profetas, como cuando se encuentran un gran número de parábolas y alegorías susceptibles de ser tomadas en muy diversos sentidos y ellos adaptan su ambigüedad para su ficción, por medio de exégesis hábiles y artificiosas, y llevan cautivos, lejos de la verdad, a los que no conservan una fe firme en un solo Dios Padre todopoderoso y en un solo Jesucristo, Hijo de Dios.

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