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CONTRA LAS HEREJÍAS LIBRO I EXPOSICIÓN DE LAS DOCTRINAS HERÉTICAS Prefacio

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1. Hay quienes, rechazando la verdad, introducen falsos discursos y “genealogías interminables, más propias para promover discusiones”, como dice el apóstol, “que para la edificación de los planes de Dios, que se fundan en la fe” (1ª Ti. 1:4). Por una verosimilitud, dispuesta artificiosamente, seducen el espíritu de los necios y los cautivan alterando las palabras del Señor, haciéndose mal intérpretes de lo que ha sido expresado correctamente. Se hacen así causa de la perdición de muchos, apartándolos, con el pretexto de gnosis, de aquel que ha establecido y ordenado este universo; como si ellos pudieran mostrar algo más elevado y más grande que el Dios que ha hecho el cielo y la tierra y todo lo que ellos contienen.

Por medio de su elocuencia atraen de manera especial sobre todo a los que son un tanto simples y tienen comezón de oír; después, sin preocuparse más de la verosimilitud, causan la ruina de estos desgraciados, inculcando pensamientos blasfemos e impíos contra su Creador a gentes incapaces de discernir lo falso de lo verdadero.

2. Porque el error no se manifiesta tal cual es, por temor de que, apareciendo desnudo, sea reconocido; sino que, adornándose artificiosamente de un vestido de verosimilitud, obra de modo que aparece a los ojos de los ignorantes más verdadero que la verdad misma, gracias a esta apariencia exterior. Como decía a propósito de esto uno mejor que nosotros:1

La piedra preciosa,

La esmeralda, considerada de mucho valor,

Es avergonzada por imitación artística en vidrio,

Siempre que no está cerca el que tiene poder para demostrarlo y

Detectar el engaño astuto.

También, cuando una aleación de latón

Es mezclada con plata, el que no es entendido

¿Cómo lo podrá averiguar fácilmente?

Por tanto, para que nadie, por culpa nuestra, sea apresado como oveja por lobos, ya que el Señor nos ordenó guardarnos de éstos, suelen estar camuflados con la indumentaria exterior de piel de oveja (Mt. 7:15), y así hablan como nosotros, pero piensan de diferente manera, he juzgado necesario manifestarte, querido amigo, sus prodigiosos y profundos secretos, que no todos comprenden (Mt. 19:11), porque no todos tienen su capacidad; después de haber leído los comentarios de los discípulos de Valentín y haber profundizado en su doctrina. Informado así de estas doctrinas tú, a tu vez, las harás conocer a todos los que están contigo y les enseñarás a precaverse del abismo de la sinrazón y de la blasfemia contra Dios.

Referiremos breve y claramente, tal como nos sea posible, la doctrina de los que enseñan el error. Comenzaremos por Ptolomeo y las gentes de su entorno, cuya doctrina es la flor y nata de la escuela de Valentín y suministraremos, según nuestras modestas posibilidades, los medios para refutarlos, mostrando que sus pareceres son absurdos, inconsistentes y en desacuerdo con la verdad. No es que tengamos por costumbre consignar algo por escrito o que estemos ejercitados en el arte de escribir discursos; mas la caridad nos obliga a manifestarte a ti y a los que están contigo las enseñanzas cuidadosamente encubiertas hasta ahora, y así sus doctrinas quedarán manifiestas, por la gracia de Dios: “porque no hay nada oculto que no haya de manifestarse, ni secreto que no haya de saberse” (Mt. 10:26).

3. Tú no puedes exigir de nosotros, que vivimos entre celtas, y que la mayor parte del tiempo tratamos nuestros asuntos en dialecto bárbaro, ni el arte de la elocuencia que no hemos aprendido, ni la habilidad del escritor, que no hemos practicado, ni la elegancia de palabras, ni el arte de persuadir, que desconocemos; pero lo que, de manera sencilla, verdadera y en estilo vulgar, te hemos escrito con cariño, lo recibirás también con amor y lo desarrollarás por tu cuenta, como más capaz que nosotros, después de haber recibido de nosotros una especie de “simiente” y como unos simples “comienzos”, harás fructificar abundantemente en el oído de tu espíritu lo que hemos expresado nosotros en pocas palabras, y ofrecerás eficazmente a los que están contigo lo que tan pobremente hemos hecho conocer nosotros.

De la misma manera que nosotros para responder a tu deseo ya antiguo de conocer sus enseñanzas, hemos puesto todo nuestro cuidado no sólo en manifestártelas, sino también en suministrarte el medio de probar su falsedad, así también pondrás tú todo tu cuidado en servir a los demás, según la gracia que te ha sido dada por el Señor, para que los hombres no se dejen arrastrar en adelante por la doctrina capciosa de estas gentes, que es como sigue.

Obras escogidas de Ireneo de Lyon

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