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Las sensaciones gustativas

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Las células nerviosas que perciben las sensaciones gustativas y las transmiten al cerebro se agrupan en formaciones bulbosas. Las vías nerviosas conductoras de las sensaciones gustativas parecen unas finísimas raicillas con dispositivos (receptores gustativos) que se encargan de percibir, clasificar y amplificar tales sensaciones. Las papilas gustativas tienen aspecto de minúsculas yemas o brotes y en su fondo se hallan los receptores nerviosos en forma de bulbos con sus terminaciones nerviosas que captan los diversos sabores; cada persona adulta posee aproximadamente unas 3000. De todos modos, los seres humanos no captamos tantas sensaciones gustativas como, por ejemplo, las distintas especies de antílopes, cuyas lenguas poseen unas quince veces más papilas gustativas que la lengua humana. Quizá, si poseyéramos tantas papilas gustativas como estos animales, nos sería más fácil discernir lo que es sano y lo que no es adecuado para nuestro organismo. Los animales distinguen mejor que los humanos qué clase de alimentos les son apropiados y cuáles no.

Las papilas gustativas se encuentran en diversas zonas gustativas de la lengua, según el tipo de sabor que detectan. En la punta de la lengua percibimos los sabores dulces, como cuando la ponemos en contacto con un poco de miel. El sabor salado lo notamos un poco por detrás, en los lados laterales de la lengua, y algo más atrás captamos el sabor ácido, mientras que en el fondo de la lengua, en sentido transversal, encontramos la zona gustativa que capta el sabor amargo. Por su parte, la parte central de la lengua es totalmente neutra, en el sentido de que no percibe sensación gustativa alguna. La información gustativa que transmite la lengua resulta más fiable que cualquier otro método basado en reacciones químicas de laboratorio. Por ello, las bodegas dedicadas a la producción vitivinícola o las de aceite de oliva prestan más atención y se fían más de un catador experimentado que del químico del laboratorio de la empresa.

¿Cómo cambiaría nuestra vida si nuestra lengua no dispusiera de los miles de papilas gustativas que desencadenan sensaciones placenteras al comer ciertos alimentos y al beber distintos tipos de bebidas? Cualquier persona que se haya visto forzada a comer sin apetito se lo puede quizá imaginar. Cocineras y amas de casa en general no verían recompensado su esfuerzo en preparar comidas apetitosas si estas no se percibieran agradables y no hubiera muestras de agradecimiento por parte de comensales satisfechos. A pesar de su pequeño tamaño, la lengua desempeña importantes funciones, algunas de las cuales están relacionas con un cierto grado de satisfacción.

El pequeño doctor

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