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De la ilustración a la realidad

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El aporte de energía para nuestro cerebro proviene de la sangre. Si esta lleva todas las sustancias nutritivas, vitaminas y sales minerales que precisan las células cerebrales y están bien abastecidas, todo funcionará a la perfección. Cada una de los millones de células que hay en el cerebro no desempeñan exclusivamente una función. Nuestro cerebro está dividido en grupos de trabajo denominados centros nerviosos, de los que se conocen más de una veintena. Cuando acontece un ataque de apoplejía, alguno de estos centros puede quedar desconectado. En estos casos, suele verse afectada la parte interna del cerebro, mientras que la parte externa, es decir, la corteza cerebral, no suele verse directamente dañada. Si, por ejemplo, se afecta un vaso sanguíneo de la parte interna derecha del cerebro se puede interrumpir el riego sanguíneo de su parte externa, manifestándose las consecuencias en la mitad izquierda del cuerpo. Este cambio de lateralidad se debe a que una parte importante de las vías nerviosas se cruza en el interior del sistema nervioso central. Así pues, lo que se manifiesta en el lado derecho del cuerpo se debe a trastornos circulatorios en la mitad izquierda del cerebro y viceversa. Si el cuerpo puede reparar las lesiones, desaparecerá la parálisis ocasionada y podrá restablecerse de nuevo el habla. Si se altera el centro nervioso del habla, mientras sigue funcionando bien la composición de las ideas y las interrelaciones entre el medio ambiente interno y externo del paciente, se produce la penosa situación de que el paciente no puede expresar correctamente de palabra lo que piensa, es decir, con la voz, aunque podrá hacerlo mediante la escritura.

El pequeño doctor

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