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LOS PRINCIPIOS DE BESTEIRO. SOCIALISTA Y REPUBLICANO
ОглавлениеSaborit sale al paso de las «desfiguraciones», como dice que se están haciendo sobre su persona. «¡Cuántas injusticias se han cometido al juzgar, vivo y muerto, a aquel hombre excepcional!», escribirá en las primeras líneas. Y lo hace, fiel a su metodología, escogiendo temas, citando textos en su literalidad y aportando su visión, interpretación y opinión.
Saborit escribe para defender su coherencia frente a la exposición de posibles contradicciones, en defensa de su socialismo militante frente al «estigma» de «reformista», que algunos atribuían a Besteiro. «No hubo, pues, reformismo alguno», dirá en un pasaje, para concluir en otro que «Besteiro fue marxista sin gotas de humanista», porque al fin, según dijo el mismo Besteiro en una de las conferencias más referidas por el autor19: «el reformismo aparta a las masas del Socialismo».
En Julián Besteiro, socialista, había utilizado, sin embargo, otros argumentos, si bien para defender la misma idea: «la política de reformas fue defendida por él (Besteiro), como lo fue siempre (defendida) por Pablo Iglesias, pero sin darle un sentido de colaboración con la burguesía. Ni Iglesias ni Besteiro formaron parte de ningún organismo oficial de carácter intervencionista, aunque defendieran esa táctica como principio esencial de la actuación obrera para garantía de sus intereses de clase».
Y es justamente por esa razón, por la que creyó que era un error entrar a formar parte del Gobierno durante el primer bienio de la República (fue «contrario a la participación en el Poder, lo estuvo en 1917 y en 1930»), y así lo manifestó en su momento y mantuvo después, consciente como era de que «un periodo de impopularidad es una gran experiencia, que tiene sinsabores, pero también otros rasgos compensadores».
Por eso, Saborit hará especial hincapié en defender el apoyo que Besteiro dio siempre a la República20, aportando como prueba el borrador de texto constitucional que elaboró, y explicando la negativa a apoyar la «colaboración ministerial» citando palabras del protagonista: «Queríamos ser una reserva del nuevo régimen, considerando un grave error gastar nuestras fuerzas desde el primer momento, sobre todo conociendo la deficiente educación política de clase de los trabajadores españoles. ¡Si solo teníamos entonces cotizando en todo el país ocho mil afiliados!».
Saborit añadirá: «Besteiro fue republicano; pero con dolor, como él dijo muy sincera y notablemente, dejó de serlo para ser socialista. Ahora bien, en España, la República era un camino hacia el Socialismo, porque dentro de la Monarquía resultaba imposible aspirar al triunfo del Socialismo».
El autor escribe para defender las convicciones de Besteiro. Y la de no formar parte del gobierno se mantuvo hasta el final, precisamente porque lo defendía desde la convicción socialista (marxista dirá) que le hacía creer que la colaboración ministerial llevaba al peligro de caer en el reformismo. Las acusaciones de lo contrario, sostendrá Saborit, fueron siempre para desprestigiarlo y casi siempre provenientes del sector comunista, porque «como en tantas otras ocasiones, los rusos, en fuerza de repetir una mentira, consiguen hacerla pasar por una verdad», afirmará.
No faltan referencias a la vida interna de las organizaciones socialistas, como cuando, sobre el mismo asunto de la «colaboración ministerial», sostendrá que debiera haberse reunido a los Comités Nacionales de las organizaciones, y no derivado la decisión a las Comisiones Ejecutivas, como se hizo. «Porque lo esencial no es que un grupo de militantes, colocados en la cúspide, afronten los problemas, sino que la base los conozca y decida por sí misma». En la historia del PSOE, como comprobamos, los caminos hacia las decisiones siempre han sido tan importantes como las decisiones mismas. Ayer como hoy.
Uno de los textos más resaltados y citados por Saborit será la conferencia que Besteiro pronunció en el teatro María Guerrero de Madrid el 20 de marzo de 1933 con motivo del 50 aniversario de la muerte de Marx y con la que clausuró la «Semana Marxista» organizada por las Juventudes Socialistas.21 Esto es así, porque partiendo de la misma, Saborit defenderá la pureza marxista (e incluso izquierdista) de Besteiro.
Responde ese afán ortodoxo a las etiquetas que Besteiro recibió de varios frentes, tales como «reformista», «socialista de cátedra» o «fabiano», por lo que Saborit zanjará la cuestión: Besteiro fue claramente marxista. Todo el PSOE lo era según Saborit. «Besteiro fue marxista, sin alardear de ortodoxo ni siquiera de marxismo. Precisamente por serlo, estuvo identificado con la clase trabajadora, hasta el extremo de que para él, como repitió infinidad de veces, un Partido socialista que no esté apoyado por la clase obrera, que no interprete sus intereses y aspiraciones, está condenado irremediablemente al fracaso».