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II BESTEIRO, OBRERISTA

NI REFORMISTA NI HUMANISTA

La rigidez de principios del Socialismo obrerista que Pablo Iglesias había impreso al Partido Socialista fue la que atrajo a Besteiro. Hasta entonces el Socialismo español, con la excepción de Vera y Verdes Montenegro, que actuaron muy esporádicamente, el Partido Obrero había carecido de un verdadero profesor de doctrina marxista. Besteiro lo fue, y lo fue sin decirlo, sin alardear de ello nunca. Sus conferencias interpretando y explicando la obra de Carlos Marx será muy difícil superarlas. Fue marxista en los momentos en que serlo no era popular. Nunca halagó a la muchedumbre ni utilizó en sus intervenciones dentro y fuera de la organización obrera procedimientos desleales. Cuando ocupaba la tribuna en la Casa del Pueblo parecía estar en cátedra delante de sus alumnos. Siempre era el profesor y nunca dejaba de ser el compañero. Casi nadie entre nosotros le llamó «don Julián», sino Besteiro campechanamente como a él le gustaba. Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que se encontraba más satisfecho entre modestos y sencillos correligionarios que entre ciertos colegas de profesión, de muchos de los cuales se sentía distanciado por un abismo, aunque figuraron también en las filas socialistas.

Besteiro estudió el marxismo en Alemania, en las fuentes de origen; pero no fue un fanático de Marx. Con razón dijo más de una vez que si Carlos Marx hubiera podido sobrevivir a su propia obra hubiera estado constantemente analizando y poniendo a prueba sus principios. El marxismo no es un dogma, es «un método, es un modo de acción, es un camino para investigar la verdad en los problemas históricos y sociales, un camino a seguir sólida y reciamente para operar una verdadera transformación social», según sus propias expresiones.

Cuando el marxismo se puso de moda entre nosotros, es decir, cuando un grupo de intelectuales más o menos averiados se apodera de esa bandera para iniciar la desventurada era de consignas, mitos y tendencias arbitrariamente dibujadas, Besteiro no quiso ser confundido con esos elementos, muchos de ellos de origen turbio, y apenas sí cultivaba los temas de la filosofía marxista. Fue entonces cuando nació —propagada por auténticos reformistas— la leyenda del reformismo de Besteiro, de su fabianismo, olvidándose quienes lo decían de que en 1917 había votado en contra de que el Partido Socialista tuviera ministros en el caso de que triunfara aquel movimiento, como lo hizo años después, en 1930 cuando se trató de designar a los que ocuparon carteras en el Gobierno de la República.

No hay un solo hecho que demuestre el reformismo de Besteiro. Por el contrario, toda su obra, toda su actuación, están impregnadas de un profundo sentido revolucionario, de una devoción son límites por la clase trabajadora, en cuyos destinos tenía fe y confianza. «El alma del Socialismo —escribió ya en 1912— no es el alma de la Universidad; es el alma del taller»,1 expresando con esa frase cómo iba a desarrollar su acción en el Partido Socialista, al solicitar su ingreso.

Tampoco fue partidario de un Socialismo humanista, cuya crítica hizo frecuentemente con fina elegancia. Véase un ejemplo:

Por eso yo, cuando aparece en nuestras filas, o fuera de ellas, un hombre que habla de Socialismo con un énfasis místico y como si a cada una de sus palabras le precediese el brillo de las zarzas que ardían en Sinaí, e invoca a cada momento los estados íntimos de la consciencia moral y los refinamientos de la sensibilidad, yo desconfío; desconfío porque para ser socialista eso no vale, eso queda oculto como un sentimiento interno e inicial de las actuaciones. Por entusiasmo místico y sentimental se puede llegar a una posición de superioridad protectora, adoptando la actitud de derramar los beneficios de la sabiduría y de la bondad sobre las masas, cuando son estas las que tienen que emanciparse por sí mismas, según les palabras de Marx. O se puede, en un impulso de sentimentalidad, adoptar actitudes que tienen una apariencia radical, pero que en el fondo no valen absolutamente para nada.

La política de reformas fue defendida por él, como lo fue siempre por Pablo Iglesias, pero sin darle un sentido de colaboración con la burguesía. Ni Iglesias ni Besteiro formaron parte de ningún organismo oficial de carácter intervencionista, aunque defendiera esas táctica como principio esencial de la actuación obrera para garantía de sus intereses de clase.

ESPIRITUALIDAD DEL PROLETARIADO

El primer discurso que Besteiro pronunció en el Congreso de los Diputados, en 1918, después de salir del presidio cartagenero, está esmaltado de párrafos bellísimos, donde quedaron reflejados para siempre los elevados sentimientos de que estaba adornada su alma.

Era profesor de Universidad; se había educado en un ambiente de clase media liberal y republicana; durante sus primeros años hizo política activa republicana en Toledo, manteniendo contactos personales con las primeras figuras de izquierdismo español. Y frente a un público descreído y falto de idealidad cual el que constituía la Cámara española, frente a unos que iban a misa sin creer Dios; que se llamaban monárquicos y eran los primeros en divulgar las lacras del régimen gracias al cual aspiraban a subir y medrar, Besteiro, con alma frente a un adversario desalmado, en aquel debate de excepcional grandeza more, al defender la espiritualidad de la clase trabajadora se expresó en los siguientes términos:

Os lo digo yo, que he nacido en la clase media y que por no poder resistir la vacuidad de algunos de los medios que se llaman ilustrados he ido buscando espiritualidad y elevación de alma en el proletariado; os lo digo yo, que sé que si se quiere encontrar hombres ejemplares con espíritu de sacrificio y al mismo tiempo con espíritu de justicia, no digo que no puedan encontrarse en las otras clases, pero en ninguna con el grado y en la intensidad que en el proletariado organizado y activo. (Discurso de Besteiro en el Congreso de los Diputados en 1918 defendiendo la huelga general de agosto de 1917)

A continuación reproducimos textos besteiristas, comenzando por varios párrafos de artículos que publicó en El Imparcial, en 1923, donde se demuestra que a pesar de tratarse de una colaboración periodística en tribuna de orientación monárquica liberal, Besteiro mantenía íntegramente sus puntos de vista socialistas, por otra parte, reproducidos lealmente por la dirección de aquel diario madrileño, que rodeó de especial relieve la adquisición de firma de tanta categoría. He aquí dos pensamientos de Besteiro, seguidos de otro de un discurso suyo en el teatro Campoamor, de Oviedo, en noviembre de 1926, en memoria de Pablo Iglesias:

El partido Socialista no puede tener una garantía firme de acierto si, además de poseer una visión clara de los fines que persigue, no cuenta con una percepción, fina hasta la meticulosidad, de sus propias deficiencias y de los obstáculos que tiene que vencer en el medio nacional en que actúa.» (De El imparcial, artículo publicado por Besteiro el 15 de mayo de 1923.)

La lucha de clases es un fenómeno inevitable e el desarrollo de la vida industrial, y no puede cesar sino a expensas del capitalismo.

La organización de una vida industrial nueva no puede ser obra de un milagro, sino que exige una acción constante, más o menos violenta, más o menos aguda, pero continua y tan compleja que envuelve todas las manifestaciones de la vida nacional e internacional y todo la actuación que constituye la trama de la política. (De un artículo publicado por Besteiro en El Imparcial, de Madrid, el 29 de marzo de 1923.)

No es cierto que Iglesias ni el Partido Socialista hayan sido hostiles a la obra de la inteligencia… No creo tampoco cierto que el hecho de no caber siempre los intelectuales en nuestras filas sea un defecto nuestro, sino más bien un defecto de la manera como algunos intelectuales interpretan los deberes que impone la inteligencia. Claro es que para ser socialista hay que serlo de verdad y proceder como tal, y claro es que al Partido Socialista no se le puede pedir que sea cosa distinta de lo que es. Es un partido que pugna por la emancipación del proletariado, y en la libertad del proletariado funda toda su significación intelectual y moral. Hay que venir, pues, al Partido Socialista a realizar esa misión, no a inventar un Socialismo personal, arbitrario e inexistente. (Del discurso pronunciado por Besteiro en el teratro Campoamor, de Oviedo, en noviembre de 1926.)2

Dirigiéndose a los ferroviarios españoles, Besteiro escribió artículos y pronunció discursos, requerido por el secretario del Sindicato Nacional de esa rama industrial, Trifón Gómez. Son verdaderamente expresivos esos trabajos, cuya esencia está resumida en esta frase suya: «Yo no concibo el Socialismo sino en función de la organización obrera.» En efecto, sin un proletariado organizado, ¿qué papel político puede desarrollar un Partido Socialista, si ha de conservar la esencia, la virtualidad de su actuación como órgano de una clase? He aquí a Besteiro, en tres pensamientos suyos:

Para mí no hay nada más importante que la vida sindical con espíritu socialista. Yo tengo siempre un recelo, y es que la cuna de mi vida no ha sido un Sindicato. Vine a la organización ya formado físicamente, después de haber pasado largos años luchando contra mis prejuicios. (Del discurso a los ferroviarios el 27 de julio de 1933 en Madrid.)

El Partido Socialista, sin una raíz sólida en la organización sindical, no tiene garantías de acierto, ni siquiera razón de existencia. (Publicado por Besteiro en un artículo en La Unión Ferroviaria, 1º de mayo de 1935.)

La finalidad de la acción pública de las organizaciones obreras podría definirse en estos términos: organizar en la vida nacional e internacional una democracia política e industrial lo más perfecta posible. (Del Boletín de la Unión General de Trabajadores, febrero de 1929.)

En defensa de Julián Besteiro, socialista

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