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SALDANDO CUENTAS
ОглавлениеLas respuestas de Saborit a Indalecio Prieto y a Francisco Largo Caballero ocupan un espacio propio. Menos lo ocupan otras referencias, como la que dedica a Juan José Morato, cuyos textos «salpicados de veneno hábilmente administrado –dirá-, han servido para sus elucubraciones a casi todos los historiadores posteriores».
En el caso de Prieto, Saborit se empleará don dureza. Mencionará sus choques constantes con Largo Caballero durante la dictadura de Primo de Rivera, le acusará de no haber leído nunca a Marx, e incluso de «no comprender» a Besteiro. Los discursos y demás aportaciones de Besteiro eran «de franca orientación socialista», continuadores de Iglesias, pero los de Prieto «de franca pelea política», llegará a escribir.
Sobre 1934, Saborit destacará la propia rectificación de Prieto: «lo declaro como culpa, como pecado, no como gloria». Y sobre 1917, expondrá que Prieto nunca comprendió el alcance y organización de la huelga (Pablo Iglesias también estuvo en contra), con potencial suficiente para haber hecho caer a la Monarquía.22 En el saldo de cuentas, Besteiro es resarcido, Prieto respondido.23
Pero será objetivo. Porque así como refuta a Prieto cuando éste le endosa a Besteiro la decisión de participar en la Asamblea Nacional de la dictadura de Primo de Rivera, o más aún, el nombramiento de Largo Caballero como Consejero de Estado, también reconocerá, críticamente, que Besteiro apoyó la participación en la Asamblea Nacional postrera del régimen, quedándose en minoría dentro de los órganos del partido. Porque según resalta Saborit no había «venido al socialismo fascinado por ningún hombre», ni tampoco cautivó «ídolos personales».24 Al contrario, porque según nos señala Mateos, «siempre defendió su fidelidad a las ideas socialistas más que a sus hombres».25
Sin embargo, y volviendo a este tema en concreto, acabará reconociendo una cierta contradicción en la oposición final a participar en la Asamblea, mientras se formaba parte de los Comités Paritarios o se aceptaba la figura de los Concejales Corporativos.
También salda cuentas con Largo Caballero. Y lo hace a colación de su apelativo «el Lenin español». Para Saborit, su asiento en el Consejo de Estado de Primo de Rivera, «le llevó a tremolar una bandera extremista, a fin de borrar el recuerdo de su pasada intervención en el citado alto cargo gubernamental».
Deuda que continúa cobrando cuando rememora el caso de la huelga de diciembre de 1930, cuando le reprocha no haber estado a la altura, porque, siempre según Saborit, Largo Caballero había sido designado como responsable de impulsar el paro, así como de mantener informado a los miembros del partido, como el propio Saborit indica, encomienda que no cumplió.
Tiene el lector ante sí las últimas obras escritas de Andrés Saborit, en su faceta más personal, más pasional, pero también unas obras «marca de la casa», totalmente impregnadas de un trabajo riguroso de elaboración y organización de los materiales, leal con sus principios e ideología socialista. Porque en ambos textos es inconfundible el «estilo Saborit», tendente por otro lado a las reiteraciones argumentales y también a la repetición, parcial o total, de textos ya tratados o incluidos en otras obras suyas, técnica que utiliza para asentar distintos argumentos con las mismas fuentes. Es un torrente incansable que revela lo que fue Saborit: un obrero en acto, pero un intelectual en potencia.26
No estamos ante un libro exclusivamente de historia, ni tampoco de ensayo. Porque Saborit quiso terminar los últimos días de su vida haciéndolos coincidir con la culminación de un ciclo analítico, recopilatorio y creativo sobre Julián Besteiro. Por eso, estamos ante la tercera y cuarta parte de una biografía, la más completa junto con el estudio biográfico que incluye el trabajo sobre su filosofía y política que publicó Emilio Lamo de Espinosa27. Si en la primera, Julián Besteiro, Saborit trazó la estructura clásica de una biografía al uso, si bien hemos de advertir que toda la temática del presente volumen queda ya planteada y tratada en la misma, así como la reproducción de algunos documentos28, y en la segunda, El pensamiento político de Julián Besteiro, se dedicó a recopilar el grueso de su aportación al pensamiento político socialista como dirigente del PSOE y de la UGT y presidente de las Cortes Generales, en estas últimas obras del ciclo sobre Besteiro, Julián Besteiro, socialista y En defensa de Besteiro, que ven ahora la luz, persigue «aclarar los hechos tal y como sucedieron, en buena parte ya referidos en mi citado libro» (Julián Besteiro). Escribe estas obras, al fin, empleando una narrativa impregnada de perspectiva, contenido y técnica historiográfica (estamos también, en parte, ante dos libros de historia) en reconocimiento y defensa de Besteiro, de su figura y su significación histórica.
Pero, con toda seguridad, el lector sí que se enfrenta a unos textos en los que puede apreciarse nítidamente la lenta evolución, en la dialéctica y en la praxis, del socialismo español desde un socialismo marxista, científico, a otro democrático y liberal, si se quiere decir así. Un camino lleno de contradicciones entre la retórica y la práctica, entre la teoría y la realidad, entre las esencias de las ideas y los accidentes de la realidad.
Es una evolución que se desarrolla en forma de lucha, pues si Saborit escribiría en sus Apuntes que «como dijo Besteiro, al Partido Socialista hay que venir para seguir fiel en sus filas, no para inventar un Socialismo distinto revisionista o reformista»29, en estas misma páginas podremos encontrar una reflexión de signo contrario, proveniente de las palabras que Besteiro pronunció en Gijón en 1935: «la misión actual del Estado debe ser luchar contra los privilegios del dinero. Para ello, ¿hace falta un Gobierno fuerte, autocrático? Hay democracias más fuertes que las autocracias. Si el proletariado, al actuar en la lucha política, no defiende los principios de libertad, sino que quiere utilizar reglas autocráticas, no hará más que seguir procedimientos reaccionarios».
Saborit llegará a la síntesis necesaria, al suministro de las dosis justas de idealismo y de realismo para ser capaz de afrontar el embate de la fuerza descomunal de la teoría (y pureza) marxista con la inteligencia necesaria (y prudencia) de la adaptación a un nuevo tiempo, desde la conciencia de evolución de la realidad social y política, del cambio y de la transformación social. Y es así como consigue, fiel a su estilo, «explicarnos» la evolución crucial de los socialistas en la primera mitad del siglo XX a través de Besteiro y de su propia evolución biográfica y discursiva. Una trasformación que lo llevó a mantener una posición coherente, digna de ser defendida, manteniendo los principios del socialismo, como bien recalca el autor, Andrés Saborit Colomer.
Al fin, hemos de tener en cuenta que Saborit escribió estos textos entre los años 1970 y 1975, años a los que algunos autores, como Santos Juliá, han llamado de la «refundación»30, y en los que al escribir estas dos obras conjugaba el pasado y el presente como pocas personas podían hacer en ese momento: protagonista del pasado que estaba recobrando y, a su vez, observador privilegiado de los acontecimientos que se desarrollaban en esos mismos años en el seno de las organizaciones socialistas; una posición que le permitía atisbar, con toda seguridad, realidades sobre las que teorizaría después Santos Juliá, a cargo de la presentación del autor: «los socialistas no están fuera de la sociedad y, por tanto, no sienten ninguna revolución en el horizonte y no tienen necesidad alguna de dividir en dos los tiempos de la historia. Han desaparecido, pues, los fundamentos de la dualidad entre el discurso ideológico y la práctica política. Para un socialista actual, la única práctica posible es la de la acumulación de reformas y el único tiempo real es aquel que por medio del uso del poder se procede a la racionalización y modernización del Estado y de la sociedad».31
Como hizo también, años después, en términos similares, «la renovación del PSOE», José Félix Tezanos en su Historia ilustrada del socialismo español: «se trazaba un diseño político preciso destinado a convertir al PSOE en el principal protagonista de una estrategia, primero, de democratización de España, y, luego, de acceso de los socialistas a las responsabilidades de gobierno».32
Tanto Andrés Saborit como Julián Besteiro, con sus vidas entregadas al interés general (la masa y el proletariado), tuvieron mucho que ver para que el socialismo llegase, en lucha consigo mismo y con su adaptación constante, con unas organizaciones listas para llevar a cabo los proyectos («racionalización y modernización», según Juliá y «renovación y democratización», para Tezanos) que el «cronista del socialismo español» adelantaba ya, de forma implícita, en muchos de los textos aquí recogidos.33 Y también, al plasmar sus últimas sobre líneas Besteiro de la siguiente forma: «no fue un político tal y como daba a entender esa palabra, tan desacreditada y con razón en España; fue un socialista que se valía de los resortes de la política, en su más noble acepción, para difundir los ideales que encarnan la emancipación económica de la clase trabajadora».