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III PROBLEMAS DE TÁCTICA LA COLABORACIÓN MINISTERIAL

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Es sabido que Besteiro fue opuesto a que el Partido Socialista tuviera ministros en el Gobierno republicano. Esa posición suya en 1931 coincidía con la que mantuvo en 1917, cuando se preparaba la huelga general revolucionaria, en que igualmente emitió su voto en contra de que un representante del Socialismo español desempeñara puestos ministeriales, a pesar de lo cual la mayoría de la Comisión Ejecutiva del Partido Socialista —entre los cuales figuré yo; único superviviente— designó a Pablo Iglesias para que fuese ministro sin cartera en un posible Gobierno que habría de presidir Melquiades Álvarez, caso de vencer aquel movimiento, político entonces proyectado, y del cual, una vez desarrollado y los trabajadorees en la calle frente a la fuerza pública, la figura de mayor relieve fue Julián Besteiro, a sabiendas de que él no habría de obtener ninguna recompensa personal, caso de vencer la acción emprendida contra el régimen monárquico de acuerdo con los otros partidos de izquierda. De izquierda, pero burgueses. Ahí radicaba el fundamento doctrinal de Besteiro para oponerse a la colaboración ministerial. Digamos que Pablo Iglesias no estuvo presente cuando la Comisión Ejecutiva deliberó sobre este caso en 1917, y que el acuerdo estaba limitado a que su intervención en el Gobierno no tuviera otro aspecto que el de vigilar por que no se adoptaran decisiones ministeriales contra lo intereses de la clase trabajadora.

Dos semanas antes de verificarse las elecciones para la Cámara Constituyente de la República, un redactor de El Sol, diario madrileño, con fecha l de julio de 1931, preguntó a Besteiro su opinión sobre este debatido tema de la colaboración ministerial obteniendo la siguiente respuesta:

Confío en que el Partido Socialista tendrá el número de diputados suficiente para influir en proporción considerable en la vida nacional; pero, afortunadamente, no tan importante como para que sobre nosotros recaiga la responsabilidad del Poder. No porque fuéramos a eludirla si nos correspondiera, sino porque creo que estas responsabilidades hay que aceptarlas cuando las circunstancias las imponen; pero no buscarlas.

Hubo colaboración ministerial socialista en el Gobierno presidido por Alcalá-Zamora, renovada varias veces en crisis políticas surgidas bajo la dominación política de Manuel Azaña, quien hizo cuestión cerrada durante aquella etapa —no mantuvo el mismo criterio cuando fue jefe de Estado— de la colaboración socialista, cuyos votos en el Parlamento le eran indispensables para gobernar en republicano, no en socialista, como es natural y como siempre dijo con entera lealtad, confesándose burgués liberal a secas. Conocedor de todo esto, Besteiro lo puso de relieve en las siguientes declaraciones, que aludían por igual al jefe del partido de Acción Republicana y a los socialistas que creían oportuno intervenir personalmente en Gobiernos de coalición para desarrollar programas en los cuales el matiz socialista quedaba desdibujado. He aquí el pensamiento de Besteiro:

Yo no he dicho que ningún elemento útil se desgaje del Partido Socialista, y me parece natural que los gobernantes burgueses tengan sus escuelas propias y no utilicen y en algunos casos hasta vivan a expensas de las personalidades deformadas en la escuela del Socialismo. Lo que sí me parece es que ese mal no se remedia con denuestos ni con insultos, sino estudiándole, para, si es posible, ponerle remedio eficaz, y de lo que estoy seguro es de que cuando una personalidad socialista siente una irresistible vocación de hombre de gobierno, debe satisfacerla —cosa a que tiene perfectísimo derecho—, por su cuenta y riesgo, y no arrastrando al Partido, en un momento de comprensible entusiasmo, a una aventura que pueda comprometer gravemente su porvenir. Esa es la cuestión, y no otra.

En defensa de Julián Besteiro, socialista

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