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MI OFRENDA A JULIÁN BESTEIRO5
ОглавлениеLas deportaciones y la ley de fugas, practicadas por el Gobierno Dato-Bugallal, se extendían por toda España en aquellos tenebrosos días del año 1921.
El alcalde de Baeza, puesto de acuerdo con las autoridades locales, trazaba en su despacho la criminal maniobra por la que serían atrapados y eliminados definitivamente después determinados elementos de las organizaciones locales de la Unión General de Trabajadores y del Partido Socialista.
Un funcionario municipal, discretamente escondido, escuchó cuanto preparaba el monterilla, avisando a tiempo a las dos presuntas víctimas, que pudieron escapar, vagando por los campos, bajo crueles temperaturas, atravesando ríos, hasta llegar a una estación ferroviaria sin importancia, para abordar un tren que nos condujera a Madrid.
Llegados a la Casa del Pueblo de Madrid, en lamentable estado, obtuvimos la solidaridad de nuestros camaradas para hacer frente a nuestro derrotado ajuar, y gracias al bueno de Lucio Martínez, a quien conocíamos por haber estado en Baeza en viaje de propaganda, pudimos llegar hasta el Congreso de los Diputados, donde, en la sala de visitas, nos escuchó el querido compañero Julián Besteiro, tomando nota de cuanto manifestábamos.
La entrevista, larga y cordial, nos dejó una impresión imborrable. Besteiro nos entregó algunas cantidades de su bolsillo particular, para hacer frente a la situación y no regresar tan pronto a Baeza. En sus palabras encontramos inmensa confianza, aliento moral para seguir la lucha.
Llamó Besteiro a Saborit, diputado como él, informándole rápidamente de lo sucedido en nuestro pueblo, de lo que ya tenía antecedentes recibidos en la secretaría del Partido Socialista, y todos juntos pasamos a visitar al ministro de la Gobernación en el despacho del Gobierno en el Congreso.
Las incidencias de tal entrevista vivirán eternamente en mi recuerdo. Besteiro, transfigurado, enérgico, anonadaba a Bugallal, haciéndole responsable de la política de atropellos que se cometía en la provincia de Jaén. Exigía rotundamente garantía para nuestras vidas, al regresar a Baeza. Bugallal no la daba. Se limitaba a decir que se informaría de todo, y se lo comunicaría a Besteiro, sin aceptar la versión recibida hasta comprobarla con la que dijeran las autoridades locales y provinciales.
Finalmente, se convino esperásemos en Madrid hasta que el ministro respondiera a Besteiro dándole garantías para nuestro regreso. Pero antes de terminar la entrevista, surgió una pregunta desconcertante de Saborit a Bugallal: «¿Sabe usted, señor ministro, en dónde está Baeza?» Malhumorado, el ministro respondió: «Hombre, sí, en la provincia de Jaén.» «Bueno; pero cerca de Villacarrillo.» Y Saborit dejó clavado así el caso bien reciente entonces del maltrato sufrido por Besteiro en Villacarrillo, donde estuvo para presenciar la lucha electoral en un domingo en que se elegían los concejales en esa localidad, sin que el caciquismo local permitiera a Besteiro, diputado a Cortes y catedrático, ni siquiera poder saludar a los camaradas de aquella organización. Detenido en las peores condiciones, le pusieron en libertad cuando la farsa electoral había terminado, conduciéndole a la estación de Baeza, con dirección a Madrid.
RAFAEL MIRA