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ОглавлениеA Vicente Soto
Madrid, 15 de marzo de 1964
Querido Soto:
No: tu carta no es rara. Es espléndida y rezuma admirable sensatez. Incluso, diría, aunque quizá te disuene, una admirable sensatez inglesa. Pues a ti, ahora, los árboles no te dejan ver el bosque. Pero ese extrañísimo pueblo, que está loco, también es el más sensato del mundo —lo cual no es decir mucho, lo reconozco—. Los Beatles han asomado aquí también su carita despreciable en la TV y en las revistas. Sus discos se venden. El fenómeno es, negativamente, religioso; negativamente también, creo que sexual. En cuanto a su alcance social, explíquenlo los marxistas.
La racha que acabas de vivir se queda pálida al lado de los tres días que yo y los míos hemos vivido —y aún vivimos—. De corazón me alegra que tu madre haya salido adelante y de corazón me alegrará que te dure años incontables.
La mía, mi pobre madre, murió en la madrugada del 10. Estaba, dentro de su vejez, bien; pero la arterioesclerosis es traidora y el domingo 8, a las 10:30 de la noche, sufrió una trombosis que la mantuvo treinta horas en coma, del que ya no salió. Hemos hecho por ella todo lo que se podía hacer; lo poco que se podía hacer, y de nada ha servido. El 11 por la mañana trasladamos su cuerpo a Guadalajara, pues fue siempre deseo suyo, y allí ha quedado, en la modesta tumba familiar.
No ha sufrido, y si por rara casualidad hubiese salido de este ataque, habría sido peor; recuperación lentísima y cerebro completamente bloqueado. Esto, y la relativa felicidad que al fin tuvo en estos años últimos, con sus nietos y —¿por qué no decirlo?— con mis éxitos, es lo único que me hace tener alguna conformidad frente a esa muerte. Porque la muerte es la cosa más natural del mundo, pero es también lo más horrible, lo más intolerable, lo más demoledor e incomprensible. Así lo adviertes, al menos, cuando es la madre propia la que muere. ¿Qué podrá ser la muerte de un hijo? ¡Que nunca suceda!
Ya ves: una vida dura, llena de golpes espantosos, que, al fin, se extingue. ¿Dónde se puede protestar? Habría que protestar. En fin: no sé ni lo que digo.
Figúrate cómo está Carmencita. Ponle unas líneas a Agustín y a ella.
Te hablaría de otras cosas, pero ya no tengo humor para añadir nada más. Todos seguimos, en lo que cabe, bien. Victorita me ha demostrado en estos días, una vez más, su magnífica condición humana. Mis hijos, huérfanos de su abuela, aún no lo saben, y no lo sabrán. Siguen creciendo alegremente. Benditos sean ella y ellos.
Te abraza
Toni