Читать книгу Cartas boca arriba - Antonio Buero Vallejo - Страница 34
[27]
ОглавлениеA Vicente Soto
Madrid, 21 de diciembre de 1964
Querido Vicente:
Te debía carta desde agosto. No he escrito antes porque en la tuya me anunciabas tu partida inmediata. Pensé: A ver si se cree que es que me he enfadado por su crítica de Aventura en lo gris. Pero no había tal cosa, claro, y confié en que tú también desecharías la idea si por acaso te asaltaba y aguardarías con paciencia mis noticias. Las cuales, por indecisas y contradictorias, no merecían comunicarse.
Ahora el año se acaba, y el tintero también, según veo. Esperemos que el próximo sea mejor y que el tintero traiga dentro magias renovadas. Falta hace. Antes de que termine, ahí van mis noticias y mi abrazo de siempre.
Me preguntabas si estrenaba o maldecía. Más lo segundo que lo primero. Mi versión de Madre Coraje se retrasa indefinidamente. Está aprobada, sin embargo —más de cuatro años ha costado lograrlo—; pero Tamayo, que la iba a estrenar esta temporada, se fue a Suiza hecho polvo de los nervios y entre tanto llenan el Teatro Bellas Artes con expedientes provisionales. Y es él quien posee los derechos de la traducción, no yo.
Pero esto es lo de menos. Lo de más es lo de siempre: la labor propia, cada vez más difícil; cada día menos incitante. Me acerco ya a los cincuenta años y empiezo a sentirme melancólico. Esta es una partida que se pierde, al menos en lo que se refiere a suficientes compensaciones —no me refiero a las materiales, siempre parcas— en vida. El país no da para más. Y el extranjero, salvo a los cuatro astutos, o afortunados, que lo han conseguido, maldito el caso que nos hace. De tarde en tarde se obtiene alguna cosita, cierto; un par de estrenos de cámara en Tokio, un par de ediciones escolares en esa Inglaterra que te ampara, algunas más en los Estados Unidos… Nada, aunque mucho si se piensa que yo nada me moví para alcanzarlo. Junto a eso, el mal disimulado desdén de gentes a quienes les llegan mis obras y que, si bien dispensaron su aprobación a increíbles ñoscas de algunos países, están siempre demasiado dispuestos a concluir que las obras del español no son, en realidad, buenas. Así, directores de teatros franceses, asesores de «Verlags» alemanas, etc., etc… Todo ello, sospecho en parte y en parte sé, ayudado, naturalmente, por la actitud tenazmente adversa de más de cuatro españolitos que deberían ayudar… Bien. Las miserias de siempre.
Hace muchos meses que concluí —creo que algo te dije ya— La doble historia del doctor Valmy; un drama sobre tortura policial —situado en esos países imaginarios que a ti tanto te enfrían, pero no por hipocresía, sino porque quiero que sea, verdaderamente, un alegato del que nadie pueda creerse excluido—. Excuso decirte lo difícil que es estrenarlo. Más de tres empresas se atrevían, pero en condiciones que, inicialmente, no eran buenas para mí. Otras se han asustado y, o bien lo han dicho con franqueza, o bien han invocado a supuestos peligros «teatrales». Entregada la obra a censura por una de aquellas, las consultas parece que fueron laboriosas: verosímilmente, no querían prohibir y no se atrevían a autorizar. Al fin —meses enteros— dicen, de manera no oficial, que aprobarán, pero con unos cortes que yo no admito, y así lo he dicho. Ahora otra empresa —no muy animada— acepta la obra y se dispone a pedir el dictamen definitivo: veremos si los cortes han desaparecido o se mantienen, en cuyo caso no estrenaré. Y si estreno, sospecho muy fuertes reacciones. En fin: otra temporada en blanco, supongo. Entre tanto mi mujer, contratada en el Español, trae el dinero a casa. Y la pregunta ya me roe el hígado: ¿qué escribo ahora?
¡Mala carta para un fin de año! Que el 65 os sea propicio a vosotros y a nosotros. Abrazos muy fuertes de tu viejo amigo —a pesar de todo, no vencido,
Toni