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ОглавлениеA Vicente Soto
Madrid, 27 de diciembre de 1965
Querido Vicente:
Esperaba tu carta. Que resulta melancólica. Pero quizás estos días son melancólicos. Estás experimentando lo que un tenaz luchador actual de aquí llama «la privatización de la vida»; en tu caso, el resultado natural de vivir en un gran país —pese a todo— y con el porvenir asegurado. En el caso de tantos españoles, una evasión. Que yo comprendo asimismo cuando me veo entre mis cuatro paredes, sin chimenea, pero con los libros y la acogedora estufa eléctrica que sustituyen en mí a la prosperidad; aunque, fuera de estas cuatro paredes —y filtrándose en realidad a menudo por ellas—, muchos otros problemas, urgencias y zozobras que no son privados me envuelven.
Mi «privatización», aunque fuese completa, tampoco resultaría compensadora; pues, profesionalmente, el porvenir sigue incierto. Una obra inestrenada —inestrenable— de la que te hablé; después, meses de perplejidad y de creciente tedio. Releí El curioso impertinente; no me sirve. Sería largo explicarte el porqué. Me fui a veranear con una vaga idea dramática, pero no logré concretar en el verano. Tampoco está hoy muy concreta ni satisfactoria; pienso, además, que pertenece al tipo de temas que aquí no gustan. Pero en ella estoy; en las primeras escenas de la obra. Tampoco la estrenaré en la presente temporada, claro, y esto es grave. Paciencia. Lo único que estrenaré —ya se está ensayando— será mi versión de Madre Coraje.
Aunque soy ya el hombre más sedentario de la tierra y lo he rechazado un par de veces, es muy probable que en la próxima primavera dé una gira de conferencias por los colleges de USA. Solo pensar en ese viaje, con mi nulo inglés, me abre las carnes; pero empieza a ser una obligación moral no desaprovechar tales oportunidades. Sobre todo porque en aquellos ambientes soy bastante conocido y seré bien recibido.
En el resto del mundo, sigo siendo el conocido-desconocido. De vez en cuando me llega alguna noticia que a mí mismo me sorprende: la representación de una obra mía, por ejemplo, por el Teatro Universitario de Budapest. Mi nombre, pues, circula entre ciertas minorías —y a menudo, supongo, figura para ser desdeñado.
Fenómenos naturales de un escritor español que sea verdaderamente independiente, y de los que ya te he hablado. El tiempo dirá si me quedo donde estoy o si ganaré aún algunos escalones dentro y fuera; me inclino a pensar lo último, objetivamente, pues creo tener algunos indicios de que así sucederá. El principal factor en contra soy yo mismo, el hastío de mi propia profesión. Debo, pues, vencerme.
En efecto: apenas hay otra cosa aquí que Casona —aun después de muerto— y Paso. Lo demás, cuando tiene interés, es accidental, esporádico, no enteramente profesional. Yo sí lo era, y ahora estoy en un largo bache. Aún queda alguna posibilidad de volverlo a ser. Si la crítica lo permite, si los imponderables lo permiten, si… etc.
Figúrate si comprenderé tus adquisiciones de libros de pintura. ¡Cuán verdadera es cuando es grande! Un día —si la estreno— leerás la obra que estoy escribiendo y en ella verás hasta qué punto la contemplación me parece fecunda y activa. Los «activistas» de nuestro tiempo han olvidado la contemplación, o la denuestan, pero la contemplación es esencial y la pintura es contemplación.
Trasladaré a Campos tu felicitación cuando lo vea. He estado buscando ahora mismo sus señas para sugerirte que le escribieses —seguro que lo conoces: su apellido es un seudónimo—, pero no las encuentro. Sé que el libro es bueno, pero no lo he leído. Si lo tienes, puedes escribirle si te peta a la editora misma, que le reexpedirá la carta. Seguro que le gustaría.
El binomio Agustín-Carmencita sigue su pacífica, feliz al parecer, «privatizada» vida. Él no escribe a nadie y no ve a casi nadie. Yo apenas lo veo. Ni siquiera en estos días. Él sigue en Gredos, contento según parece. Mi hermana viene con frecuencia a ver a los niños; él, nunca, y no por hostilidad, sino por esa mezcla que sigue siendo típicamente suya de timidez, pereza e indiferencia. Pues, cuando nos vemos, siempre se alegra de charlar conmigo.
Esta carta puede parecer el reflejo de un plácido lago; pero mi vida no es eso, ni tampoco lo que me rodea. Está llena de cosas y de expectativas.
Dale nuestros cariñosos saludos a Blanquita y recibid los dos —y los peques— nuestros cordiales deseos de felicidad.
Para ti un abrazo muy fuerte en el nuevo año, de tu amigo de tantos años,
Toni