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2. Los primeros pasos de los seguidores de Jesús. Las comunidades de Jerusalén y de Galilea

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El libro de los Hechos de Apóstoles es nuestra única fuente —aunque muy precaria— para estos momentos, junto con los dos primeros capítulos de Gálatas. El grupo de judíos que siguió a Jesús en su muerte se concentró al parecer en dos lugares preferentes, en Galilea y en Jerusalén. Del grupo galileo apenas sabemos nada, pero sospechamos con razón que fue el que reunió el núcleo del documento de sentencias de Jesús, denominada la «Fuente Q», que es uno de los textos hipotéticos que subyace al menos a dos de los evangelios del Nuevo Testamento, Mateo y Lucas. Un grupo quizás más numeroso de seguidores de Jesús se concentró en la capital, Jerusalén, y recogió otras tradiciones, en especial de su pasión y muerte. Ambos conjuntos de discípulos no eran más que un agregado de judíos piadosos que se diferenciaba de los demás en que creía que el ajusticiado era de verdad el Mesías, y que Dios había hecho justicia a su afrentosa muerte resucitándolo de entre los muertos. Y si ese Jesús había sido designado por Dios como señor y mesías definitivo, tendría que volver pronto a la tierra a concluir su encargo de instaurar el reino de Dios en Israel. De Hechos puede deducirse también que hacia los años 30 el movimiento ya se había extendido a las sinagogas helenistas —de lengua griega— de Damasco y Antioquía.

Nos consta también por los Hechos que el grupo jerosolimitano —que, como veremos a continuación, no era homogéneo— iba a rezar asiduamente al Templo y en consecuencia practicaba el resto de las normas de la religión judía: observaba la Ley, incluidas las prescripciones sobre los alimentos, fiestas, normas de pureza ritual, etc. Es probable, sin embargo, que ese nuevo grupo se percibiera desde el principio, dentro de la pluralidad del judaísmo del momento, como una nueva vía, un nuevo modo de vivir la religión judía, no más, y lo proclamara así a los demás judíos de la capital. Algo parecido puede sospecharse del conjunto de discípulos que permaneció en Galilea y que conservaba por igual la memoria de su maestro.

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