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3. La división de la comunidad

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Por los capítulos 6-7 de Hechos de Apóstoles sabemos que desde el primer momento formaron parte del grupo de seguidores de Jesús tras su muerte no solo judíos nacidos en Jerusalén o en Galilea, sino otros de la diáspora, que hablaban griego como lengua materna, que tenían una mentalidad distinta por haber nacido fuera de Israel y por haberse formado dentro de la atmósfera intelectual generada por la lengua helénica. Estos judíos que tenían sus propias sinagogas, pero cuya piedad giraba también en torno al Templo, debían de ser muy piadosos, y muy probablemente se habían trasladado a Jerusalén porque esperaban que el Mesías habría de mostrarse primero en la capital del país, según la profecía de Zacarías 14,1-4. Por tanto, ya desde los primeros momentos del judeocristianismo jerosolimitano, el grupo de seguidores del Crucificado era mixto: se componía de dos comunidades netamente distinguibles, pues tenían sinagogas diferentes. Una era la de los «hebreos», los autóctonos, de lengua materna aramea. El segundo el de los «helenistas», los judíos nacidos fuera, los de lengua materna griega pero asentados en la capital.

Pronto, sin embargo, debieron de surgir problemas entre las dos comunidades dado que los «helenistas» tenían una visión distinta de lo que podía significar Jesús en realidad y de su aportación al modo de vivir el judaísmo en los últimos tiempos, los mesiánicos. Basándose en las críticas del guía común, Jesús, al modo de entender la Ley por parte de sus contemporáneos (Mt 5), y quizás en las no menos duras palabras suyas sobre el Templo y su sustitución por otro no hecho por mano humana, sino por Dios (Mt 24,2 y paralelos), es posible que estos helenistas comenzaran a criticar el valor de la Ley tal como los demás lo entendían y a defender que solo había que observarla como la había interpretado Jesús. No es inverosímil que a esta postura añadieran críticas a la situación actual del santuario jerosolimitano y que anunciaran probablemente su sustitución por otro nuevo, edificado directamente por la divinidad. El Crucificado era en esto el supremo maestro. Este hecho no era insólito, pues como grupo mostraban así estos judíos una postura similar a la de los esenios disidentes, retirados en Qumrán, en las orillas del mar Muerto, para quienes la observancia de la Ley debía hacerse según las directrices e interpretaciones de su guía espiritual, el Maestro de justicia, y que mantenían una notable distancia respecto al Templo y su valor.

De los ataques que sufrió este grupo de «helenistas», según Hechos, debe deducirse que comenzaban a considerar su fe en Jesús como un cierto rasgo distintivo respecto al común de los judíos circundantes, porque su postura conllevaba puntos de vista teológicos particulares. Naturalmente esto no agradó a las autoridades de Jerusalén, quienes comenzaron una persecución contra estos judeocristianos helenistas (Hch 8,1-2). Según Hch 6,11.14, los adversarios del primer helenista calificado, Esteban, tildaron de «blasfemias» y de quebrantamiento de la tradición de Moisés estas propuestas de una nueva «visión teológica» acerca de la Ley y del valor del Templo, incipiente por el momento, pero que a la larga habría de dibujar rasgos que diferenciarían al judeocristianismo emergente helenista de las doctrinas que había mantenido Jesús.

Esta profunda escisión en el seno del judeocristianismo recién nacido —a pesar de la imagen de concordia que presentan los Hechos de Apóstoles— es digna de tenerse en cuenta para comprender el surgimiento de las obras del Nuevo Testamento: la constitución de líneas teológicas divergentes de las judías israelitas son precisamente las que fueron recogidas en los futuros libros sagrados del movimiento judeocristiano «helenista». Por el contrario, los judeocristianos de la comunidad de Jerusalén, los «hebreos», se consolidarían como más fieles al judaísmo y a la doctrina judía de Jesús de Nazaret, pero su pensamiento acabaría siendo casi rechazado por la facción dominante y relegado a obras menores o a evangelios luego tildados de apócrifos.

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