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INTRODUCCIÓN GENERAL Antonio Piñero * I. EL NUEVO TESTAMENTO EN SU CONJUNTO 1. El Nuevo Testamento es un conjunto de libros

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El Nuevo Testamento es el testimonio más antiguo de lo que hoy llamamos «literatura cristiana primitiva». Desde el punto de vista de la lengua, está todo él sin excepción escrito en griego, por lo que forma parte indudable de la historia de la literatura griega antigua. Sin embargo, el Nuevo Testamento en su conjunto se presenta a sus lectores no como simple literatura, sino como el primer depósito cristiano de lo que un ser humano debe conocer para obtener la salvación, una vida más allá de la muerte.

El Nuevo Testamento tiene el formato de un solo libro, pero en realidad es un conjunto de libros, a veces muy dispares entre sí. Este hecho explica su riqueza, pero al mismo tiempo hace imposible una lectura única. A la vez, sin embargo, este primer corpus cristiano tiene una unidad de fondo, ya que es el primer intento de variados autores por comprender la historia del mundo y del ser humano a la luz de lo que, según ellos, eran los planes salvadores de Dios manifestados en Jesús de Nazaret, en su vida, su predicación, su muerte y resurrección. Todos los escritos que encontramos en este corpus buscan presentar de uno u otro modo esta concepción, sea cual fuere su autoría y su formato literario concreto.

El espacio cronológico que ocupa este corpus de escritos va probablemente desde el 51 e.c., momento en el que se escribió su primera obra, la Primera carta a los tesalonicenses de Pablo de Tarso, y se cierra convencionalmente en torno al 135, fecha que señala el fin del segundo gran levantamiento judío contra Roma en tiempos de Adriano. Es este también el posible momento de composición de la denominada Segunda carta de Pedro, en realidad de autor desconocido. Cada escrito dentro de este conjunto unitario que mantiene una fe más o menos común es obra de un autor individual con sus perspectivas e intereses particulares, que son también probablemente los del subgrupo cristiano al que pertenece. Las diferencias conceptuales se explican en parte porque la composición del Nuevo Testamento se extendió no solo durante esas décadas, sino también por diversas regiones geográficas y ambientes distintos. Salvo las cartas genuinas atribuidas a Pablo de Tarso, siete en total, el resto de las obras del Nuevo Testamento —con la excepción de la Revelación, «firmada» por un anciano («presbítero») llamado Juan, pero del que nada cierto sabemos— es anónimo. La tradición secundaria cristiana desde mediados del siglo II procuró poner rostro y nombre a los autores de tales obras, pero esta pretensión ha sido desmontada por la ciencia histórica.

Para lograr los efectos de propaganda de la fe en Jesús como mesías, sus seguidores utilizaron los medios literarios que tenían a su alcance, moldeándolos para sus fines: cartas personales o de contenido ideológico; pequeños tratados, por ejemplo, sobre los modos correctos de la vida cristiana, o disertaciones más abstractas sobre ética; formas literarias menores como discursos o sermones; bloques de comparaciones, semejanzas y parábolas; relatos e historias en torno a Jesús, por ejemplo, de sus milagros o acciones prodigiosas; otras narraciones sobre sus seguidores o «Hechos de Apóstoles»; himnos, salmos y composiciones de tipo cultual-litúrgico, como fórmulas de alabanza o «bendición» de Dios; colecciones de textos sobre revelaciones acerca del fin del mundo o sobre la vida tras la muerte, designados posteriormente como «apocalipsis». Todos estos géneros literarios habían sido utilizados ya entre los autores de la literatura judía de época helenística (desde el siglo III a.e.c. al I e.c.), pero adquirieron parcialmente nuevos contornos al ser usados de nuevo por los escritores judeocristianos. Algunas de estas formas literarias estaban también en boga entre los rabinos judíos, sobre todo a partir del siglo I e.c., como, por ejemplo, la reunión de dichos y sentencias de un maestro famoso de la Ley, con sus comentarios correspondientes, o la colección de parábolas, anécdotas y hechos prodigiosos de ciertos rabinos insignes.

Los libros del Nuevo Testamento

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