Читать книгу De Berlin a Paris en 1804 - August Friedrich Ferdinand von Kotzebue - Страница 12
HEIDELBERG
ОглавлениеSi algún hombre desgraciado me preguntara dónde podría vivir para olvidar y escapar, siquiera por una hora, a la pena, le diría que en Heidelberg. Pero si algún ser dichoso quisiera saber qué lugar podría escoger para coronar con frescas guirnaldas cada alegría de la vida, también le citaría a Heidelberg. Lugar romántico, cálido ambiente, pueblo honrado, libre de restricciones, cómodas moradas, baratura, he ahí sus ventajas. Pero esta lista se halla muy lejos de ser todo: Heidelberg añade a las ya citadas la gran ventaja de estar en la vecindad de tantas, bellas, agradables y hospitalarias ciudades.
Si el cuitado desea vagar solo, con su dolor, y tal es lo que primordialmente hace todo el que padece, dejémosle caminar por las encantadoras orillas del Neckar, o por las opulentas montañas, o entre las majestuosas ruinas del castillo, o hagámosle un programa de pequeñas excursiones a Weinheim, Heppenheim, etc. Pero una vez que sus penas hayan pasado por la palidez de la desesperación, si ya no quiere rehuir por más tiempo a la humanidad y a sus escenas bulliciosas, entonces encontrará, por fin, diversión y esparcimiento en los teatros de Manheim, Stuttgart y Francfort del Mein. Se hallará con diversiones en Darmstadt, Heilbronn, Bruchsal, Hanau, Spira, Worms, Oppenheim, Offenbach, y en otros lugares que no cito, para no prolongar la lista, a la derecha, a la izquierda, o en cualquier dirección.
Las ruinas del castillo son únicas. La vista que desde él se contempla despierta la visión de una vida mejor. Los antiguos pasadizos subterráneos son elemento propicio para las imaginaciones vivas. Se dice que tiene salida a la ciudad, pero, siendo peligrosos, se ordenó, sabiamente, que fueran tapiados. Hace algunos años un emigrante cayó en uno de estos precipicios, habiendo precedido imprudentemente al guía. Felizmente para él, algunos mozalbetes le habían acompañado poco tiempo antes mendigándole, y habiéndose señalado el lugar donde desapareció, fue, al fin, salvado. Relató que había recorrido una distancia considerable bajo las bóvedas, hasta que llegó a un punto donde escuchó varios ruidos confusos, que eran los ecos de los diversos ruidos de la ciudad que, por encima de él, bullía. Al fin, oyó los gritos proferidos por los que iban en su busca y regresó. Un saltimbanqui, o cosa parecida, al clavar estacas en la plaza del mercado, donde fijar la cuerda para sus ejercicios, viose precipitado a la misma bóveda, en donde halló viejas armas roñosas.
El famoso tonel de Heidelberg es una curiosidad muy mezquina que, incluso, no tiene ni el atractivo de la antigüedad, pues habiéndose destrozado el antiguo, el nuevo Elector Carlos Teodoro ordenó construir uno nuevo, con lo cual, ciertamente, no habrá logrado la inmortalidad. Sin embargo, aconsejo a cada viajero vaya a la cueva en donde está, porque allí encontrará una cosa que no espera y que creo le gustará tanto como me agradó a mí, y es