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Ostuni

Viernes, 17 de febrero de 2017

Una semana después de que a Bastian le dieran el alta médica del hospital, los hermanos Berardi regresaron a Ostuni. Regresaron a casa. Bastian había emprendido ese viaje con un sabor agridulce en la boca. Por tener que dejar el lugar que él había creído le traería el éxito, pero también por tener que dejar atrás a sus amigos, que con lágrimas en los ojos habían ido a despedirlo a la terminal. Solo había faltado Nancy, que desde que lo dejara en el hospital, había desaparecido de su vida por completo.

Su hermana, sentada a su lado en el tren y percibiendo la resistencia emocional que ponía al tener que dejar esa ciudad, le había tomado la mano con fuerza y, con esa sabiduría tan simple que tenía, le había dicho: “Vamos a Ostuni, Bastian. Roma no se irá a ninguna parte. Y cuando te pongas bien, si quieres volver, aquí estará”. Entonces él se había dado cuenta de que ella tenía razón. Roma siempre estaría allí. Desde ese momento empezó a vivir el regreso a Ostuni ya no como una pérdida y se propuso sacarle el máximo provecho.

El reencuentro con el hogar familiar había propiciado también el reencuentro con el Bastian de su juventud. Ese que añoraba los pasteles que horneaba su madre, el que pasaba horas compartiendo juegos con sus hermanos, trepando el paraíso del jardín, y al que le gustaba tanto nadar en el mar. Solo al estar de vuelta en Ostuni fue consciente de cuánto había extrañado las vistas del Adriático. ¡Qué paz le infundía contemplarlo desde la ventana de su habitación y cuánto ansiaba hundir sus plantas en la arena, caminar por la playa, dejar que la espuma le empapara los pies!

Estar en su hogar era también una forma de sentirse protegido. Cobijado en un abrazo inmenso e interminable, como si sus padres, aún en la ausencia de la muerte, lo protegieran y cuidaran como cuando era pequeño. Porque allí, esa ausencia no lo era tanto. En Roma los había sentido muertos; en Ostuni los sentía vivos en cada recuerdo que afloraba a él con vivacidad y nitidez asombrosas.

Tras dejar las maletas en los dormitorios y ponerse ropa cómoda –Leandro había asistido a Bastian en la tarea–, los hermanos se reunieron en la cocina para tomar un almuerzo ligero y resolver los pasos a seguir.

–Basty, ¿te acuerdas de Lola, mi profe de yoga? –le preguntó Daniela.

–Ajá, me acuerdo –confirmó él. Dani conocía a Lola desde hacía más de doce años y siempre habían sido muy buenas amigas además de ser alumna y profesora, por lo que Bastian la recordaba muy bien–. ¿Qué pasa con ella?

–Le conté que volvías a Ostuni y que tenías que completar tu tratamiento, así que hace unos días me pasó el dato y las mejores referencias de un centro de rehabilitación. Dice que los médicos y terapistas son absolutamente profesionales y que el lugar está muy bien equipado. Ella lo conoce bien porque allí la atendieron cuando se fracturó la muñeca.

–Bueno, entonces nos quedamos con ese lugar –estuvo de acuerdo. Llegar al hogar de su infancia, sumado al acompañamiento constante y cariñoso que le brindaban sus hermanos, habían obrado de manera favorable en el estado de ánimo de Bastian. Esto, junto a su deseo de no volverse una carga para nadie, lo habían hecho tomar conciencia de la importancia de su tratamiento y de su propia colaboración–. Es preferible recurrir a donde ya nos han dado referencias y no estar buscando a ciegas –completó, inducido por un pensamiento práctico.

–Yo estoy de acuerdo. Para mí, si lo dice Lola es palabra santa. Aun así, si no te convence el lugar puedo pedir otras referencias en el trabajo –Daniela había hecho un secretariado. Tras graduarse y después de pasar por dos empleos sin demasiada relevancia, había ingresado como secretaria en una clínica de la ciudad. Llevaba allí cerca de ocho años, por lo que contaba con varios contactos dentro del rubro de la salud.

–Seguro estará bien, Dani. Quedémonos con ese.

–Bien. Entonces, por mi parte sugiero telefonear al centro ahora mismo para pedir cita y no dilatar más la espera respecto a tu rehabilitación. También, como ya lo hablamos anteriormente, debemos pedir el asesoramiento de una terapista ocupacional. Porque con el sentido común podemos darnos cuenta de alguna cosa puntual, pero nadie mejor que una profesional, que lidia con estos temas a diario, para que nos indique de manera concienzuda qué modificaciones hay que hacer en la casa.

–Sí, en eso estábamos todos de acuerdo –asintió Bastian.

–Bueno, entonces no hay nada más que decir. Llamemos ya –indicó Leandro.

–¿Quién lo hace? –quiso saber ella.

–Hazlo tú, por favor –pidió Bastian, que a pesar de mostrarse más colaborativo, tenía pocas ganas de lidiar con esas cosas.

Quince minutos después, ya tenían cita en el centro de rehabilitación y una entrevista con la terapista ocupacional. Ella los visitaría el lunes siguiente, después de que Bastian tuviera su primera sesión en el centro.


Lunes, 20 de febrero de 2017

–Hola, Bastian. Mi nombre es Daniela, y soy la terapista ocupacional que te asignó el centro de rehabilitación –se presentó la recién llegada.

–Buenas tardes, Daniela... –respondió el saludo estrechando con firmeza la mano de su interlocutora. Con una media sonrisa añadió–: Te llamas igual que mi hermana –la señaló con una inclinación de cabeza. La aludida y Leandro también estaban presentes en la sala; de hecho, habían sido ellos quienes habían recibido a la profesional en la puerta. Daniela por haber acudido al llamado del timbre, y Leandro por haber llegado justo en ese momento de hacer unas compras. El ingreso a la sala lo habían hecho los tres juntos tras los saludos y presentaciones de rigor.

–¡Sí, me acabo de enterar! –exclamó con una sonrisa franca.

Tomaron asiento. Daniela Berardi fue hasta la cocina en busca de café. Hablaron de temas triviales hasta que otra vez estuvieron los cuatro reunidos. Solo entonces la terapista ocupacional inició la conversación con el tema que los convocaba.

–Debes saber que en nuestro centro de rehabilitación todos los profesionales trabajamos de manera mancomunada con un solo objetivo: que alcances la mayor recuperación posible en todos los aspectos en función de tu lesión. Y con esto me refiero a que logres mayor independencia y bienestar físico y psíquico. Es por esto que no solo trabajará contigo un equipo de kinesiólogos, también lo hará una psicóloga y terapistas. Entiendo que esto mismo deben habértelo explicado cuando acudiste al centro esta mañana, ¿verdad? –quiso asegurarse la profesional. Aguardó la respuesta con la mirada fija en el paciente, mientras se acomodaba detrás de la oreja un mechón de su larga cabellera pelirroja.

–Así me lo han comunicado, sí. Y me parece bien –recalcó él.

–Perfecto, Bastian –revisó los apuntes que llevaba en su carpeta, entre ellos el cuestionario que el paciente y sus familiares habían completado en su visita a la clínica. En el cuestionario se hacía mención a las “actividades básicas cotidianas”, y “actividades de la vida diaria”, y el grado de dificultad que cada una de ellas significaba para el paciente, clasificadas con el siguiente rango: puedo, no puedo, con ayuda, sin ayuda–. De acuerdo a tu historia clínica y a la evaluación integral que te realizaron en el centro esta mañana, los kinesiólogos que te asignaron son César y Rita. También iniciarás terapia psicológica con la licenciada Ciampo, y yo seré tu terapista ocupacional. ¿Vamos bien hasta aquí?

–Sí –aseguró él.

–Bien. Sigamos, entonces. Mi función, entre otras cosas, es la de hacer un análisis detallado de tu casa y de tu lugar de trabajo, y determinar las adaptaciones a realizar. ¿Cuál es el objetivo de esto? Que puedas volver a ser una persona autónoma.

–Bueno, esta es la casa –Bastian abarcó con un ademán todo el recinto–. Respecto al trabajo, en este momento estoy desempleado... –hizo una pausa para mantener controlada la mixtura de emociones negativas que lo invadían cada vez que algún detonante le recordaba todo lo que había perdido tras el accidente. Aflojó las manos, que había apretado en puños sin darse cuenta y en su lugar se centró en el recuerdo de la conversación que había tenido con sus hermanos acerca de su posible futuro laboral–. La realidad es que tengo para un buen tiempo de tratamiento y, en estas condiciones, dudo que me resulte sencillo encontrar un empleo. Al respecto, con mis hermanos creemos que podría abrir aquí mismo mi estudio contable y trabajar de manera independiente.

–Es una idea excelente, Bastian. En principio puedo decir que es un puesto de trabajo que, tomando las medidas pertinentes, podrías desempeñar muy bien. Eso sí, vamos a recorrer la casa y a determinar qué ambientes son los adecuados para esto, ¿de acuerdo? Y, por supuesto, como les dije antes, les indicaré todas las adaptaciones a realizar, necesarias para que desarrolles de manera independiente tanto tus actividades básicas cotidianas y actividades de la vida diaria, como las relacionadas con tu trabajo.

–¡Gracias, tocaya! –exclamó Daniela con entusiasmo–. Te aseguro que haremos todas las modificaciones que nos indiques para que Basty pueda desenvolverse sin problema.

–Perfecto –cerró la carpeta pero mantuvo un lápiz y el cuestionario de Bastian a mano–. Entonces, si les parece bien –se puso de pie–, podríamos iniciar el tour por la casa –sonrió con amplitud.

–¡Estupendo! –clamó Daniela. Leandro y Bastian asistieron con la cabeza, aunque Bastian prefirió permanecer en la sala mientras el grupo realizaba el recorrido.

Daniela se dirigió en primera instancia hacia la puerta de entrada de la casa. Pidió que la abrieran.

–Aquí tenemos el primer aspecto a modificar –señaló los cinco escalones que conducían a la calle–. Esta es una edificación en altura y estos escalones son un problema de acceso para Bastian. En esta etapa de su rehabilitación, en la que realiza su tránsito en silla de ruedas, es necesaria una rampa que no sea muy empinada para que él pueda entrar y salir de la casa sin ayuda –explicó–. En un futuro, cuando incorpore el uso de muletas, será imprescindible la adición de un pasamanos firme, preferentemente en ambos lados de la escalera, para asegurar una sujeción perfecta.

–No habrá problema con eso –señaló Leandro–. El jardín es lo suficientemente extenso como para añadir esa rampa. ¿Y respecto al porche? –quiso saber. Hacía referencia a la galería de unos dos metros de ancho que se extendía desde la parte frontal de la casa hasta la faceta que daba directo al mar. Desde toda la galería se tenía una preciosa vista del Adriático desde diferentes frentes.

–Es perfecto. Solo le añadiría una reja que funcione como barrera de contención para que él pueda maniobrar sin peligro al entrar o salir, o al deambular por la misma galería.

Ya dentro de la vivienda, la terapista ocupacional fue señalando las distintas adaptaciones que deberían hacer: pequeñas rampas en los desniveles, acomodar los muebles de manera que quedara espacio suficiente para el tránsito libre en silla de ruedas, quitar alfombras pequeñas que en un futuro pudieran ocasionar tropiezos.

En todos los ambientes de la casa, y en el que sería su estudio contable, debían estar al alcance de la mano de Bastian los utensilios y herramientas que él fuera a utilizar para sus necesidades básicas y demás actividades. Todos los armarios, archivadores y ficheros debían ser de fácil acceso, para que él no tuviese que inclinarse o estirarse para alcanzarlos; también para que no necesitara solicitar ayuda.

En el baño debían cambiar la puerta por una plegadiza de mayor tamaño para facilitar el ingreso con la silla de ruedas y colocar barrales para sujeción, sobre todo en la ducha. Que no hubiera bañadera era un punto a favor. No obstante, Daniela les recomendó quitar el salpicadero para que Bastian no tuviera que alzar las piernas para entrar y salir de la ducha. También mencionó la importancia de instalar una regadera de mano y antideslizantes, dado que el momento de la ducha se volvía peligrosísimo para la estabilidad al mojarse todo y llenarse de jabón. Otro punto a favor que tenía el baño de los Berardi era que ya tenía un bidet, que sería de gran utilidad para higienizarse.

En el dormitorio, como la cama tenía una altura considerable al tratarse de un sommier, no habría mayores problemas para que Bastian pudiera hacer el traspaso a la silla de ruedas y viceversa, o ponerse de pie llegado el caso. Daniela se despidió de los Berardi dos horas después, tras haber realizado un trabajo impecable.

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