Читать книгу Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Profetas Menores - C. F. Keil - Страница 20

1, 10-11 (=11, 1-2)

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10 Con todo, el número de los hijos de Israel será como la arena del mar, que no se puede medir ni contar. Y en el lugar donde se les dijo: “Vosotros no sois mi pueblo” se les dirá: “Sois hijos del Dios viviente”. 11 Se congregarán los hijos de Judá y de Israel, nombrarán un solo jefe y se levantarán de la tierra, porque grande será el día de Jezreel.

Estos versos son en la Biblia hebrea el comienzo de Os 2. Por el contrario, en las traducciones suelen corresponder a Os 1, 10-11. A la acción simbólica que describe el juicio que caerá golpe tras golpe sobre las diez tribus, desembocando en la destrucción del reino y en el destierro de sus habitantes se añade aquí, de un modo abrupto el anuncio salvador de la restauración final de aquellos que se vuelvan al Señor11.

1, 10 (= 2, 1). Parece como si la promesa que se hizo a los patriarcas (anunciando el crecimiento innumerable de Israel) quedara abolida con el rechazo de las 10 tribus de Israel que aquí se predice. Pero esta impresión, que podría confirmar el carácter impío de su confianza, se supera aquí con la proclamación de la salvación, que podríamos destacar introduciendo un “a pesar de ello” (=con todo). La coincidencia casi verbal entre este anuncio de salvación con las promesas patriarcales (especialmente con Gen 22, 17 y 32, 13) sugiere naturalmente la idea de que “los hijos de Israel” (cuyo crecimiento innumerable aquí se anuncia) son todos los descendientes de Jacob o Israel, formando un todo. Pero si nos fijamos en la segunda frase, según la cual aquellos que son llamado “no-mi-pueblo” se llamarán entonces “hijos-del-Dios-vivo”, y si tenemos en cuenta la distinción establecida en Gen 32, 11 entre los hijos de Israel y los de Judá, esta idea resulta insostenible. Debemos asumir, por tanto, que el profeta solo tiene en su mente una parte de la nación entera, es decir, aquella de la que se ocupaba antes, afirmando ahora, en relación con esa parte, que la promesa en cuestión se cumplirá un día.

La forma en que esto se cumplirá aparece en la siguiente frase. En el lugar donde los hombres se llamaban a sí mismos yMiä[;-al{), es decir, lō'-‘ammī, ellos se llamarán “hijos del Dios viviente”. Por su parte, בּלמקום אשׁר no significa en vez de, o “en lugar de”, como en latín loco, sino en el “lugar geográfico” (cf. Lev 4, 24. 33; Jer 22, 12; Ez 21, 35; Neh 4, 14). Este lugar debe ser la tierra de Palestina (donde sucede también el rechazo) o la tierra del exilio, donde este nombre recibirá su nueva verdad. La corrección de esta visión, que es la que ofrece el texto caldeo, está probada por Gen 32, 11, donde se habla de la venida desde la tierra del exilio, por donde se puede deducir que el cambio se producirá en la tierra del exilio.

A Yahvé se le llama yx'(-lae(, El Chai, el Dios viviente, en oposición a los ídolos que el pueblo idolátrico de Israel se había construido. Y la frase “hijos del Dios viviente” expresa el pensamiento de que Israel volverá a establecer una relación auténtica con el Dios verdadero, y llegará a la culminación de su llamada divina. De esa manera, toda la nación será llamada y elevada al rango de hijos de Yahvé, siendo admitida en la alianza con el Señor (comparar Dt 14, 1; 32, 19 con Ex 4, 22).

1,11 (=2, 2). La restauración de Israel será seguida por el retorno al Señor. La reunión, es decir, la conexión y unidad de Judá y de Israel presupone que Judá se encontrará en la misma situación de Israel, es decir, que será rechazada también por el Señor. El objeto de la unión será el nombramiento de una “cabeza” y la capacidad de elevarse sobre la tierra. Las palabras de estas dos frases nos hacen retomar el motivo de la salida de las diez tribus de Egipto.

La expresión “nombrar un jefe”, que recuerda la de Num 14, 4, donde la congregación rebelde intenta nombrar un jefe para para volver a Egipto, remite a Moisés, y la frase “elevarse sobre la tierra” está tomada de Ex 1, 10 donde encontramos también la palabra הארץ con el artículo definido. La corrección de esta interpretación queda asegurada por encima de toda duda a través de Ex 2, 14-15, donde la restauración de Israel se interpreta como un camino que lleva a través del desierto a la tierra de Canaán. De esa forma se establece un paralelo entre el camino final de la salvación y lo que sucedió al salir de Egipto en los tiempos antiguos.

Ciertamente, el destierro de los hijos de Israel fuera de Canaán no se predice aquí disertis verbis, es decir, con palabras explícitas. Pero se deduce de un modo muy claro del destierro en la tierra de los enemigos con el que el mismo Moisés había amenazado al pueblo en caso de una apostasía continuada (Lev 26 y Dt 28). De hecho, Moisés había descrito el destierro del Israel rebelde entre los paganos en diversos lugares, con muchas palabras, como un retorno a Egipto (Dt 28, 68), presentando así a Egipto como el tipo del pueblo pagano, en medio del cual sería dispersado Israel de nuevo.

Partiendo de estas amenazas contenidas en la Ley del Pentateuco, Oseas amenaza también al pueblo infiel de Efraim (de las 10 tribus de Israel) con una vuelta a Egipto en Os 8, 13 y 9, 3. En estos pasajes, Egipto aparece como tipo de los países paganos en los cuales será dispersado Israel a causa de su apostasía del Señor. En esa línea, en el pasaje del que tratamos, Canaán, como tierra a la que Israel ha de volver saliendo de Egipto, es el tipo de la tierra del Señor.

Pues bien, de igual forma, en el pasaje del que aquí tratamos, Canaán, que es la tierra a la que Israel ha de volver saliendo de Egipto, es un tipo de la tierra del Señor. En esa línea, el camino a través del cual el Señor guiará a su pueblo hacia Canaán constituye una representación figurada de la reunión de Israel con su Dios y de la culminación de su camino, con el gozo pleno de las bendiciones de la salvación, que están figuradas en los frutos y productos de la tierra de Canaán (cf. también Os 2, 14-15).

Hay otra cosa que debe ser destacada: el uso de la palabra dx'Þa,,'echâd, un solo príncipe o rey. La división de la nación en dos reinos ha de cesar, y la casa de Israel ha de volver de nuevo a Yahvé, y a su rey David (Os 3, 5). La razón que se da para esta promesa (porque es o será grande el día de Jezrael) causa no pocas dificultades, y ellas no se pueden superar dando un significado distinto al nombre Jezreel, partiendo de la diferencia que habría entre este verso y Os 1, 4-5.

El día de Jezreel solo puede ser el día en que el poder de Israel quedó roto en el valle de Jezreel, de forma que el reino de la casa de Israel quedó destruido. Este día se llama “grande”, es decir, importante, glorioso, a causa de sus efectos y consecuencias en relación con Israel. La destrucción del poder de las tribus, la destrucción de su reino y su expulsión al exilio, forman el gran momento de cambio partiendo del cual es (será) posible la conversión del pueblo rebelde de Israel y su reunión con Judá.

El sentido “apelativo” de יזרעאל (=lugar de siembra del nuevo pueblo) del que no veíamos alusión en Os 1, 4-5, sigue estando también aquí en el trasfondo, pero ahora aparece ya evocado de un modo más preciso, de manera que en el juicio que Dios realizará sobre Israel en el valle de Jezreel, ese valle (como indica su nombre) se convertirá en el lugar en el Dios sembrará su semilla para la renovación de Israel.

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