Читать книгу Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Profetas Menores - C. F. Keil - Страница 6

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INTRODUCCIÓN DEL TRADUCTOR

El autor ha dicho en este comentario lo esencial sobre los Doce Profetas, que en el canon hebreo forman un único libro, que ha de ser leído por tanto en unidad, aunque las traducciones antiguas (desde los LXX) y las versiones modernas han dividido en doce libros “menores” (por su extensión, no por su importancia). Este libro de los Doce Profetas es quizá más completo y temáticamente variado no solo del Antiguo, sino también del Nuevo Testamento, es decir, de toda la Biblia cristiana, por la riqueza histórico‒religiosa de sus aportaciones y por la variedad de su contenido teológico. Eso se debe a la multiplicidad de sus autores, y al largo espacio de tiempo en que fueron proclamados, elaborados y escritos los libros, desde el siglo VIII a. C., hasta, por lo menos, el siglo IV a. C., cada libro con su propio tema y perspectiva, en un contexto de revelación unitaria y múltiple de Dios a su pueblo.

Este libro de los Doce Profetas, cuyo comentario de C. F. Keil he traducido y adaptado al castellano, ha sido y sigue siendo uno de los más importantes, no solo de la Biblia, sino de la historia judía y cristiana, desde un punto de vista exegético y teológico. Su lectura es obligada para un teólogo y ministro del evangelio (no solo de las iglesias reformadas, sino también de la católica y de la ortodoxa) y para todo aquel que quiera conocer de primera mano la Biblia del Antiguo Testamento, partiendo de su texto original hebreo. Sus claves de composición y lectura siguen siendo las mismas que he puesto de relieve en la introducción a los volúmenes anteriores de los profetas, aunque será bueno recordarlas de nuevo.

1. C. F. Keil ha escrito este comentario como filólogo y teólogo cristiano, interpretando los libros de los Doce Profetas desde el trasfondo de la Revelación de Dios, en la que se incluye el Antiguo y el Nuevo Testamento. Su obra se sitúa, según eso, en la línea de una exégesis canónica, es decir, desde una visión de conjunto de la Biblia entendida como Palabra de Dios, de forma que cada uno de sus textos debe interpretarse desde el conjunto de la revelación divina.

2. C. F. Keil actualiza los libros de los Doce Profetas desde la tradición histórica del antiguo oriente y desde la identidad del pueblo israelita, fijándose de un modo preciso en el texto original hebreo, que él toma como canónico y normativo, no solo para los judíos, sino también para los cristianos. Su interpretación quiere ser y es “total”, pues tiene en cuenta no solo a los rabinos judíos, sino también a los santos Padres de la Iglesia primitiva, con los representantes de la tradición posterior, en especial la de los grandes maestros del origen de la Reforma, desde el siglo XVI al XIX.

3. El autor opta, como he dicho, por el texto del canon hebreo, aunque apela también con frecuencia a las variantes del texto griego de los LXX, pero considerándolo siempre como secundario. En sentido ya más “teológico”, su interpretación de conjunto se abre hacia la plenitud del mensaje de Jesús y del Nuevo Testamento en general, tal como ha sido ratificado por Pablo, realizando, según eso, una exégesis “canónica cristiana” (no judía) de la Biblia israelita, pues, a su juicio, la revelación más honda de los Doce Profetas se cumple y entiende en línea cristiana con Jesucristo.

4. El comentario es siempre fiel a los textos originales, y en ese sentido introduce y guía a través de las exigencias de una de exégesis “literaria” extraordinariamente profunda y precisa, aunque siempre abierta al mensaje religioso para el momento actual. A fin de que la lectura de la obra sea fructífera resultará importante un conocimiento básico del hebreo, aunque no resulta imprescindible, pues el argumento básico se puede leer sin necesidad de dominarlo de un modo directo. Por eso, apelando siempre al texto hebreo, escrito en su grafía original (el alefato) he transcrito con cierta frecuencia sus palabras fundamentales en alfabeto latino, para que de esa manera el lector no especialista en lenguas semíticas pueda comprender mejor el texto y comentario.

5. Este es, ante todo, un comentario exegético‒literario, con fondo teológico, pero implica, al mismo tiempo, un hondo estudio histórico, pues el autor se ha esforzado por situar los temas y los textos dentro de su ambiente social, político y cultural, en el tiempo del surgimiento y primer despliegue de los imperios mundiales, desde la dominación asiria (siglo VIII a. C.) hasta la conquista “helenista” de Alejandro Magno (siglo IV a. C.). Asume, pues, la tradición griega, pero insistiendo siempre en el carácter semita, es decir, hebreo de la revelación del Antiguo Testamento, que forma parte del único Testamento o Revelación de Dios para los cristianos. Ciertamente, en este campo se ha dado un importante avance en el estudio y conocimiento de la historia, pero la presentación del autor sigue siendo básicamente fiable.

6. En su introducción, el autor ha situado el tiempo y contexto de los doce libros de los profetas menores, y lo ha hecho de un modo que sigue siendo básicamente fiable, tanto en línea histórica como exegética. Pero una exégesis bastante extendida de la actualidad (a comienzos del siglo XXI), tanto en línea más tradicional (confesional) como más renovadora en línea histórico‒crítica, tiende a situar algunos de los libros de los Doce Profetas en un contexto cultural y cronológico algo distinto, pues los ciento cincuenta años que han pasado desde la primera edición de este comentario hasta la actualidad han podido ayudarnos a cambiar algunas perspectivas, aunque el trasfondo teológico‒religioso siga siendo el mismo. Por eso, para el lector interesado, quiero añadir en esta introducción un esquema histórico algo distinto que está siendo utilizado entre los exegetas actuales, tanto en línea tradicional como “moderna”.

7. En la introducción general del autor, y después en la introducción de cada profeta, podrán ver los lectores la perspectiva de historia en la que el autor se ha situado. Evidentemente, ella será fundamental para entender el conjunto de estos libros, con sus comentarios más precisos sobre cada tema y sobre cada libro. Será normal que el conjunto de los lectores asuman sin más el fondo histórico y la aportación teológica del autor. Pero podrá haber algunos que desearán comparar la visión de C. F. Keil con la que actualmente utilizan muchos historiadores y biblistas, cristianos o no cristianos. En general, ellos sitúan de esta forma los libros y los temas de los Doce Profetas:

a. C. Profeta Obra
Amós 2.ª mitad siglo VIII a. C. Natural de Tecoa, junto a Belén, es el primero cuyo libro se recuerda. De origen campesino, es testigo de la justicia de Dios contra los ricos opresores. La profecía nace “madura” con Amós, originario del reino del Sur (Judá), pero que proclama la palabra de Dios en los santuarios del Norte (Israel), especialmente en Silo (cf. 7, 12-17). Sus temas básicos son: a. Justicia social: Dios no se manifiesta ni actúa por el culto, sino como garante de la justicia social, a favor de los más pobres. b. Denuncia política: Anuncia la caída del reino de Israel, que se encuentra en su máximo esplendor, con el rey Jeroboán.
Oseas 2.ª mitad siglo VIII a. C. Vincula su experiencia personal, quizá simbólica (acoge y ama a su esposa adúltera), con la de Dios, que perdona y acoge también a los israelitas adúlteros (que se prostituyen con otros dioses) Proviene del Norte (Israel) donde actúa como representante de la tradición de la alianza de Dios con el pueblo. Denuncia la injusticia social (como Amós), pero sobre todo la idolatría de aquellos que abandonan la alianza de Yahvé y rinden culto a los baales (dioses cósmicos). (a) Atribuye a Yahvé unos rasgos vinculados al culto a los baales: matrimonio con su pueblo, capacidad fecundadora, don del trigo, el vino y el aceite. (b) Presenta a Dios como padre (esposa) del pueblo. Su pensamiento ha influido en Jeremías y en la tradición del Deuteronomio.
Miqueas Finales siglo VIII a. C. Profeta campesino, de Moresti, al sur de Judá. Vincula una fuerte conciencia de justicia social (como Amós), con el descubrimiento de la soberanía de Dios (como Oseas e Isaías). De clase baja, como Amós, protesta contra la opresión religiosa y social de los sacerdotes y terratenientes de Jerusalén. (a) Como Amós y Oseas, eleva su amenaza contra los reinos de Israel, diciendo que pueden caer en manos de los asirios. (b) Parece haber anunciado la llegada de un gobernante bueno, capaz de liberar a Israel de los asirios y guiarle en la fidelidad a Dios (5, 1). (c) Su libro incluye también la profecía del “triunfo final” y de la paz de Sión (4, 1-4), una esperanza compartida también por Is 2, 2-4.
Nahún 668-654 Profeta rural judío. Representante de una justicia “justiciera”, cercana a la venganza. Ha evocado de forma impresionante la caída de Nínive (capital de Asiria), ciudad opresora, que se elevaba amenazante contra Israel. Es heraldo de una justicia universal, representada por el Dios de Israel.
Sofonías 640-609 Apoya la reforma de Josías. Recoge y condensa toda la tradición profética. Condena la idolatría de Judá/Jerusalén, y apoya la reforma de Josías. Eleva sus oráculos contra las naciones enemigas del entorno de Judá y contra Jerusalén, pero promete una restauración del pueblo de Dios.
Habacuc 610-605 En tiempos de crisis. Vincula la fe en Dios con la salvación total, personal y social. Se opone a la opresión de los injustos, e invita a los judíos a tener confianza en Dios (solo la fe salva: 2, 4). Recoge un impresionante himno antiguo a Yahvé, Dios del poder y la justicia cósmica (Hab 3).
Ageo Finales siglo V a. C. Profeta de la restauración y reconstrucción del templo de Jerusalén. En torno al 515 a. C. promueve y logra que se culmine la reconstrucción del Templo de Jerusalén, bajo el liderazgo del Gobernador Zorobabel y del Sacerdote Josué. El templo como clave de la religión israelita.
Zacarías A pesar de C. F. Keil, su libro parece tener dos partes. ‒ Zac 1‒8, de finales del siglo V, se centra en la reconstrucción del templo, lo mismo que Ageo. ‒ Zac 9‒14, del IV a. C. Colecciones de visiones de tipo apocalíptico. ‒ Colección de visiones de gran fuerza poética, que describen la restauración de Israel tras el exilio. Zacarías insiste como Ageo en la reconstrucción del templo, que será la sede y signo de la presencia y protección de Dios hacia Israel.‒ Colección heterogénea de oráculos proféticos, que retoman y elaboran motivos de profetas anteriores. Zac 14 presenta, a modo de compendio, una visión apocalíptica del fin de la historia, con un combate final contra Judá/Jerusalén y victoria de Dios sobre todos sus enemigos.
Joel Siglo V a. C. Una liturgia penitencial. Es el profeta del día de Yahvé, es decir, del gran juicio de la historia, simbolizada en una plaga de langosta (Jl 1, 1–2, 11). Su libro aparece como una liturgia penitencial del pueblo (2, 12-17), al que Dios responde anunciado su salvación (2, 18-28). Ese Dios promete la venida del Espíritu sobre todos los israelitas (3,1-5) y la condena de los enemigos de Israel (4, 1-17), con la restauración de Judá (4, 18-21). Ofrece ya rasgos apocalípticos.
Abdías Siglo V a. C. Profecía contra los idumeos. Profeta postexílico, difícil de datar. Podría ser de antes del exilio, como defiende C. F. Keil. Su pequeño libro condena a los idumeos, parientes de los israelitas. Su texto, de dura venganza, responde al hecho de que, según la tradición, los idumeos ayudaron a los babilonios en la destrucción de Jerusalén (587 a. C.). Más tarde, muchos de ellos fueron “convertidos” y circuncidados a la fuerza por los macabeos, entre ellos el padre de Herodes (siglo I a. C.), y ayudaron a los rebeldes de la guerra del 67‒70 d. C., pero la tradición judía les toma como signo de todos los enemigos de Dios, que serán destruidos en el juicio.
Jonás IV-III a. C. Parece una parábola profética, más que el libro de un profeta histórico, como supone C.F. Keil Obra de gran hondura profética y teológica, en la que, en contra de una línea de exclusivismo judío (dominante en la reforma de Esdras-Nehemías, en torno al 400 a. C.), se presenta la vocación universal del profetismo israelita, con el testimonio de la “conversión” de Nínive, ciudad enemiga (signo de maldición).
Malaquías Siglo IX‒III a. C. Es el culmen de la profecía israelita. El último de los profetas libros proféticos. C.F. Keil defiende su existencia histórica, pero no ha convencido a todos. Malaquías significa ángel o mensajero de Dios (cf. Ml 3, 1), y puede ser un nombre simbólico. Condena la “impureza” del culto, quizá en los años de la reforma de Nehemías/Esdras, hacia el 400 a. C. Su aportación más conocida es la promesa de la venida escatológica de Elías (3, 1-2.22-23), para restaurar al pueblo antes de la llegada definitiva (apocalíptica) de Dios.

Quien siga leyendo los comentarios de C. F. Keil, descubrirá que su visión de la historia de los profetas resulta ligeramente distinta de la que yo acabo de presentar, en sintonía con muchos exegetas reformados (y católicos), que pueden hoy estudiar con más documentación el tiempo y contexto de los profetas. Pero, bien miradas, las divergencias son de tipo menor, de manera el lector puede recibir con gran confianza no solo las aportaciones teológicas del libro de C. F. Keil, sino también su visión histórica, para criticar incluso, cuando lo vea conveniente, eso que he llamado la opinión mayoritaria de un tipo de exégesis y teología bíblica de la actualidad.

En ese contexto, C. F. Keil ha querido insistir en el cumplimiento cristiano de la gran profecía de los Doce Profetas, destacando, de un modo especial, los libros de Zacarías y Malaquías, que han sido y son los que más han influido en la historia de Jesús y en el despliegue de la primera teología cristiana. Ciertamente, desde la publicación de los comentarios de C. F. Keil se han escrito cientos de obras sobre los profetas menores, tanto desde una perspectiva de conjunto como desde el análisis concreto de los temas y los libros, como podrá seguir viendo el lector en la bibliografía que adjunto, de modo orientativo.

Solo me queda decir que he procurado que traducción y presentación del texto resulte accesible a una gran mayoría de lectores, sin perder su profundidad. Por eso me he permitido condensar algunos argumentos más difíciles, elaborados de una forma quizá demasiado técnica por C. F. Keil, difícil de entender en la actualidad.

Observará el lector que no he realizado una traducción y edición crítica (en el sentido puramente académico del término), pues ello exigiría cotejar y actualizar todas las fuentes utilizadas por el autor. Por eso he dejado las citas de los comentaristas de su tiempo (en la segunda mitad del siglo XIX) tal como aparecen en su texto, sin necesidad de actualizarlas críticamente. He realizado según eso una traducción y actualización teológico‒exegética, para aquellos que quieran penetrar con la ayuda de C. F. Keil en la vida y mensaje interior de los Doce Profetas.

Como he dicho, se han escrito después de C. F. Keil cientos de obras sobre el tema. Pero puedo decir, sin miedo a equivocarme, que esta sigue siendo en conjunto la más más honda y fiable en un sentido teológico‒exegético (más que puramente histórico). Esta es una obra no solo para comprender a los Doce Profetas Menores, sino también para dialogar con ellos y para introducirse de un modo orante y comprometido en el mensaje esencial de los profetas.

Sigue, como he dicho, una bibliografía actualizada en la que, como es normal, insisto en los libros que ya existen sobre el tema en lengua española.

Xabier Pikaza

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Profetas Menores

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