Читать книгу El peronismo y la consagración de la nueva Argentina - Carlos Piñeiro Iñíguez - Страница 23

1.4.a) Heterogeneidad de su primer gabinete, pujas entre los distintos sectores

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Si bien hoy es casi un lugar común advertir que la asunción de Ramírez era, principalmente, un triunfo del GOU y el primer paso de la marcha de Perón hacia la creación de su liderazgo, muy diferente era la impresión que podía tenerse ese 7 de junio al concluir la jura del nuevo gobierno. En principio, la paridad de fuerzas entre partidarios de la ruptura de relaciones con el Eje y los defensores de la neutralidad no solo se mantenía respecto del nunca asumido gabinete de Rawson, sino que aparecía reforzada en la lista de los principales cargos, que también mostraba cierto equilibrio entre hombres del Ejército y de la Armada.

Los hermanos Sueyro mantenían los puestos ofrecidos por Rawson, como vicepresidente y ministro de Marina. En cambio, el vicealmirante Storni pasaba del Ministerio del Interior al de Relaciones Exteriores, lo que reforzaba el sesgo aliadófilo del gabinete. Tucumano, Storni vinculaba su condición de hombre del interior a la de marino, en una visión integradora de ambos espacios territoriales. Como ya se mencionó, se lo puede considerar entre los intelectuales militares con una visión industrialista, expresada en sus conferencias de 1916. Había nacido en 1876, y para la época se consideraba un hombre en el tramo final de su trayectoria. Su carrera profesional fue muy destacada: profesor de balística, hidrógrafo, miembro de la comisión inspectora de la construcción de los acorazados Moreno y Rivadavia (1910-1911), comandante de unidades importantes, representante de la Armada en conferencias internacionales, director de la Escuela Naval (1922), secretario general Naval (1927) y comandante de la Primera División (1930). Era miembro de la Sociedad Científica Argentina y, en 1917, junto con el capitán José Oca Balda y los naturalistas Adolfo Holmberg y Ángel Gallardo, creó el Instituto Oceanográfico Argentino; posteriormente, participó también en la fundación de la Liga Naval Argentina (1933) y de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires (1935). Desde 1935 estaba retirado del servicio, pero seguía activo publicando artículos relacionados con los intereses territoriales de la Argentina. Otro vicealmirante retirado, Ismael F. Galíndez, fue nombrado en Obras Públicas. Galíndez, también hombre del interior, nacido en 1871 en la Provincia de Córdoba, al igual que Storni tenía una respetable trayectoria, como uno de los pioneros en nuestro país, junto con figuras como la de Julián Irízar, en la exploración naval antártica. En 1904, como comandante de la corbeta Uruguay, inició la práctica de relevos de dotación del observatorio de la isla Laurie, en Orcadas del Sur; acudió en rescate de la expedición francesa dirigida por Jean-Baptiste Charcot, y al regreso pasó por la isla Decepción y el archipiélago Melchior. En agradecimiento, Charcot bautizó Argentina a un grupo de islas, ubicadas a occidente de la Tierra de San Martín o Península Antártica, una de las cuales lleva el nombre de Uruguay (por la corbeta) y otra el de Galíndez. Fue luego director de la Escuela Naval y, entre febrero y mayo de 1934, interventor federal en la Provincia de San Juan. Pero al ser designado en el gabinete, como denunciaban por entonces autores nacionalistas como José Luis Torres y Adolfo Silenzi de Stagni, Galíndez era director del trust eléctrico ANSEC, subsidiaria de la estadounidense Electric Bond and Share Company, cargo al que renunció el 8 de junio para asumir como ministro80.

Otra designación que mantuvo las hechas por Rawson fue la del general de brigada Diego I. Mason. Nacido en 1887, egresado del Colegio Militar en 1908 como subteniente de Infantería, ocupó destacados destinos, incluida la comisión de adquisición de materiales en Francia. En 1943 era comandante de la Segunda División de Ejército, por lo que resulta llamativo su nombramiento como ministro de Agricultura, cartera en la que, a diferencia de muchos otros camaradas en esos días agitados, supo conservar hasta octubre de 1944. Los otros tres representantes del Ejército en el gabinete, en cambio, eran jefes que habían provocado la defenestración de Rawson. Según los testimonios recogidos por Robert Potash, las designaciones fueron resueltas en una reunión en la noche del 6 de junio, de la que además de Ramírez participaron el teniente coronel Enrique González, el coronel Elbio Carlos Anaya y el teniente coronel Carlos Vélez, junto con el entonces ayudante del general Ramírez, Augusto G. Rodríguez, que actuó como secretario. Un íntimo amigo de “Gonzalito”, el coronel Alberto Gilbert, fue nombrado en Interior. Gilbert, nacido en 1887, oficial de Caballería egresado en 1909 del Colegio Militar, venía un poco demorado en su ascenso a general de brigada, que se concretó ese año. Oficial de Estado Mayor, ocupó el cargo de agregado militar en Chile del segundo gobierno de Yrigoyen y jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires en 1931, agregado militar en España en 1932, fue jefe de Informaciones del Estado Mayor y al ser nombrado ministro era director general de Material del Ejército. Su camarada de promoción y de arma, el coronel Anaya, se hizo cargo del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, del que conviene recordar dependían entonces no solo los establecimientos de enseñanza y los fiscales, sino también las gobernaciones de los territorios nacionales. Para el Ministerio de Guerra, “Gonzalito” obtuvo la designación de Edelmiro Julián Farrell. Al igual que Mason, Farrell era de la 32.ª promoción del Colegio Militar, egresada en 1908, a la que además pertenecían los ya entonces generales Domingo Martínez, Manuel Castrillón, Carlos von der Becke y Eduardo Lápez, y también el dirigente de la Cruzada Renovadora de la UCR, Sabino Adalid. “El Mono” Farrell, recordado por su afición al tango, era oficial de Estado Mayor y, como ya se mencionó, fue el renovador de la organización e instrucción de las tropas de montaña en nuestro país. Estaba al frente de la Inspección de Tropas de Montaña y, al producirse la Revolución, inicialmente fue nombrado para comandar la Primera División de Ejército. Como se consideró necesario poner a un general al frente del Ministerio de Guerra, González pensó en él, posiblemente porque lo considerase, junto con Ramírez, el más confiable para el GOU81. Gonzalito no podía imaginar que estaba trabajando a favor de Perón.

El único integrante civil del elenco ministerial era el doctor Jorge Alejandro Santamarina, hermano de Enrique, el vicepresidente de Uriburu, y de don Antonio, el “Tata”, dirigente conservador bonaerense. Jorge era además socio de ellos en la empresa consignataria y financiera familiar, y un hombre muy identificado con los gobiernos de la Concordancia: desde 1933 se venía desempeñando como presidente del Banco de la Nación Argentina. José Luis Torres, como era de suponer, le dedicó una extensa diatriba en “un memorial”, según el propio autor calificaba a su carta del 2 de agosto de 1943 al general Ramírez, denunciando su vinculación con los intereses financieros del régimen anterior y quejándose de que con él estaban “los zorros en el gallinero”82.

En lo que más parece un comentario irónico que un detalle fáctico, Gontrán de Güemes escribió que la composición de ese gabinete se había realizado “según asesoramiento del doctor Roberto Repetto y monseñor De Andrea”83. Es cierto que Miguel de Andrea, quien “se interesaba vivamente por la reforma social y tenía estrechas relaciones tanto con los radicales como con los elementos descontentos del Ejército”, fue el informante, a través de “un miembro de la colonia británica”, por quien le llegó al embajador británico en Buenos Aires, sir David Kelly, la noticia anticipada del inminente derrocamiento de Castillo84. Pero más que a su intervención o a la del presidente de la Corte, el heterogéneo equipo de funcionarios, con gran presencia aliadófila, con el que se proponía gobernar el neutralista general Ramírez, podía atribuirse al equilibrio inestable entre los oficiales de Campo de Mayo que respondían a Anaya y los integrantes del GOU.

Ese equilibrio daría lugar a pujas internas, sobre las cuales Perón iría articulando su propia base de poder entre los cuadros castrenses. En principio, los integrantes del GOU buscaron, sin perder tiempo, la apoyatura que no tenían hasta entonces. Las jefaturas de las secretarías de la Presidencia y del Ministerio de Guerra, en manos de Enrique González y Juan Perón, respectivamente, a lo que se sumaba el papel del capitán Filippi como ayudante del presidente, les permitieron asegurar los pases de sus hombres a destinos con mando de tropa o relevancia política. Emilio Ramírez pasó a ser jefe de la Policía de la Capital; Ávalos, jefe de Campo de Mayo; Miguel Ángel Montes, oficial mayor del Ministerio del Interior; su hermano Juan Carlos, inspector de Tropas de Montaña; Urbano de la Vega, jefe del Regimiento 1 de Artillería; su hermano Agustín, jefe de la Segunda Brigada de Caballería (Campo de Mayo); Eizaguirre y Ducó, jefes de los Regimientos 2 y 3 de Infantería, respectivamente; Ferrazzano quedaba a las órdenes de Ducó, como jefe de uno de los batallones del RI3; Saavedra, jefe de Granaderos a Caballo; Mittelbach, jefe de la Primera Brigada de Caballería (Capital); Bernardo Menéndez, jefe de la Base Aérea Palomar; Guillenteguy fue destinado al comando de la Segunda División (La Plata); Mercante y Uriondo prestarían servicios a órdenes de Perón en la Secretaría de Guerra; Julio Lagos en el Servicio de Informaciones del Ejército; Ladvocat quedaba a cargo de la sección de Prensa de la Secretaría de la Presidencia de la Nación. Al frente del área clave de Correos y Telecomunicaciones fue nombrado Aníbal Francisco Imbert, oficial ingeniero, experto en radiocomunicaciones, quien no formaba parte del GOU, pero era amigo de Perón. Imbert, que tendría la triste fama de hacer aplicar en las radios argentinas la ridícula disposición de prohibir el uso del lunfardo, que obligó hasta a cambiar las letras de los tangos, era sin embargo un intelectual militar de buena formación: tras su paso por los colegios Nacional Mariano Moreno y el Militar de la Nación, había completado su capacitación profesional en la École Supérieure d’Électricité, de París; profesor de la Escuela Superior Técnica del Ejército y, al momento del golpe, director de la Escuela de Comunicaciones, dio cursos también sobre “movilización industrial”. En la primera presidencia de Perón se desempeñó como director de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos. Por otra parte, González, los hermanos Montes y ambos De la Vega fueron ascendidos a coroneles en agosto. Al mismo tiempo, el GOU aceleraba su tarea de enrolamiento, a la que se daba relevancia fundamental en la “Noticia N.° 6”, instando a aprovechar la tradicional cena de camaradería para iniciarla con los “camaradas del interior”. De las planillas de enrolados que reprodujo Potash surge que, en algunas unidades, como el caso del RI 1 “Patricios”, buena parte de la plana mayor se sumó al grupo. La actividad también servía para detectar a los adversarios internos, que seguían siendo muchos. Ya en junio se dispuso el pase a disponibilidad de los generales Rodolfo Martínez, Rodolfo Márquez, Ángel María Zuloaga, Domingo Martínez y Martín Gras, y de los coroneles Rafael Ángel Solá y Ricardo Francisco Mendioroz85.

Es posible que Perón exagerase, en noviembre de 1943, al responderle al periodista Abel Valdez, del diario chileno El Mercurio, que de los “más o menos 3600 oficiales combatientes [...], todos, con excepción de unos 300 que no nos interesan, estamos unidos y juramentados”; en todo caso, no era esa la situación en los primeros días de julio, cuando el GOU y, más específicamente, Perón, enfrentaron un primer intento de desplazamiento. Las actividades del GOU provocaron inquietud entre jefes de Campo de Mayo que respondían a Anaya y, en particular, causó irritación la orientación que Farrell, claramente por influencia de Perón y los suyos, había impuesto en el Ministerio. Según Ornstein, el enterarse de la existencia del GOU “provocó entre los jefes de Campo de Mayo una lógica alarma, por cuanto se trataba de desviar a la revolución del 4 de junio de su verdadero cauce”. Después de varios cabildeos, entrevistaron a Perón, pidiéndole que “disolviera esa logia”; pero el coronel trató de convencerlos de sus nobles ideales y les leyó las “excelentes bases” del reglamento del GOU. Incluso, según Ornstein, les habría dicho que su organización “había sido calcada en una logia similar que orientaba la ética militar del ejército japonés y cuyos principios sólo tenían un carácter exclusivamente militar, tendiente a sanear el Ejército moral y profesionalmente”. “Nos retiramos decepcionados”, dirá Ornstein, “porque los hechos que observábamos no correspondían a las palabras que acabábamos de escuchar”. La piedra del escándalo fue la aparición en el número 837 de la revista Ahora de dos fotos de Perón, que hoy llaman la atención por su expresión seria y poco comunicativa. Una lo muestra de pie junto a la chimenea de su despacho; la otra, sentado a su escritorio; pero lo más significativo es el título de la página: “Ahora visitó al Jefe de E. Mayor de la Revolución del 4 de Junio”, lo que se reitera en uno de los epígrafes: “Este es el coronel Juan D. Perón, quien desempeña actualmente la secretaría del Ministerio de Guerra, a quien visitó Ahora. El mencionado militar ha sido jefe del Estado Mayor de la Revolución del 4 de Junio”. El reportaje era resultado de los contactos de Perón con Diego Luis Molinari y esa edición de la revista, que tenía bastantes lectores entre los militares, apareció el 29 de junio de 1943. Para quienes no pertenecían al GOU, era demasiado. Según su testimonio, el 4 de julio Leopoldo Ornstein se reunió con el director de la Escuela de Infantería, coronel Miguel Ángel Mascaró, y llegaron a la conclusión de que esa “logia” había copado la Revolución y le estaba cambiando la orientación al movimiento. Siempre según ese testimonio, aprovechando que las unidades del Gran Buenos Aires estaban acampadas en la Capital en la primera semana de julio, con vistas al desfile del día 9, los jefes de Campo de Mayo se reunieron en el domicilio del propio Ornstein, quien propuso exigirle a Perón que disolviese el GOU. En cambio, el coronel Ávalos planteó que con eso no bastaba, sino que había que reclamar la renuncia de todos los ministros “simpatizantes del Eje”, entre los que incluía a Farrell. Se aprobó esta última posición y, según Ornstein, se firmó un acta en la que se comprometían a exigir la ruptura de relaciones con las potencias del Eje y el reemplazo de los ministros contrarios a esa medida. Se eligió una comitiva para presentar la exigencia, integrada por los coroneles Ávalos y Mascaró y el teniente coronel Fernando P. Terrera, quien debía pedir la entrevista con el presidente. Según Ornstein, antes de partir, Ávalos lo instruyó, como oficial más antiguo, que en caso de que no regresaran en una hora, marcharían con todas las unidades a “rescatarlo”. Siempre según Ornstein, un participante en la reunión, integrante del GOU sin que lo supiesen, informó al coronel Ramírez, quien a su vez avisó a Farrell y Perón de lo que estaba ocurriendo. Ornstein fue detenido, sin poder cumplir el plan de marchar sobre la Casa de Gobierno. Por su parte, los enviados a entrevistar al presidente prefirieron ver antes al coronel Anaya, quien los disuadió. Argumentó que debían evitarse las señales de inestabilidad, a un mes escaso de asumir el gobierno, defendiendo así la posición de Farrell, y se comprometió a hablar con el ministro de Guerra para lograr el desplazamiento de Perón. Este, avisado por hombres del GOU, le informó a Farrell que él también estaba en la mira de los descontentos, por lo que rápidamente se dispusieron los pases de quienes eran considerados los “cabecillas”: el coronel Mascaró fue enviado a Jujuy, como comandante de la Cuarta Región Militar; el teniente coronel Leopoldo Ornstein, a Comodoro Rivadavia, como jefe de Estado Mayor de la Agrupación Patagonia, y el director de la Escuela de Defensa Antiaérea, teniente coronel Héctor Nogués, a Neuquén. Perón, cuando estuvo al frente del Ministerio de Guerra, se encargó de pasar a retiro obligatorio al teniente coronel Ornstein, autor de un manuscrito escrito en octubre de 1945 y que permaneció inédito por más de medio siglo, en el que se criticaba severamente la actitud del general Ávalos, entonces ministro de Guerra86.

En cambio, Ávalos pasó a integrar el grupo directivo del GOU, que en esos días venía a la ofensiva contra sus detractores, vinculando los cuestionamientos a una cuestión más profunda que la interna militar: la política general del gobierno y, en especial, el debate sobre la neutralidad argentina. Así se desprende de sus boletines. La “Noticia N.° 6” advertía sobre “los elementos de la antipatria” que procuraban reorganizarse y hacían llegar al presidente “sugestiones para que se detenga la obra unificadora”, y las vinculaba con las presiones en materia de política internacional. La “Noticia N.° 7”, del 10 de julio, planteaba la necesidad de reafirmar los principios del GOU y cumplir “lo expresado por el Exmo. Señor Presidente en la comida de camaradería”, haciendo suya la expresión “de que todo aquel que se oponga, trabe o perturbe su acción será apartado violentamente del camino y acusado como traidor a la Patria”. Finalmente, la “Noticia N.° 8”, de carácter “Reservado”, del 17 de julio a las 20.00 h, informaba que la “acción decidida del GOU [...] ha permitido intervenir en forma instantánea, para destruir en su germen, focos que pudieron traer perturbaciones en la marcha moral del Gobierno militar”. Vinculaba ese ataque con “quienes procuran crear un clima prerrupturista” en materia de política internacional. Además, el mismo boletín informaba sobre la modificación de las Bases del grupo, “a fin de evitar en el futuro interpretaciones que confundan”. Así, se redactaba el inciso a) del N.° 5 de ese documento: “Nos proponemos seguir al General D. Pedro P. Ramírez, apoyar y proteger su obra hasta la completa consecución de sus objetivos y, para ello, colaborar decididamente en mantener al Ejército en la mano de su Ministro de Guerra, General D. Edelmiro J. Farrell, que es el órgano técnico, natural y legal para dirigirlo”87.

Esa reformulación de las “Bases” del GOU, simultánea con la intensificación del reclutamiento, al postular la lealtad de sus integrantes no ya solamente hacia Ramírez, sino en forma directa a Farrell, fortalecía internamente a quienes actuaban bajo el “paraguas” del ministro de Guerra: Perón y los suyos que, para entonces, además de Mercante, incluían a Ferrazzano, Uriondo y Ladvocat. Paralelamente, Perón aprovechó el resultado de la crisis de julio para tener información más segura de lo que ocurría en la Casa Rosada. Su táctica, aplicada con éxito en agosto de 1943, fue ofrecer tentadoras agregadurías militares en el exterior a los cuatro oficiales que, institucionalmente, rodeaban a Ramírez: el coronel Armando Raggio, ayudante personal del presidente, y los tenientes coroneles Carlos Vélez, jefe de la Casa Militar, Francisco Fullana y Augusto G. Rodríguez, edecanes. Raggio, Vélez y Fullana aceptaron destinos en Roma, Madrid y Lima, respectivamente. Solo Rodríguez rechazó la oferta. A fin de agosto, Aristóbulo Mittelbach quedó al frente de la Casa Militar y Heraclio Ferrazzano fue nombrado edecán presidencial88. Más allá de las pujas movidas por ambiciones personales, estaba en juego la definición de dos aspectos centrales: la ubicación internacional de la Argentina y el régimen político interno.

El peronismo y la consagración de la nueva Argentina

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