Читать книгу Cartas II. Cartas a Ático (Cartas 162-426) - Cicéron - Страница 45

190 (X 1) (Laterio de su hermano Quinto, 3 de abril del 49)

Оглавление

Cicerón saluda a Ático.

El 3 de abril, al llegar a la casa de mi hermano en Laterio, recibí tu carta y respiré un poco al leerla, algo que no me había ocurrido desde que empezaron estas calamidades. En efecto, considero de extraordinaria importancia que mi firmeza de ánimo y mi comportamiento cuenten con tu aprobación. Respecto a lo que me escribes de que también lo aprueba nuestro amigo Sexto, me alegro tanto que siento como si hubiese tenido la opinión aprobatoria de su padre 143 , a quien siempre respeté de manera singular. Fue él quien me dijo, cosa que con frecuencia suelo recordar, hace ya tiempo, aquel 5 de diciembre, ante mi «Sexto, ¿y ahora qué?» «no, por cierto», fueron sus palabras,

‘(dejarse morir) sin lucha y sin gloria ,

sino haciendo algo grande que aprendan mañana los hombres’ 144 .

Por eso para mí su autoridad continúa viva y su hijo, tan semejante a él, ejerce en mí la misma influencia que él ejerció. Por favor, procura transmitirle mis mejores saludos.

Tú, si bien aplazas tu consejo sólo por poco tiempo [2] (pues imagino que ya aquel pacificador comprado 145 habrá concluido su discurso y se habrá hecho ya algo en la reunión de senadores —pues eso no es para mí un senado—), me mantienes, con todo, en suspenso, pero menos, porque no tengo dudas sobre tu opinión respecto a lo que debo hacer: cuando escribes, en efecto, que se le daba a Flavio 146 una legión y Sicilia y que eso era ya un hecho, ¿qué crímenes crees que se están en parte preparando y meditando ya, en parte esperando la ocasión? Yo, ciertamente, ignoraré la ley de Solón, tu compatriota (y también ya mío, según creo), quien consideró falta capital el que alguien en una revuelta no fuese de ninguna de las partes 147 , y, salvo si tu opinión es otra, me mantendré apartado de ambos bandos. Pero lo tengo más claro respecto a uno de ellos; con todo, no voy a precipitarme; aguardaré tu consejo y la carta que te pedí entregaras a Cefalión, si no has mandado ya otra.

Respecto a lo que me escribes (no por habérselo oído a [3] alguien, sino por propio convencimiento) de que me veré arrastrado si se trata sobre la paz, no se me viene en absoluto a la mente qué trato puede haber sobre la paz cuando aquél está totalmente decidido, si puede, a despojar a Pompeyo de su ejército y su provincia 148 ; excepto si acaso ese vendido 149 pueda persuadirlo de que permanezca quieto mientras vayan y vuelvan los mediadores. No veo ya ninguna esperanza o posibilidad concebible de hacer algo. Sin embargo, ¿es esto propio de un hombre de honor?; es una de las grandes y ‘más políticas cuestiones’, si se ha de acceder al consejo de un tirano en el caso de que éste vaya a deliberar sobre una cosa buena. Por tanto, si sucediera algo como para hacerme llamar (no lo creo, desde luego, pues ya he dicho lo que tenía que decir sobre la paz y él lo rechazó de plano), pero bueno, si ocurriera algo, escríbeme con claridad qué es lo que a tu juicio debo hacer. Hasta ahora no me ha sucedido nada que merezca mayor atención.

Me alegro de que hayas disfrutado con las palabras de Trebacio, buena persona y buen ciudadano; esa frecuente ‘exclamación’ tuya de ‘muy bien’ es la única que hasta ahora me ha complacido. Espero con ansiedad tu carta; por cierto, creo que ya la has mandado.

Cartas II. Cartas a Ático (Cartas 162-426)

Подняться наверх