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Regola della Guerra e Apocalisse, Ito Ruscigni

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Este es un libro escrito con coraje, porque se adivina, a través de sus páginas, que el autor quisiera dilucidar toda «nuestra historia». No es poco empeño el suyo y él mismo confiesa que trata de explicar la historia con el mito. Quienes estén en ayunas acerca de la naturaleza de esta Regla y del Apocalipsis, difícilmente comprenderán lo que se dice en este libro. Por tanto, les aconsejo que, antes de leer este libro en italiano, se ilustren acerca de los Manuscritos del Mar Muerto, fuente valiosísima para conocer este movimiento religioso, que se organiza 200 años antes de Cristo y es destruido por los romanos el año 69 (después de Cristo), durante la guerra antijudaica. Movimiento religioso que ofrece muchos puntos en común con el cristianismo. Eslabón, pues, entre judaísmo y cristianismo. Ahora bien, no se puede inferir de tales textos (qumrámicos) que el cristianismo haya nacido del esenismo, aunque ofrezcan la semejanza del bautismo, por ejemplo. Y otra: el desprecio por la casta sacerdotal.

Si releo estas páginas de Ruscigni es debido a la audacia de sus afirmaciones. Osado es quien no duda en afirmar que el cristianismo es de naturaleza esenia, aunque su origen sea muy oscuro. Se refiere al agua de Jesús y dice que hay que trascender el «pozo», o sea, la ley, la escritura. Quien se abreva solo con la letra está sediento, bebe como los rebaños: es un rebañiego. Con Pablo, se asiste a un vuelco: la conversión de Israel, inicialmente prioritaria, queda aplazada hasta «el final de los tiempos», o sea, cuando todo el resto de las gentes se habrá convertido (o conquistado). Para el cristianismo, la conversión de los gentiles ha sido su principal objetivo.

Ruscigni aporta luz a mi asnología, pues dice que el Asno, en el nacimiento de Jesús (en la cueva de Belén), representa a los gentiles. En oposición al asno, el Buey representa al pueblo hebreo, por su inclín a la rumia y a la meditación. Pueblo elegido, pueblo rumiante el hebreo.

La cifra de Jesús es doble: heraldo del Reino Nuevo y anunciador de la cólera venidera.

Como antes dije, el libro complementario y con el que concluye la «Regla de la Guerra» es el Apocalipsis, documento del que extrae el autor peregrinas conclusiones, que a mí me ayudan (como jurisconsulto frustrado) a entender las antinomias de nuestro Derecho (de la Nueva Ley). Quizá la mayor contribución, la herencia que Roma legó a la ciudadanía fue la imponente concesión de la «Lex», del «Ius», que, junto con la propiedad, regulaba también los derechos y los deberes de los ciudadanos. Pero los cristianos pusieron en entredicho eso. Y este admirable edificio, tan exaltado por Dante en la figura de Justiniano, convertido en patrimonio de la entera humanidad, de nada servía. Por eso, vino a mudarlo el más «avanzado» del Deuteronomio. Y fue propiamente la base vetero y nuevo testamentaria el fundamento jurídico de la Inquisición, que, con sus monstruosas persecuciones, llevó a cabo la más amplia destrucción de las libertades cívicas y personales. Con la Inquisición se puede dar por concluida la unión de la «Bestia que sale del mar» (el Imperio) con aquella «semejante al Cordero que viene de la tierra» (la Iglesia romana).

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