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2 El pie y el tobillo

No hay que olvidar que se ha creado toda una rama de la medicina en torno al pie. Solo eso demuestra lo mucho que se exige a esta estructura. No solo soporta una buena parte del peso corporal, sino que además gestiona muchas funciones, que incluso a veces entran en conflicto. Para este fin, el pie tiene un total de 26 huesos y 32 articulaciones. En total, toda la extremidad inferior tiene 30 huesos y 37 articulaciones. ¡Pasan muchas cosas en el pie! ¿Por qué hay tantos huesos y articulaciones en un área tan pequeña?

Por supuesto, el pie tiene que ser estable, porque la estabilidad es primordial para lo que representa. Es nuestra base, la plataforma sobre la que andamos. Cuando estamos de pie, el ciento por ciento del peso corporal pasa por los pies, pero no hay una única postura para sostener este peso. De hecho, hay muchas, sobre todo para aquellos que practicamos yoga. Piensa en la gran cantidad de posturas que colocan los pies en diferentes ángulos para luego pedirles que sostengan todo el peso corporal. A veces incluso sostenemos el peso sobre un solo pie. Sin embargo, esta base también tiene movilidad. El pie tiene que adaptarse a los cambios y movimientos de las articulaciones que lo anteceden. Incluso cuando ejerce su función de sostener el peso corporal, el pie tiene que adaptarse y cambiar para absorber el peso. Aquí es cuando entran en juego esos 26 huesos y 32 articulaciones que aportan al pie esa adaptabilidad.


Figura 2.1: Vista lateral (desde la parte externa) del pie y el tobillo.

El pie se puede adaptar de dos formas principales. La primera es absorbiendo y distribuyendo el peso corporal. Literalmente cambia de forma en diferentes grados en función de lo que estemos haciendo. La segunda es adaptándose a los cambios en el terreno; por ejemplo, cuando andamos o corremos sobre superficies desiguales. La movilidad y adaptabilidad del pie están presentes en nuestra práctica de yoga. Piensa en la cantidad de posiciones tanto de pie como sentado en las que uno o ambos pies están comprimidos, retorcidos o forzados a adaptarse. Nada de eso sería posible sin la articulación del tobillo que se encuentra justo encima del pie. El tobillo está compuesto por un hueso llamado astrágalo que forma parte del pie. La tibia (el hueso de las espinillas) se asienta justo encima de aquel, con el peroné más pequeño saliendo hacia fuera (lateral). Los dos huesos crean lo que se llama una mortaja, que básicamente parece una llave inglesa.1 La forma es importante porque limita cuánto se puede mover de lado a lado en esa articulación. A este movimiento de lado a lado se le denomina inversión y eversión. La forma de la articulación del tobillo permite que nos movamos hacia delante y hacia atrás, a lo que llamamos flexión (técnicamente, dorsiflexión) y extensión (técnicamente, flexión plantar). Estos dos movimientos son vitales para poder andar.


Figura 2.2: Movimientos del tobillo.

El pie, en virtud de su posición y de lo que le pidamos que haga, sobre todo en las posturas de pie, representa nuestra conexión con la tierra. Dado que nos mantiene enraizados, descubrimos que no solo son los cimientos sobre los que reposa el resto del cuerpo cuando realizamos posturas de pie, sino que además debe adaptarse y responder a los cambios de peso del cuerpo mientras mantiene la postura.

Anatomía funcional del Yoga

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