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EVOLUCIÓN DEL PIE

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Para poner algo de perspectiva en cuanto al pie, volvamos a los cambios evolutivos. Los humanos hemos pasado de andar a cuatro patas a hacerlo sobre dos piernas. Los chimpancés son nuestros parientes más cercanos de acuerdo con el ADN. Si observamos a estos primates, a veces dejan de apoyar los nudillos y utilizan las piernas y los pies para andar como bípedos. Para los chimpancés, andar a dos patas durante mucho tiempo resulta complicado, algo que se puede ver por ese bamboleo con el que lo hacen. Esto revela que la pelvis de los chimpancés y los tejidos que la rodean no están diseñados en una posición óptima como para andar de esta forma.2

A medida que fuimos desarrollándonos en posición erguida, el pie humano pasó por tres cambios básicos. Para empezar, perdimos el dedo semioponible. Los primates tienen la capacidad de agarrarse y sujetarse a objetos (con frecuencia ramas) con sus patas traseras. En nuestros pies, el dedo semioponible ha desaparecido (al menos en la mayoría de nosotros), lo que ha hecho que el dedo gordo se aproxime más al segundo dedo y cambie la forma en que se reparte el peso en el pie.

En segundo lugar, el centro o eje del pie ahora pasa directamente por el segundo dedo. La mayoría de las personas tiene un segundo dedo del pie levemente más largo que el dedo gordo (al menos aquellos que están más avanzados desde el punto de vista evolutivo. Ja, ja. Mira mi dedo en la foto). Este cambio tiene que ver con cómo se transfiere el peso por todo el pie cuando andamos, y con cómo la supinación y la pronación se han desarrollado respecto a nuestra forma de andar.


Figura 2.4: Mucha gente tiene un segundo dedo del pie algo más largo que el dedo gordo.

Sin embargo, no hay ningún cambio más significativo para el pie que el desarrollo de los arcos. Como resultado de movernos en una posición bípeda erguida, los pies se adaptan para gestionar el peso y el estrés que supone andar sobre estas dos áreas relativamente pequeñas. Quizá los arcos son la parte más significativa del diseño que nos permite andar tan deprisa y con habilidad. Además podemos hacerlo durante períodos prolongados, a diferencia de los primates, que no aguantan tanto, y que tras unos instantes tienen que volver a apoyar los nudillos en el suelo.2

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