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EL PIE Y LA POSTURA

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Si simplemente estamos de pie, con los pies levemente separados, las fuerzas de la gravedad nos atraviesan en línea recta, estemos rectos o no. Esta línea mágica va desde el centro de la tierra al infinito. Si nuestros cuerpos están relativamente bien alineados, la línea atraviesa el cuerpo, y se necesitan pocos ajustes y compensaciones por parte de las estructuras tensionales (¡tensegridad!).

Sin embargo, cuanto más se aleje el cuerpo de este alineamiento «perfecto», más tejidos corporales tendrán que responder para mantener una posición erguida con relación a la gravedad. Durante largos períodos, el estrés y las tensiones de los huesos y tejidos no alineados pueden provocar dolor crónico. Piensa en todas esas «historias convergentes» que nos han llevado hasta donde estamos en este momento. Ten en cuenta su función en nuestra postura natural. Ahora piensa en las tensiones que tiene que soportar nuestra postura. La postura natural o alineamiento básico empieza en los pies, dado que son las estructuras que están en contacto con la tierra. Es evidente que todo lo demás se amontona sobre los pies y la línea de la gravedad los atraviesa.

Para ver cómo el cuerpo se ajusta a la línea de la gravedad y cómo los pies no, imagina lo siguiente: digamos que estamos de pie en una cuesta, preparándonos para subir una colina empinada. Mientras nos enfrentamos a la colina y a su cuesta inclinada, los pies se mantienen planos sobre la tierra y el cuerpo va cambiando de posición. Los pies estarán paralelos a la pendiente, mientras que el cuerpo posiblemente no pueda permanecer perpendicular al suelo. El cuerpo se ha adaptado a esa línea gravitatoria.


Figura 2.3: El cuerpo se adapta a la línea gravitatoria.

Para que se produzca este ajuste, algunos músculos tendrán que acortarse (reducir la distancia entre sus extremos), mientras que otros deberán alargarse (aumentar la distancia entre sus extremos) para que los huesos se muevan, y así mantener la postura y el equilibrio. En este ejemplo, la principal adaptación está en la articulación del tobillo. En resumen, los músculos de la pantorrilla se alargan y los músculos de la parte baja de la pierna a la altura de las espinillas se acortan.

Los pies son como los cimientos de una casa: tienen que ser homogéneos para que, básicamente, se alineen con la gravedad. Sin embargo, si estos cimientos se ponen sobre terreno desnivelado, la casa tendrá problemas. Por ejemplo, si un lado de los cimientos se asienta unos centímetros más que otro, la estructura estará sometida a estrés. En vez de pasar por el centro de las vigas y bajar rectas hasta los cimientos, seguramente las fuerzas bajarán con pequeños ángulos. Como consecuencia, es posible que ni puertas ni ventanas se abran bien. Los mismos principios son aplicables al cuerpo. ¿Qué pasaría si se hundiera uno de nuestros arcos? ¿Cuál sería el impacto para el resto del cuerpo? Al igual que se verían afectadas las partes móviles de una casa (puertas y ventanas), las partes móviles de nuestra propia «casa» (las articulaciones) sufrirían cambios. Si, por algún motivo, nuestro arco derecho se derrumbara, faltaría soporte, la rodilla se metería hacia dentro y, como resultado, la articulación de la cadera de ese lado se inclinaría hacia abajo y hacia delante. Esto haría que se comprimiera la parte baja de la espalda en ese lado, lo que podría hacer que el sacro sobresaliera en ángulo y pasara a formar parte de una escoliosis. Y las compensaciones por un arco caído podrían seguir y seguir.

Anatomía funcional del Yoga

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