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La paz, esperanza utópica

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“Muchos escritores e historiadores han llamado al siglo veinte un siglo bestial. Creo que ha sido un siglo humano, como lo es este siglo veintiuno. Humano por la simple razón de que somos nosotros los responsables de esta imposibilidad de convivir, de la necesidad de destruirnos los unos a los otros…”32 Estas palabras de Jack Fuchs no pueden dejar indiferente al psicoanalista, menos aún cuando Freud se ocupó de abordar los rasgos violentos que se manifiestan en todo fenómeno humano.

De la correspondencia que Freud mantuvo con Einstein surge su artículo de 1932 “¿Por qué la guerra?” donde expresa que las tendencias destructivas no pueden ser eliminadas del “alma humana” ya que forman parte de su constitución y son tan indispensables para los fenómenos de la vida como las pulsiones eróticas.

A partir de los desarrollos freudianos resulta difícil asociar el psicoanálisis con cualquier posición pacifista. Creer que la comunidad pueda someter “la vida pulsional a la dictadura de la razón” resulta para Freud “una esperanza utópica”. Si la cultura lograra terminar con las guerras sólo sería al precio de una “interiorización de la inclinación de agredir”33, es decir que la agresión en lugar de descargarse hacia el exterior se orientaría contra la propia comunidad o contra la propia persona, según sea el caso.

Lacan no es menos contundente, treinta y dos años después de aquellas afirmaciones freudianas, refiriéndose al nazismo dirá que: “… ningún sentido de la historia…es capaz de dar cuenta de este resurgimiento mediante el cual se evidencia que son muy pocos los sujetos que puedan no sucumbir, en una captura monstruosa, ante la ofrenda de un objeto de sacrificio a los dioses oscuros”34.

Quizás esta idea de “objeto de sacrificio” pueda entreverse en la serie de justificaciones y adjudicaciones de culpas con las que Fuchs considera que se busca soportar los crímenes perpetrados. Recortamos algunos párrafos: “Las justificaciones nunca faltan, forman parte del mecanismo que parece tranquilizarnos (…) En algunas oportunidades se culpa de los males al dinero y por lo tanto se debe eliminar el dinero. Se culpa a una raza, es necesario entonces eliminarla. Se culpa a las religiones, éstas deben ser perseguidas (…) Lo que en general no se ve, quizá porque es mucho más escandaloso admitirlo, es que en el fondo no se trata ni del petróleo ni del dominio político militar, sino de la necesidad humana de matar”35.

Muchos sujetos, entonces, quedan capturados por la fascinación de encontrar en otros ese objeto de sacrificio para ofrendar a un Dios oscuro. Esos otros pueden ser los de otras razas o de otras religiones, o cualquiera que viva según otros modos de gozar. Lacan completa la idea de la siguiente manera: “…el sacrificio significa que, en el objeto de nuestros deseos, intentamos encontrar el testimonio de la presencia del deseo de ese Otro que aquí llamo el Dios oscuro”36.

Desde estas perspectivas podemos abordar a la violencia no sólo como un componente inseparable de la estructura subjetiva sino también por su presencia en el plano de la comunidad, que Freud introduce con la sutil expresión “dictadura de la razón”.

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