Читать книгу El Vel - Ernesto Derezensky - Страница 26

La Comunidad no existe

Оглавление

Es discutible la utilización del término “comunidad”; hoy, esta ya no existe. Cuando se dice “la comunidad”, se la entiende como metáfora para hablar de la política, pero en la realidad efectiva, la política no se desarrolla más bajo la forma de comunidad. Por lo tanto, cuando se la evoca se intenta recrear un lugar imaginario del orden político como homogeneidad social. La comunidad es imaginaria. En verdad, asistimos al cuestionamiento del Estado-Nación que se presenta quebrado, debilitado, poroso.

En el momento actual de la civilización encontramos que no es el deseo del Otro lo que está tan presente, sino la insistencia de su demanda, de su demanda política, bajo los aspectos de la democracia y del mercado. Son estos los valores a los cuales el bien está ligado y que pueden ser utilizados para justificar lo injustificable. Podemos tomar como ejemplo de esta situación la invasión a Irak por parte de los EE.UU. ¿No se realiza esta inmensa operación político militar en nombre de la democracia y del mercado?

Nos parece necesario interrogarnos por esta época denominada “del capitalismo globalizado”. Los sociólogos señalan que la globalización se acompaña de una búsqueda de individuación. Tomemos por ejemplo el libro de Gilles Lipovetzky: El crepúsculo del deber. Allí se destaca que lo dañado es la modalidad de vida para el conjunto, el lazo social que existe bajo la forma de sujetos dispersos, desarrimados, y que induce a la vez, para cada uno, la exigencia subjetiva de invención. Vivir mi propia vida, resaltando la diferencia respecto de los demás, en una época en que se manifiesta la crisis de los ideales y la decadencia de la organización colectiva de los modelos.

¿Cuál es nuestra caracterización de la época actual? Entendemos que se le demanda al sujeto de la civilización no tener más vergüenza de su goce, sino de su deseo y de los significantes amos con los que se anudó. Esta es la demanda del superyó contemporáneo. Sabemos ya con Freud, en su elaboración de El Malestar en la cultura, que el superyó se alimenta de la satisfacción pulsional. No se puede olvidar el lugar del goce, aun cuando no se tenga más vergüenza en cuanto le concierne. Así nos lo indica el psicoanálisis: en política el goce es molesto, ya que si se constata en nuestras sociedades la dominancia de las políticas que apuntan a obtener una relación óptima entre costo y beneficio, ¿cuál es el lugar del goce, al que definimos por no servir para nada? El goce cuestiona la óptica utilitarista, por eso cuando Lacan nos dice que el sujeto es siempre feliz, lo que se destaca en esa felicidad es la satisfacción de la pulsión, sean cuales fueren los medios para alcanzar dicha satisfacción.

El Vel

Подняться наверх