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Lo igualitario es “asocial”, no permite el establecimiento de un lazo
ОглавлениеLa lectura que hace Jacques-Alain Miller de la enseñanza lacaniana lo conduce a señalar que “lo social” no es la cooperación, ni el intercambio, ni la coordinación ni la complementariedad. Desde esta perspectiva, y contrariamente a lo que nos dicta el sentido común, “lo social” no implica lo igualitario, a la inversa, lo social es desigual, el lazo social comporta la dominación de uno sobre el otro. Recordemos tan solo que al lugar del agente de los discursos, en el Seminario 17, Lacan lo llama lugar dominante. Y es por eso que los podemos llamar discurso del amo, de la histérica, etc.
Algo de esto ya lo encontramos en Freud. Por ejemplo en su artículo “Por qué la guerra” plantea que: “…la comunidad incluye desde el comienzo elementos de poder desigual, varones y mujeres, padres e hijos, y pronto, a consecuencia de la guerra y el sometimiento, vencedores y vencidos, que se transforman en amos y esclavos”39.
Para nosotros, entonces, “lo social” –que se expresa en el lazo social– es desigual y, correlativamente, lo igualitario, en el fondo, es “asocial”, o sea que no permite el establecimiento y la estabilización de un lazo. ¿Dónde encontramos lo igualitario? En la relación especular, la relación del semejante al semejante donde ninguno es superior, donde uno vale lo mismo que el otro, hay dos en lugar de haber uno solo, puesto que no hay uno que tenga más lugar que el otro, entonces, lo que se produce es la guerra, la violencia. Freud lo decía así: “…los conflictos de intereses entre los hombres se zanjan en principio mediante la violencia”40. En este nivel imaginario, igualitario, que es asocial porque no permite la estabilización de un lazo, localizamos a la violencia, definida como lo que puede producirse en una relación interhumana cuando no impera la palabra entendida como articulación significante. Pensando en el esquema Lambda la ubicamos en el eje imaginario a-a´ que se pone en cruz con el eje simbólico donde identificamos lo social.
Por eso mismo es necesario lo simbólico para establecer un orden, para hacer predominar una jerarquía. En definitiva “la sociedad, es superar el estadio del espejo. Hay lazo social a partir del momento en que superamos la relación dual”41.
Si consideramos otro momento de la enseñanza de Lacan el lugar que no es alcanzado por la palabra quedará localizado en lo real. Por esa razón la sociedad funcionará por las ficciones expresadas en los semblantes que se oponen a lo real. Que la acción del analista, orientada por lo real, vaya contra lo social, no implica que la cura apunte a lo real de la violencia, ni que el vínculo se sostenga en la dualidad imaginaria. Como tampoco podría guiarse por las ficciones sociales, J.-A Miller invita a preguntarse cuál será la acción que le corresponde al analista para no quedar reducido a un simple “guardián de la sociedad”.