Читать книгу La médium - F. J. Cepeda - Страница 11

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Frank caminó por la calle Imperial, dobló la esquina mientras pasaba la tienda del viejo Hoggart, e hizo un gran esfuerzo para no entrar, buscar al pequeño Johnny, darle una bofetada, y obligarlo a que se disculpara con la señora Abbot; sin embargo, cambió de idea, calmó su impulso y decidió dejar las cosas como estaban. De cualquier forma, el pequeño demonio no cambiaría mucho, se disculparía pero a causa de la presión ejercida por su padre, a base de gritos y humillaciones. Había pasado un mes cuando el muy desgraciado tomó al gato del vecino, lo forró con petardos de todos tamaños y lo hizo estallar en el patio de la casa de la señora Rush. Uno diría que John Hoggart junior terminaría en algunos años en la prisión estatal, acusado de homicidio, por asalto a un banco o sabrá Dios qué otra fechoría. En todo caso, sugerir educación correcta a un adolescente problemático no era su trabajo; al final de cuentas, era sólo un escritor.

Miró los árboles formados en las aceras, con las hojas blanquecinas y algunas jardineras sumergidas en nieve. El Teatro Victoria, ubicado a la mitad de la cuadra, lucía sombrío en ese momento, sin luces, con los espectaculares congelados y un cartel de la obra La bella y la bestia atravesado por una cinta que decía agotado. La puesta en escena cerraría el año, con dos funciones, la primera a las 6:30 p. m. y la segunda a las 9 p. m. Sintió remordimiento por no haber comprado una entrada, pero luego recordó que no había con quién ir. No pensaba invitar a Hoffman, que difícilmente embonaría en un asiento; sus padres habían fallecido tiempo atrás y su hermana Henrieta vivía en Argentina. Así que, al no haber encontrado otra opción viable, decidió continuar con el viaje hacia ningún lado.

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