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Necesidad de la cuestión y limitaciones del estudio

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Esta obra es el resultado de un largo proyecto de investigación doctoral, deudor al mismo tiempo de la labor realizada dentro del Departamento de Filosofía Jurídica de la UNED, sin el cual este estudio, ahora convertido en monografía, no habría sido posible de concebir en toda su dimensión y complejidad temática; desde su gestación temprana como fruto de muchas reflexiones ahora lejanas, su contenido y metodología, hasta los límites siempre necesarios del mismo. Pero sobre todo, este trabajo supone la consumación de una ambición académica y una preocupación personal tanto relativa al papel de la religión en el mundo post-secular o postmoderno como al origen teológico del pensamiento moderno e ideológico.

Antes de nada, y a modo de advertencia sobre el siguiente texto, el lector debe conocer que se trata ésta pues de una versión corregida, depurada y en algunas partes modificada, de la tesis original que en su momento defendí –publicada como tal en octubre de 2020–. Encontrará por tanto el lector sensibles diferencias respecto de aquella, todas ellas implementadas en busca un mayor rigor técnico, formal y expositivo, habiendo simplificado algunos fragmentos y añadido otros nuevos. Señalado esto, por otro lado el lector deberá comprender también que esta obra no está dirigida exclusivamente a especialistas en filosofía jurídica medieval y moderna, como tampoco en teología o historia de las ideas. En sus humildes pretensiones, este texto tan solo aspira a ser explicativo del fenómeno del culto secular tanto en su desarrollo como en su corolario actual, habida cuenta de que su elaboración discurre en el siempre exigente camino del estudio multidisciplinar, y que, por lo tanto, aquellas secciones que sirvan como accesorio conceptual podrían ser consideradas como excesivamente divulgativas para el ojo experto. Del mismo modo, los datos históricos solo aparecerán como apuntes ilustrativos o para facilitar una cierta claridad o coherencia expositiva, sin que este trabajo pretenda atribuirse, en ningún sentido, una perspectiva pormenorizada o detallada de la historia y de los hechos, los cuales serán atajados mediante un análisis estrictamente conceptual y teórico.

No obstante, con esto no estoy justificando, en absoluto, una falta de rigurosidad documental o bibliográfica. Se trata más bien de advertir, nuevamente, de la complejidad temática y técnica del proyecto, lo que me permite, luego de asumir estas aclaraciones, centrarme en la comprensión de tan sorprendente como apasionante fenómeno, cuya implicación parece afectar a todos los niveles del orden socio-político, pero también cultural y religioso; con independencia de que la religión haya sido postergada del dominio público, puesto que este nuevo tipo de confesión secular parece más interesada en la salvación mundana del cuerpo que en la bienaventuranza espiritual del alma.

Con ello el lector podrá, espero, verse facultado para acercarse con mayor entendimiento a la cuestión central de las religiones políticas en el mundo secularizado, escenario en el que lo religioso, antes relativo al culto hacia un bien trascendente y eterno que religa al individuo con la divinidad, parece resurgir pero habiendo sido transformada su naturaleza, pues esta vez el objeto de su religación permanece dentro del mundo. A lo largo de estas páginas, se analizarán las causas por las cuales lo religioso fue conteniéndose en el ámbito privado y con ello apartándose de la esfera pública, desapareciendo aquel bien trascendente y sobrenatural que otrora impregnaba de una ulterior significación a los fines de lo político, para ser finalmente reemplazado por uno inmanente y naturalista, cuya inmediatez exigía ser solucionado a través de los mismos mecanismos que la política había programado para ello en su afán por mitificar al mundo, esta vez a través de los cauces científicos de un racionalismo incontestable. Pero este nuevo orden político, de suyo artificial, exigía también una categoría antropológica que asumiese los mitos revolucionarios de la ideología, erigiéndose como una encarnación mesiánica o profética del porvenir pero, sobre todo, alzándose como depositario absoluto de una voluntad sobrevenida e inquebrantable.

Un escenario de cosas cuyas raíces hay que rastrearlas, sin embargo, hasta la apertura subjetivista de la voluntad inaugurada con la crisis teológico-filosófica del Medievo crepuscular, cuya transición hacia el mundo moderno todavía hoy arrastra aquellos presupuestos intelectuales medievales empeñados en conquistar la independencia absoluta de la voluntad individual, aunque ésta tuviera todavía que justificarse mediante mandato divino. Así habría de sublimarse en el Yo autónomo, una categoría devenida absoluta en su paradójica ausencia de categorías universales así como de referencias extrínsecas y objetivas a las que atenerse o depender. Tales operaciones, que bien podría decirse sin demasiada precaución que son causa y a la vez efecto de la Modernidad y de nuestro tiempo, trasladaron aquel eficientismo otrora exclusivo del orden fundante e incausado, al sujeto causado; equiparando así la criatura con su creador. O dicho de otro modo, trasladando la voluntad divina e infalible de Dios a la voluntad individual del sujeto moderno. Aquello permitió, bajo la volición creadora de una individualidad sacralizada, la ontologización y la autonomía del ser respecto de la naturaleza, así como del orden político respecto de la realidad, abstrayendo en esencia el poder y, al eliminar toda mediación con éste, permitiendo la absolutización de estos modos de pensar, los cuales comenzaron a operar como estructuras de pensamiento emancipadas de todo orden ontológico instalado en un análisis lógico-previo de lo real.

Así se dibuja en líneas muy generales el contexto filosófico del voluntarismo, que sirve al propósito de esta investigación para poder comprender los desplazamientos intelectuales que permitieron en última instancia la independencia formal de la religión de su fin trascendente y su ulterior reemplazo por las religiones políticas y su escatología utópico-voluntarista. Es por esto, entiendo, la necesidad de explicar cómo el culto religioso mudó del universo medieval sin perder su fundamento teológico-eficientista hacia una forma de voluntarismo basado en la radical libertad del individuo como objeto supremo de la política moderna. En tal situación filosófico-política, definida por su ausencia de fundamento y alimentada por el radical relativismo que supone la evacuación de toda categoría moral y ontológica, surgió el ideologismo organizado colectivamente para reordenar y dar una explicación total de un mundo sin sustancia. Pero también para satisfacer la necesidad escatológica que el desahucio de la religión tradicional había dejado desierta al haber sido abolido el acto redentor, ahora neutralizado y sustituido por la soteriología inmanente y secularista del hombre nuevo y de las religiones políticas. Por tanto, lo religioso, vaciado de contenido, apareció también como una categoría permeable y susceptible a las fórmulas emancipatorias de las ideologías modernas, herederas del viejo contractualismo y su artificiosa y estéril politicidad. Lo ideológico-religioso avanzaba así hacia ese estadio civilizatorio perfecto, toda vez que las viejas rémoras y atavismos de la metafísica pretérita habían sido liquidados a favor de la construcción del paraíso secular-inmanente, dominado por el progreso, la razón científica y, especialmente, por una voluntad sin límites, cuya potencialidad repliega la realidad hasta el infinito de la posibilidad. Un nuevo orden que, además exige la remisión del mal en el mundo por parte del hombre-dios revolucionario; una singular meta que atravesó y superó las transformaciones sociales y políticas de los siglos XIX y XX hasta configurarse en nuestros días como la prioridad máxima de una sociedad en la que prima, por encima de todo y como entonces, el mandato moral.

En fin, sin ánimo de arrojar al lector a este precipicio de ideas a priori algo desordenadas, creo conveniente, en virtud de una mayor claridad expositiva y metodológica, establecer un marco teórico que despeje, al menos sumariamente, los fundamentos conceptuales que van a vertebrar el posterior desarrollo de esta investigación. En consonancia con lo que más arriba he introducido, resulta obligatorio comenzar dicha formula-ción teórica precisamente por el arco del pensamiento del Medievo tardío hasta los albores de la Modernidad, aclarando una vez más que no se trata éste de un estudio en profundidad sobre aquello, puesto que ya existe ingente cantidad de literatura, más precisa, más rigurosa, y estamos seguros, de mayor calado intelectual que de lo que aquí pretendemos dar cuenta a modo únicamente contextual. Sin embargo, espero que suponga un bosquejo lo bastante rico como para que el lector pueda acercarse a la tesis final de este trabajo con la suficiente información e interés.

Las religiones políticas. Sobre la secularización de la fe y la sacralización del mundo

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