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B. Atención a las superficies (una metáfora del conocimiento preconsciente)

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El concepto de las tres superficies desarrollado por Paniagua (1991) plasma un modo psicoanalítico de trabajo que se centra en el uso preconsciente que el paciente hace del proceso. Paniagua acentúa que en todo momento operan tres superficies en la instancia clínica. Primero está el paciente y lo que cree estar diciendo, luego el analista y lo que piensa acerca del material que trae el paciente y, por último, la superficie trabajable; ese espacio entre los pensamientos del paciente y los del analista que puede llevar a una intervención significativa que, en palabras de Fenichel (1941), “no sea demasiado superficial ni demasiado profunda”. Dicho de otro modo, tratamos de decir algo significativo que favorezca el proceso analítico sin despertar mucha ansiedad.

Al trabajar de este modo introducimos una sinergia entre los pensamientos y sentimientos internos del paciente y las intervenciones del analista. Nuevamente hacemos énfasis en la importancia de que el analista escuche las asociaciones preconscientes del paciente. En lugar de transmitir el mensaje de que el insight se basa en la habilidad mágica del analista para deducir significados profundos, transmitimos que éste proviene de considerar lo que hay en la mente del analizando y que emerge como proceso mental, metabolizado, traducido y registrado por un oyente empático. El analista que es brillante leyendo el inconsciente puede encontrarse en desventaja respecto de esta técnica, puesto que puede no resultarle tan fácil traducir sus insights a lo que puede ser sintetizado por el preconsciente del paciente.

La esencia de la complejidad que presenta encontrar la superficie trabajable se ve en lo siguiente: inmediatamente antes de unas largas vacaciones que implicarán una pausa en el tratamiento, un paciente dice que un amigo lo ha abandonado emocionalmente. La superficie del paciente es que se siente molesto por el abandono. El analista puede pensar que se debe a la proximidad de las vacaciones, que implicará la interrupción del análisis. Esa es la superficie del analista. La superficie trabajable se encuentra en cualquier lugar en que las dos superficies en interacción sean de utilidad para el paciente. Lo que lleva a emitir un juicio respecto de la superficie trabajable es la integración de un conjunto complejo de variables. En el ejemplo citado podría incluir las siguientes consideraciones: 1) la vulnerabilidad narcisista del paciente, y entonces se trata de una ofensa más dentro de una serie ya expresada en el análisis; 2) se trata de una incursión en los sentimientos inusual en este paciente; 3) habla en tono aburrido, distante o con odio glacial; 4) mientras el paciente habla, el analista puede sentirse conmovido, exasperado o distante. Al evaluar la superficie del paciente, podríamos notar que el paciente utiliza la narración como el principio de un proceso asociativo que incluye la autoreflexión; por ejemplo: “Me pregunto por qué esto me viene a la mente hoy”, frase que puede ser enunciada como un interrogante o como parte de un patrón de autorecriminación reflexivamente masoquista. Aunque la narración del paciente puede no parecer la expresión directa de una mentalización psicológica, puede aparecer durante un período de apertura a la comprensión psicológica en general o de una valoración creciente de la ubicuidad de la transferencia. También es posible que el paciente describa el abandono como un hecho puramente externo, sin interés aparente en la razón por la cual surgió el tema. El desinterés puede ser fingido, sádico o masoquista. En suma, las variables en juego para determinar la superficie trabajable forman parte de un entramado complejo. Todas ellas intervienen en el juicio del analista respecto de la superficie trabajable y forman parte de una evaluación permanente de los componentes estructurales que operan dentro de un campo dinámico en todo momento.

Como puede verse, la interpretación en el nivel de la superficie trabajable requiere que se evalúen múltiples factores y, finalmente, un juicio sobre la capacidad del Yo para integrar la intervención significativamente. Frente a un analizando que habla de abandono antes de una pausa en el tratamiento, nos vemos obligados a abandonar la cómoda posición que entendemos como transferencia para interrogarnos sobre la importancia de dicha comprensión (inclusive si es correcta) para el paciente cuando se considera el estado presente de sus estructuras mentales.

Creando una mente psicoanalítica

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