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Capítulo 3
Hablando al preconsciente: su importancia para la comprensión del analizando16

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Uno de los cambios más importantes en la técnica, desarrollado durante los últimos 35 años, gira alrededor de trabajar más estrechamente con lo que es más accesible para el analizando en la instancia clínica en lugar de hacerlo con lo que le es casi inaccesible. Aprendimos, tarde y no siempre en forma consistente, que no es posible interpretar lo inconsciente sin prepararlo para que le sea accesible al pensamiento preconsciente. Trabajar en el preconsciente atraviesa los distintos lineamientos teóricos y constituye la base para un elemento en un nuevo terreno común. Además, es un ingrediente crucial en la creación de una mente psicoanalítica. Si el analizando no puede captar el modo en que la comprensión proviene de su propia mente, difícilmente podrá usarla para analizar los conflictos que la mente crea.

En 1993 introduje la frase “en la cercanía”, tomada del escrito de Freud “Psicoanálisis salvaje” (1910). Era un intento de capturar un modo de trabajo analítico más cercano a aquello accesible al paciente por debajo de lo consciente, pero sin provocar angustia innecesaria. Me parecía que era la manera más ventajosa de ayudar a los pacientes a penetrar lentamente en el reino de lo inconsciente. Al escribir el artículo, me interesaba fundamentalmente comprender el rol del Yo en el proceso pero con el tiempo me percaté de que también sugería la interpretación de lo preconsciente (Busch, 2006). Volveremos a esto más adelante.

Permítaseme describir brevemente cómo llegó Freud al término “en la cercanía”. En su escrito, Freud habla de una mujer que llegó a su consulta después de haber visto a un joven médico por la angustia que le había causado su reciente divorcio. El médico diagnosticó que los problemas de la paciente se debían a la insatisfacción sexual y sugirió diversas actividades sexuales para remediarlos. Freud criticó al médico por asumir que el principal problema de la mujer radicaba en su falta de información al respecto y que dársela devendría en su cura, presentando la problemática de semejante enfoque con metáforas atrayentes.

Si el saber acerca del inconsciente fuera tan importante para el paciente como imaginan las personas sin experiencia en psicoanálisis, bastaría con asistir a conferencias o leer libros para curarse. Sin embargo, tales medidas tienen el mismo efecto sobre los síntomas de las enfermedades que la distribución de un menú en tiempos de escasez. Pero como el psicoanálisis no puede evitar proporcionar la información pertinente, queda establecido que no lo hará antes de que se hayan cumplido dos condiciones. Primero, a través de la preparación, el paciente debe haber llegado a la cercanía de lo que ha sido reprimido y, segundo, debe haberse ligado (en transferencia) al médico lo suficiente como para que su relación afectiva con él haga imposible una nueva fuga (pp. 225-226; cursivas agregadas).

Al introducir el concepto de que el analizando debe estar “en la cercanía”, Freud señala la centralidad del preconsciente entre los principios de la técnica analítica. El paciente debe poder realizar alguna conexión entre lo que sabe está pensando y diciendo y la intervención del analista. No importa cuán brillante sea la lectura que el analista hace del inconsciente; no resulta útil hasta que pueda ser conectada con algo de lo que el paciente logre tener conciencia. Desde esta perspectiva, lo que el joven Freud describía no consideraba lo que el paciente pudiera comprender y mucho menos si encontraba su intervención objetable. Freud menciona sucintamente las dificultades potenciales de este enfoque (1910) de este modo:

“Toda tentativa de sorprender al enfermo en la primera consulta con la comunicación brusca de sus secretos, adivinados por el médico, es técnicamente objetable, y por lo general atrae al médico la cordial enemistad del enfermo, desvaneciendo toda posibilidad de influencia”. (p. 226)

En 1914, Freud elaboró esta nueva visión del método psicoanalítico al afirmar:

“Finalmente, ha evolucionado la técnica consistente que hoy utilizamos, en la cual el analista renuncia a poner en foco un momento o problema en particular, sino que se contenta con explorar lo que se encuentra presente en la superficie de la mente del paciente en ese momento. (p. 147, cursivas agregadas)17

No obstante, en escritos posteriores, Freud se mantiene ambivalente sobre el tema (Busch, 1993), que todavía se honra más dejándolo de lado. Por cierto, en gran parte de nuestra historia, las asociaciones de los analizandos se utilizaron como chispas para encender el intento del analista de establecer un contacto inconsciente con los derivados inconscientes del material en superficie y se esperaba que las interpretaciones penetraran en las profundidades del inconsciente.18

Que Freud adoptara dos principios diferentes para hacer consciente lo inconsciente (es decir, la primera y segunda teoría de la angustia) se mantuvo como la base de dos paradigmas distintos de interpretación. A saber:

a) Establecer contacto directo con el inconsciente.

b) Interpretar lo que se encuentra en la cercanía del preconsciente.

La validez de cada uno de estos enfoques aparece tratada en dos escritos publicados simultáneamente por Sterba (1934) y Strachey (1934), discutidos con más detalles en el capítulo final.

Creando una mente psicoanalítica

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