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El pensamiento preconsciente

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En las profundidades del escrito de Freud “Lo inconsciente”, habla brevemente del pensamiento preconsciente complejo con infusiones de elementos inconscientes. En unas pocas oraciones, Freud, todavía dentro del modelo topográfico, ofrece una visión del pensamiento preconsciente que va desde el borde permeable del sistema Inconsciente hasta el borde permeable del sistema Consciente. Sin embargo, Freud se mantuvo ambivalente respecto de esta idea, y en su último escrito publicado (1940), vuelve a definir los conceptos de lo consciente, preconsciente e inconsciente, afirmando que todo lo que no es consciente, según el uso profano del término, es –a los fines de la descripción– inconsciente. Nuevamente, los pensamientos preconscientes aparecen como aquellos capaces de volverse conscientes. El preconsciente permaneció en esta nebulosa hasta que fue rescatado por los psicoanalistas franceses. En un párrafo clave, Green (1974) captura dos elementos de la importancia que el pensamiento preconsciente reviste para el método psicoanalítico: los niveles psíquicos donde escuchamos y respondemos a nuestros pacientes.

“El análisis del preconsciente y, en particular, el uso del material que el paciente trae al análisis (con sus propias palabras) se ha descuidado después de Freud. Esto parece deberse a que, dado que el preconsciente puede ser abordado desde lo consciente, la importancia del preconsciente es nimia y el lenguaje, superficial. En mi opinión, sin embargo, esta postura es superficial de por sí. Como hemos visto, el preconsciente constituye un espacio privilegiado donde paciente y analista pueden encontrarse para compartir parte de la transferencia y avanzar juntos. No tiene sentido alguno que el analista corra como una liebre si el paciente se mueve como una tortuga.. (p. 421, cursivas agregadas)

En el párrafo anterior, Green destaca la importancia del preconsciente en dos aspectos: 1) la de las asociaciones verbales del paciente, determinadas por el preconsciente y 2) la interpretación del analista, tomando en cuenta aquello que el paciente puede escuchar desde el preconsciente. En general, el trabajo con el preconsciente conduce a lo siguiente:

1 Escuchar los derivados de los que el paciente dispone en sus asociaciones como guía a su capacidad para comprender y utilizar una intervención de manera sensible y cognitivamente significativa, y los modos de función del analista que pueden favorecer o retrasar este proceso.

2 Escuchar el material que trae el paciente y pensar acerca del proceso interpretativo de manera diferente de como se hacía en momentos anteriores en nuestra historia, cuando las interpretaciones parecían basarse menos en lo que los pacientes podían escuchar que en lo que el analista comprendía a nivel profundo.

La esencia de estas postulaciones fue articulada por analistas provenientes de marcos teóricos muy diferentes.

 La interpretación surge en el momento en que el analista considera que ha comprendido el punto de urgencia y ha elaborado el modo de hacerla accesible, al menos en parte, a la comprensión del paciente. (Baranger, 1993, p. 23)

 Ninguna interpretación ha de verse como interpretación ni explicación pura sino que debe resonar en el paciente de modo tal que la vea como específica para él y su funcionamiento. (Joseph, 1985, p. 446)

 Creo, sin embargo, que es fundamental respetar el umbral de tolerancia del paciente a las interpretaciones, y reconocer que una sensación persecutoria durante la sesión es señal notoria de que la insistencia ha sido excesiva. (Ferro, 2003, pp. 189-190)

¿Cómo se ve todo esto en la instancia clínica? Presento aquí un ejemplo de un supervisando:

El paciente, un varón de 30 años, llega al análisis porque no puede sostener relaciones duraderas con mujeres, a menudo se siente inepto e incapaz de acercarse siquiera a una mujer que le interesa. Su analista es una mujer. Hacia el sexto mes de tratamiento, luego de otro intento fallido de llamar la atención de una mujer, el paciente recuerda algo que ocurrió cuando tenía 5 años.

Paciente: Me encontraba en el patio de la escuela, jugando al béisbol, y quería darle duro a la pelota para demostrar que era grande y fuerte. Quería alardear. Le pego a la pelota y la pierdo al batear. Corro a la primera base y caigo. Me golpeo la cabeza sobre el piso de cemento y empiezo a llorar. Las niñas que me estaban mirando lo encuentran la mar de divertido y empiezan a reír. Me siento un idiota.

Analista: Me pregunto si usted siente que no aprecio su fuerza.

Todos podemos entender cómo la analista llegó a esta interpretación. No obstante, aquello de lo que el paciente dispone en su preconsciente se trata de lo que no está en sus pensamientos, de lo que está oculto, ausente. A mí se me ocurriría decir: “En un momento de su vida usted quiso alardear de su fuerza ante una niña, pero lo asocia con haberse sentido un idiota. Parece estar ligado con la razón de su dificultad para acercarse a una mujer. En su mente, intentar equivale a fracasar”.

Al decir esto estaría intentando mantenerme cerca de lo que está disponible para el paciente. Después de una noche infructuosa con una mujer recuerda sentirse un idiota cuando trató de probar su virilidad a los 5 años. Es capaz de hacer la asociación y por ende es posible conectar ambos hechos. En este momento el paciente no muestra resistencia alguna al análisis ni calla sus pensamientos; entonces, ¿por qué introducir la transferencia? Tendemos a introducir lo que tiene menos disponible, mientras que evitamos lo que todavía es nuevo y se encuentra disponible. Además, la analista no ayuda al paciente a ver cómo trabaja su mente. Éste tendría toda la razón de preguntarse por qué su analista pensó que la historia la involucraba. Esta modalidad puede llevar a una búsqueda rutinaria de la transferencia en lugar de a una vivencia dinámica que, para el analizando, presta credibilidad a las interpretaciones transferenciales.

Creando una mente psicoanalítica

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